La UNC sale al rescate del Instituto Ferreyra: Boretto capitaliza la crisis y gana peso político en Córdoba
Ante el ajuste del Gobierno nacional a la ciencia, la Universidad Nacional de Córdoba decidió financiar al histórico Instituto Ferreyra, símbolo de la investigación biomédica en el país. La jugada, impulsada por el rector Jhon Boretto, refuerza el perfil político de la UNC y consolida al rector como un actor con proyección más allá del ámbito académico.
Por: Francisco Lopez Giorcelli
La Universidad Nacional de Córdoba volvió a marcar agenda. En un contexto de recortes presupuestarios, incertidumbre y parálisis en el sistema científico, el rector Jhon Boretto tomó una decisión que desbordó los límites administrativos: la UNC financiará al Instituto de Investigaciones Médicas Mercedes y Martín Ferreyra, dependiente de la Fundación para el Progreso de la Medicina (FPM), tras la crisis provocada por el ajuste nacional.
El anuncio, que se conoció esta semana, no solo tiene relevancia científica. Es, sobre todo, un movimiento político de alto impacto, que posiciona a la Casa de Trejo como un actor con autonomía y capacidad de respuesta en medio del desfinanciamiento impulsado por el gobierno de Javier Milei. En el mismo gesto, Boretto refuerza su liderazgo y proyecta su figura más allá del claustro universitario.
Desde el Rectorado, el comunicado oficial destacó que “la UNC mantiene un importante apoyo al Instituto Ferreyra” y que la inversión busca “garantizar la continuidad de las líneas de investigación en neurociencias y farmacología, de altísimo valor científico y social”. El Instituto, recordaron, lleva más de 80 años de trayectoria y es una referencia nacional en biomedicina.
“Decidimos sostener esta cooperación estratégica con el Instituto Ferreyra porque entendemos que el conocimiento es una herramienta de desarrollo y soberanía, y no puede quedar sujeto a los vaivenes coyunturales”, sostuvo Boretto en declaraciones difundidas por la propia UNC. La frase sintetiza una visión que excede la gestión universitaria: es una definición política frente al modelo de ciencia y educación pública que el actual Gobierno nacional ha puesto en cuestión.
La UNC como escudo político
La decisión llega en un momento donde la relación entre el sistema universitario y el Ejecutivo nacional atraviesa uno de sus puntos más tensos. Con el financiamiento de la Ley Universitaria aún en veremos y con los fondos para ciencia y técnica reducidos drásticamente, la movida de Boretto funciona como un gesto de resistencia institucional. En otras palabras, la UNC —la segunda universidad más grande del país— se planta como garante de la continuidad científica frente a la retirada del Estado nacional.
“El Instituto Ferreyra es parte del ecosistema científico cordobés y nacional, y su aporte en la formación de recursos humanos y en la investigación biomédica es invaluable. Por eso decidimos sostenerlo en este momento crítico”, agregó Boretto. Detrás de esa declaración, se lee una estrategia de posicionamiento: la Universidad asume un rol de liderazgo en la defensa del conocimiento, mientras otros organismos reducen su actividad o esperan definiciones de Buenos Aires.
En ese marco, la UNC capitaliza su poder simbólico. Lo hace con fondos propios y con una narrativa que combina gestión, autonomía y compromiso con la ciencia. El resultado político es evidente: Boretto gana centralidad en la escena cordobesa y consolida la imagen de un rector que no solo administra la universidad, sino que también interviene activamente en la discusión sobre el modelo de país.
El factor Boretto
Quienes siguen de cerca la política universitaria advierten que el rector atraviesa un proceso de expansión de su figura pública. Tras dos años de gestión marcados por la crisis presupuestaria y la defensa del sistema universitario, Boretto logró consolidar vínculos con actores del arco político provincial, especialmente con el gobierno de Martín Llaryora, y tejer una red de relaciones con legisladores nacionales de distintos bloques.
El respaldo institucional al Instituto Ferreyra se inscribe en esa lógica: es una decisión técnica con consecuencias políticas. En el plano local, fortalece los lazos con el ecosistema científico de Córdoba, donde la UNC tiene un peso determinante. En el plano nacional, posiciona a Boretto como un referente universitario con capacidad de gestión y visión política, algo que lo diferencia de otros rectores que se limitaron a la denuncia del ajuste.
“El compromiso de la Universidad con el desarrollo científico y la salud pública no es nuevo. Pero en momentos como este se vuelve más visible y más necesario”, remarcaron desde la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC. Esa visibilidad no pasa inadvertida: la decisión coloca a Boretto en la conversación política local, en un terreno donde la ciencia y la educación se cruzan con la economía y el poder.
El caso del Instituto Ferreyra también tiene una lectura institucional. La Fundación para el Progreso de la Medicina, que lo administra, sufrió la interrupción de aportes nacionales que comprometieron su funcionamiento. Frente a ese escenario, la UNC decidió intervenir directamente, en una suerte de rescate simbólico y financiero, que refuerza la idea de un sistema científico que se sostiene desde las provincias.
En el discurso, Boretto mantiene un tono institucional, pero el mensaje político es claro. “La Universidad tiene un rol indelegable en la promoción de la ciencia y la tecnología. Lo asumimos con responsabilidad y con una mirada federal”, afirmó el rector. En otras palabras, Córdoba vuelve a mostrarse como contrapeso del centralismo porteño, y la UNC se erige en vocera de una agenda científica autónoma.
En ese sentido, la jugada tiene múltiples destinatarios. Hacia adentro, consolida la cohesión universitaria y muestra que la Casa de Trejo puede sostener la producción científica sin depender del humor del Tesoro nacional. Hacia afuera, envía un mensaje al Gobierno y a la sociedad: la ciencia no se detiene, aun cuando el Estado nacional retrae su apoyo.
Proyección nacional
La figura de Boretto, que hasta hace poco se movía con perfil académico, empieza a adquirir un relieve político propio. En los últimos meses, su nombre circula con fuerza en conversaciones políticas y en ámbitos legislativos vinculados a educación y ciencia. No se trata de un salto partidario, sino de una proyección natural de liderazgo institucional que, en Córdoba, tiene antecedentes claros: desde Hugo Juri hasta Carolina Scotto, varios rectores de la UNC transformaron su capital universitario en influencia política.
En el entorno del rector reconocen que la visibilidad de su gestión lo coloca en “otro plano de interlocución”. No solo con el Gobierno provincial, sino también con referentes nacionales que buscan tender puentes con el mundo académico. En un contexto donde la educación pública se convierte en bandera de resistencia, el gesto de sostener al Instituto Ferreyra aparece como una pieza estratégica en el tablero político.
La decisión, además, refuerza la imagen de Córdoba como bastión de defensa de la ciencia pública, algo que la UNC ha sabido capitalizar desde hace décadas. Con esta movida, Boretto no solo asegura la continuidad de un instituto emblemático: también consolida un relato de gestión eficiente, federal y comprometida con el conocimiento, que puede tener rédito político a futuro.
Con esta jugada, la UNC no solo salva al Instituto Ferreyra: se reafirma como actor político de peso. Y Jhon Boretto, sin levantar demasiado la voz, asoma como uno de los nombres que empieza a tener proyección propia en un escenario donde la política cordobesa busca nuevos liderazgos.
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