Córdoba votó a Milei: ¿qué futuro espera a la UNC y a la educación pública?
Tras el contundente apoyo a Milei, la UNC enfrenta un escenario incierto que pone a prueba su histórico vínculo con la sociedad cordobesa. Los próximos meses marcarán cómo se traduce el voto masivo en decisiones presupuestarias, desafíos gremiales y la participación de los estudiantes.
Por Francisco Lopez Giorcelli
En la noche del 26 de octubre, los resultados electorales en Córdoba dejaron un mensaje claro: La Libertad Avanza (LLA) obtuvo un respaldo masivo que supera el 42 % de los votos, dejando a Provincias Unidas en un segundo plano con alrededor del 28 % de los sufragios. Este resultado no solo refleja un cambio en el ánimo social, sino que proyecta implicancias concretas sobre la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde las lecturas políticas del voto estudiantil comienzan a cobrar relevancia en el análisis local y futuro de la institución.
Históricamente, los espacios políticos estudiantiles de la UNC han tenido un rol clave como intermediarios entre la comunidad universitaria y los distintos actores políticos del país. En estas legislativas, Franja Morada, vinculada a sectores radicales, no presentó un candidato propio; de hecho, naturalmente hubiese sido Rodrigo de Loredo, pero no participó de la interna, y finalmente apareció como referente Ramón Mestre.
Esa ausencia de un candidato propio de peso en la UCR permitió que buena parte de la representación que tiene la agrupación radical tuviera cierta “libertad” para decidir hacia quién inclinar su voto, y parece que la mayoría se volcó hacia la opción de Javier Milei, aunque de manera indirecta, generando un flujo electoral que marca el predominio de fuerzas liberales en la opinión de estudiantes cordobeses.
Por su parte, La Fuerza Estudiantil, vinculada al peronismo, se alineó en su mayoría con Provincias Unidas, mientras que la tercera fuerza local, Sean Eternos + CEU, hizo explícitamente campaña por Natalia de La Sota. Este panorama revela la fragmentación de los espacios tradicionales y cómo los apoyos estudiantiles pudieron incidir de manera diferencial en la percepción de la correlación de fuerzas provinciales.
Para las agrupaciones estudiantiles, el escenario implica tanto riesgos como oportunidades. Aquellos sectores que acompañaron de manera directa o indirecta a LLA pueden sentirse fortalecidos por la coincidencia con el voto mayoritario provincial, lo que les permite aspirar a mayor protagonismo en debates y espacios de participación. En cambio, quienes se alinearon con Provincias Unidas o con otras expresiones enfrentan la necesidad de redefinir estrategias para mantener relevancia y capacidad de incidencia. La dispersión electoral obliga a los actores estudiantiles a repensar la articulación con las autoridades universitarias y los gremios, a proyectar agendas internas y a sostener vínculos con la comunidad universitaria frente a un contexto político que cambia rápidamente.
En paralelo, los gremios universitarios tienen por delante grandes desafíos estratégicos. ADIUC, que nuclea a docentes e investigadores de la UNC, mantiene la defensa de condiciones laborales, salarios y financiamiento público. Su Observatorio de Salario y Presupuesto Universitario advierte que garantizar que los fondos acompañen la inflación y las necesidades del sistema sigue siendo un eje central. La Gremial San Martín, que representa al personal no docente, alerta sobre los recurrentes deterioros salariales y contractuales, señalando que cualquier ajuste presupuestario o cambio en la correlación de fuerzas políticas podría afectar la estabilidad de los trabajadores y su capacidad de acción. En ese sentido, la lectura de los resultados electorales por parte del gobierno nacional y provincial será decisiva: interpretar que la universidad “acompaña” podría abrir la puerta a medidas de ajuste sin medir el costo político y social, lo que sería un error estratégico grave dada la influencia de la UNC en la región y en la opinión pública.
El arraigo social de la UNC juega un papel determinante. Fundada en 1613 y reconocida como un símbolo de identidad cordobesa, la universidad ha construido un vínculo emocional con la ciudad y la provincia que trasciende generaciones. Cada estudiante, docente, investigador o proyecto de extensión refleja la conexión de la institución con la sociedad, y esa misma fuerza la convierte en un actor sensible a cualquier señal de vulnerabilidad. Ajustes presupuestarios, recortes de programas o debilitamiento de su autonomía podrían interpretarse como ataques directos a un patrimonio colectivo que Córdoba asume como propio.
Este nuevo mapa obliga a la UNC a consolidar su misión institucional y reforzar la coordinación entre agrupaciones estudiantiles y gremios. La defensa de becas, condiciones laborales y proyectos de extensión no es solo una reivindicación interna: es la manera de sostener la relevancia social y política de la universidad. Para los estudiantes, la dispersión de votos y el predominio del respaldo liberal abren la necesidad de nuevas estrategias de articulación y participación, mientras que los gremios deberán equilibrar diálogo (más con la sociedad cordobesa y universitaria, que con el Gobierno Nacional) y presión para preservar derechos, salarios y autonomía institucional.
La UNC enfrenta así un momento bisagra. No se trata solo de gestionar recursos o infraestructura, sino de mantener un proyecto educativo que conecta universidad y sociedad. La historia de la institución, su arraigo social y su influencia regional no solo la posicionan como un actor estratégico: la convierten en un espejo de la Córdoba contemporánea, capaz de mostrar cómo se puede defender lo público, cómo se construye participación y cómo se garantiza que la educación no dependa exclusivamente del humor electoral del momento.
Los próximos meses serán determinantes: cada medida de gobierno, cada decisión de las agrupaciones estudiantiles y de los gremios, cada acción de la UNC será leída por la comunidad cordobesa, que históricamente ha demostrado un apoyo profundo y constante a la educación pública.
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