Capital: el llaryorismo (ahora sí) va por el territorio

Las elecciones de Centros Vecinales servirán al PJ para como precalentamiento para el test electoral de 2025, para el que resultará indispensable poner a punto la maquinaria territorial. Esta vez, habrá un elemento que agregará tensión: el llaryorismo, que no sembró estructuras en sus primeros seis, ahora jugará. ¿Curso de colisión con el viguismo?

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Por Felipe Osman

Como en cada elección de medio término, el aparato será sumamente importante para el PJ en el 2025, que esta vez podrá precalentar en las elecciones de Centros Vecinales, fechadas para los meses de abril y marzo.

Si la decisión de Schiaretti de no jugar en las Legislativas se confirma, Hacemos Unidos no tiene un candidato natural. Ninguno de los que ven en el 2025 la posibilidad de posicionarse para competir por la capital dos años más tarde sobresale, en términos de conocimiento e imagen positiva, respecto de los demás. Y de ahí la necesidad de que el aparato trabaje al pleno de sus capacidades para poder garantizarle al oficialismo ese piso de 15 puntos a partir del cual edificar.

En ese escenario, la renovación de autoridades de Centros Vecinales plantea una oportunidad para la puesta a punto de las estructuras territoriales. Y también para aquellos que apuesten a crecer en un mapa que desde hace más de 15 años es plenamente dominado por el viguismo.

Desde luego, dentro del esquema que engendró la senadora, los dirigentes territoriales de mayor peso jugarán, aunque algunos de ellos confiesen cierta apatía puertas adentro del partido.

La caída (¿definitiva?) de Guillermo Kraisman terminará de consolidar el liderazgo pleno de Pablo Ovejeros en la seccional 12 y sus alrededores. En rigor, Ovejeros ya tiene estructura sembrada en varias seccionales de la ciudad, y hasta ha empezado a incursionar en la 10ma. 

Diego Casado, que en las últimas elecciones de centros vecinales alcanzó un sólido éxito a partir de alianzas con el Surrbac y algunas agrupaciones K, también moverá sus fichas.

Del resto de las seccionales grandes, la 11 y la 13 están en franco proceso de reconfiguración. 

Pero sin entrar a un análisis pormenorizado de cada seccional, la novedad la aportará el llaryorismo. Ya a finales del año pasado, el diputado nacional Ignacio García Arezca empezó a recorrer la capital de la mano de Ignacio Scotto, presidente de la Agencia Córdoba Joven. Y ese armado se potenciará en los próximos meses, presumiblemente con el padrinazgo de algunos barones territoriales del PJ.

Será la primera vez, desde la llegada de Llaryora al Palacio 6 de Julio y su posterior desembarco en El Panal, que el llaryorismo muestre intenciones inequívocas de sembrar estructuras en la capital, por fuera -vale aclararlo- del armado que ya desde hace varios años germina Miguel Siciliano.

Ahora bien, ¿puede esto generar fricciones con el viguismo?

Dentro del peronismo capitalino prevalece la hipótesis de que no. Pero no puede darse por descontado.

Desde que la sucesión se perfeccionara, primero con las elecciones de junio de 2023 y, luego, con la efectiva toma del poder del actual mandatario, distintos observadores del oficialismo entienden que hay dos factores que mantienen en suspenso el definitivo trasvasamiento generacional dentro de Hacemos Unidos: el primero, la alta imagen positiva que mantiene el ex gobernador Juan Schiaretti en todas las mediciones. Y el segundo, el dominio territorial de las estructuras de la capital, en cabeza de su esposa.

Desde luego, el primero es el elemento -por lejos- más determinante. Pero el segundo no deja de estar ahí. 

Este pilar, a saber, el control del territorio capitalino, puede empezar a ser horadado este año.

El llaryorismo parece resuelto a impulsar la candidatura de Miguel Siciliano si Schiaretti no se aviene a ponerse al frente de la boleta. Y la pregunta que flota en el aire es cuánto empeño pondrán las estructuras que controla el viguismo en motorizar la candidatura del legislador, cuando hacerlo, y ayudarle a cosechar un buen resultado, podría significar otro paso en un definitivo trasvasamiento generacional que aleje al oficialismo de la necesidad de mantener la figura tutelar del ex gobernador.

   

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