Cultura Por: Víctor Ramés27 de enero de 2025

Caras y caretas cordobesas

El movimiento armado con que el radicalismo sacudió a Córdoba en febrero de 1905, inició violentamente el siglo XX en la capital pujante y clerical, con muertos para lamentar y una triste memoria de guerra civil.

Tres cordobeses que comandaron la revolución en la "ciudad conventual".

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

Revolución en Córdoba, 1905 (Primera parte)

El rechazo de las urnas por el radicalismo como sistema presuntamente democrático de elección de autoridades, y la decisión de alzarse en armas para directamente echar a los opositores del poder y tomar el gobierno por propia cuenta, fue parte de la estrategia y de la identidad política de Hipólito Yrigoyen entre fines del siglo XIX y principios del XX. A diez años de la revolución del Parque, que en 1893 le cortó las piernas a la presidencia conservadora de Juárez Celman, Yrigoyen refundó el radicalismo del nuevo siglo y comenzó a preparar una conspiración revolucionaria para 1905. Pese a su fracaso, el movimiento conseguiría en el largo plazo ejercer presión sobre el monopolio oficialista del poder, hasta conseguir la sanción de la Ley de Voto Secreto en 1912. Esa ley sanearía el sistema electoral y en 1916 las urnas le serían favorables a don Hipólito, primer presidente argentino elegido por el voto secreto. 

En Córdoba, el levantamiento armado de 1905 empezó triunfante, para a los pocos días producir la rendición, una desbandada de implicados, escondites, conjeturas, presos. Quedó, en definitiva, un país fracturado por una clase media que aún no encontraba su representación política, y un orden conservador que todavía no estaba dispuesto a desentenderse del gobierno del estado. 

Visto sin esa prospección, imposible en el momento de los hechos, la revolución radical de 1905 tuvo un impacto como de guerra civil, ya que hubo que lamentar muertos y heridos de ambos bandos. La participación civil fue limitada y el movimiento estuvo dirigido a copar los cuarteles del ejército y las comisarías. 

Los relatos de los hechos de febrero de 1905 en Córdoba, su escenario más importante, fueron crónicas de algunos diarios en el momento, mientras que otros medios fueron silenciados. El interés de esta página vuelve la mirada hacia nuestro semanario de cabecera: el dominical Caras y Caretas, y un artículo con buena dotación fotográfica y un relato no muy extenso de los hechos, publicado el 18 de febrero de 1905, diez días después de sofocado el conflicto. 

El semanario seguramente se nutría de otras fuentes que se manifestaron durante esos días previos a la publicación, ya derrotado el levantamiento. Nuestro interés, entre tantas páginas escritas sobre el episodio histórico, es simplemente acudir al texto de Caras y Caretas, ponernos en el lugar de los lectores porteños y mirar a la Córdoba de aquel momento desde esa perspectiva. 

El artículo comienza por presentar su enfoque: una cobertura principalmente fotográfica (una de las mayores fortalezas del semanario) y una relación no muy extensa de la noticia. A esto se sumaban como piezas textuales los epígrafes de las referidas imágenes. El episodio era visto como un tanto incongruente en la “ciudad conventual”, desde la mirada porteña.

“La prensa diaria se ha ocupado extensamente del movimiento revolucionario que estalló en Córdoba, respondiendo al plan sedicioso preparado con bastante anticipación. Las fotografías que insertamos complementan eficazmente las crónicas de los diarios, dando amplía idea gráfica de los sucesos que turbaron unos días la calma de la conventual ciudad.” 

La ruptura de la calma cordobesa ocurrió a la madrugada del sábado 4 de febrero, mientras la ciudad y sus conventos dormían. Nos mudamos por unas pocas líneas al diario cordobés La Patria, que describía de cerca los primeros disparos revolucionarios que resonaron en la ciudad, los del ataque al Cabildo en la madrugada del sábado 4 de febrero.
“Eran las 3 y media de la mañana cuando la población de Córdoba fue despertada de su sueño por las descargas de fusilería en la plaza San Martín”, se leía en La Patria. Caras y Caretas, por su parte, comenzaba la historia situada en Buenos Aires, que hizo sonar la alarma y se enviaron avisos telegráficos a Córdoba de inmediato, para alertar a las autoridades mediterráneas.

“A las dos de la mañana del sábado en que estalló el movimiento en Buenos Aires, el gobernador Olmos recibió aviso telegráfico, anunciándole que en esa madrugada se daría el grito revolucionario en Córdoba. El coronel Toscano, jefe de la región del centro, se puso al habla en seguida con el gobernador a fin de adoptar las medidas necesarias para reprimir el movimiento sedicioso. Todos los vigilantes fueron inmediatamente reconcentrados en las comisarías y en el departamento de policía, poniéndose al frente de ella y organizando la defensa el comisario señor Hernández, uno de los héroes de la jornada.” 

A continuación, con el ataque a la central de policía en el Cabildo de Córdoba, se producía el primer paso del triunfo de la revolución. Así lo contaba Caras y Caretas:
“Al poco rato se oyeron en el departamento las primeras descargas. Las fuerzas que atacaron el departamento de policía, fueron del 8 de línea, las que rodearon el edificio iniciaron el fuego á las tres de la madrugada. Cuando fue imposible sostenerse a las fuerzas que defendían el edificio, levantaron bandera de parlamento, entregándose a los asaltantes. Estos lo ocuparon en el más perfecto orden, felicitando los jefes al comisario Hernández por su arrojo y valentía. En el ataque murieron cuatro soldados del 8 de línea y dos vigilantes, habiendo muchos heridos en ambas partes. El comisario Córdoba resultó herido en una pierna.”

En el ataque al Cabildo participaron algunos civiles, uno de los cuales fue muerto. Así lo reflejaba la versión de La Patria, más cercana a los hechos:
“El movimiento se pronunció acto continuo, llevándose el ataque a la policía por fuerzas del 8° de Infantería al mando del comandante Daniel Fernández, Dr. A. Pérez del Viso y Sargento Mayor Galán y secundado por algunos particulares, entre ellos el joven Carlos Lazcano, quien murió frente al Cabildo.”



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