Chile. Derrocamiento de Salvador Allende. 11 de septiembre de 1973

Parte 1 / 2

Nacional06 de febrero de 2025 Daniel Alvarez Soza
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Por Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política.  

 

Mientras la Argentina se preparaba para el llamado a elecciones que había hecho el presidente interino Raúl Lastiri, que reemplazaría al renunciado presidente Héctor Cámpora; en Chile, Salvador Allende veía como caía dramáticamente su gobierno, el que ya no contaba con la aprobación de la sociedad en su conjunto, ni de los demás órganos del poder. En este sentido existían pronunciamientos de los más diversos sectores que solicitaban urgentemente el término de la Unidad Popular, por considerarlo inconstitucional, e incapaz de mantener la gobernabilidad que pusiera fin al caos y la inseguridad que ya hemos tenido ocasión de revisar. A ello se sumaba la difícil situación económica, traducida en el desabastecimiento de mercaderías, una hiperinflación galopante, además de un déficit fiscal incomparable en la historia de Chile, situación que se agravaba por el clima de violencia a las que se veía enfrentada la comunidad.  

Germán Urzúa, en su obra “Historia política de Chile y su evolución electoral”, nos entrega una síntesis que explica la situación de Chile bajo la Unidad Popular:

“Al comenzar el Gobierno de la Unidad Popular se dijo que el sistema democrático no estaba preparado para el desarrollo impreso por aquél.

06022501 “La institucionalidad forjada en más de 130 años distó mucho de estar en reposo; se fue adecuando a distintos procesos de reforma, pero no estaba en condiciones de soportar un esquema revolucionario. Quien no entiende la pauta democrática no puede ser consecuente con ella; más aún, desprecia la esencia misma de toda democracia. Y eso le sucede a todo aquel que reniega de su valor intrínseco, esté a la derecha o a la izquierda”.

“Se destaca en este sentido la doble militancia de muchos integrantes de la Unidad Popular, pero especialmente miembros del Partido Socialista, quienes, dando la espalda a la tradición democrática del país, y a su propia tradición partidista, quisieron imponer a rajatabla un régimen conculcador de los derechos y libertades que entonces calificaban como simplemente formales, o más bien, burguesas”.

 “En efecto, ese Gobierno minoritario no quiso admitir sus evidentes limitaciones constitucionales, y precipitó inexorable y fatalmente al país a una solución de fuerza que lo hundió en un periodo de la mayor crisis social, política y moral registrada en toda la historia nacional”

 “Clodomiro Almeyda, (Socialista) reconoció después que la Unidad Popular no había apreciado adecuadamente el papel de las Fuerzas Armadas, y que había sido conducida por el sectarismo. La clave de tal conducta está en la declaración oficial emitida por el Presidente Allende: se trataba de realizar el Programa de Gobierno, de avanzar sin transar”.

 “Esta decisión tenía que llevar necesariamente al enfrentamiento, no sólo con quienes defendían su condición de clase propietaria, sino con quienes esgrimían el derecho fundamental de continuar viviendo en una sociedad abierta, es decir, políticamente democrática. Ese enfrentamiento había sido claramente visualizado por los teóricos de ese Gobierno, pero siempre fue desestimado, prefiriéndose copar los campos adversarios o simplemente neutralizarlos”.

Después de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, al no producirse un resultado claramente definidor, el predominio del ultrismo comenzó a hacerse evidente en ambos extremos y provocó a la postre la desestabilización final del Gobierno y de la misma institucionalidad democrática que, precariamente, se había podido mantener hasta septiembre de 1973.

Secuela de este recrudecimiento de la insurgencia fue el llamado a la insubordinación militar y, ciertamente, la infiltración descubierta en la marinería así como en otros sectores militares.

“El extremismo de izquierdista siempre había planeado la alternativa: o se sigue el camino de la conciliación y el reformismo, o se transita por la vía revolucionaria. Sobre esta última tendieron los esfuerzos de importantes sectores de la Unidad Popular, ante la ambigüedad y el temor de los demás integrantes”.

“Esta situación de extremismo desatado y de paralogización de los restantes sectores comprometidos, provocó un conflicto irreversible, que se expresó en definitiva en la falta de fe y de un esfuerzo real para encontrar una salida constitucional al enfrentamiento y, por la otra, en el golpismo nacionalista, que acentuó su tesis del golpe militar, planteada desde el triunfo de la Unidad Popular en septiembre de 1970. Así ocurrió el “tacnazo” del 29 de junio de 1973, detonante inmediato del 11 de septiembre. Como respuesta a este primer intento de Golpe, el Gobierno llamó al pueblo a tomarse “todas las industrias, todas las empresas”.De 282 empresas requisadas como consecuencia de la política de rebasamiento de la legalidad (contra sólo 91 empresas que figuraban en el Programa de la Unidad Popular), el 29 de junio ellas subieron a más de 526”.

“Por otra parte, la asonada cívico-militar del 29 de junio agudizó la polarización política, al producirse el acercamiento del MIR y el Partido Comunista. El Secretario General de éste citó a Lenin, que había dicho en alguna oportunidad que “cada establecimiento industrial debía convertirse en una fortaleza de la revolución” y llamó por eso a crear miles de fortalezas para la revolución”.

Los principales dirigentes del Partido Socialista y del MAPU fueron acusados de exhortar a la tropa a desobedecer la disciplina. La acusación de la Armada debía verse el 11 de septiembre en la Corte de Apelaciones de Valparaíso. Se dijo entonces que el plan consistía en provocar una sublevación el 5 de septiembre, la que abortada el 1º de ese mismo mes.

“La violencia revolucionaria y el extremismo de la derecha provocaron en definida el colapso del Gobierno de la Unidad Popular, y hundirían al país en un largo período de mayor antagonismo y de represión autoritaria que no trepido en destruir la propia institucionalidad democrática, conculcando los derechos humanos, con desprecio absoluto de la dignidad de las personas” (879).

La decisión de proceder al derrocamiento de Allende no fue fácil para las FF.AA, considerando la tradición democrática y respeto irrestricto a las instituciones que siempre éstas reconocieron a la institucionalidad imperante, por ende, nunca fueron receptivas las ideas de intervencionismo al interior de los círculos militares.

La causal de mayor peso, que apuró la decisión de las Fuerzas Armadas de destituir a la UP radicaba en que Allende ya no venía sosteniendo el proyecto del “socialismo a la chilena” que él había pregonado, esto porque el líder socialista creía tener la situación “en un puño” –como él mismo afirmaba- y, sin embargo, estaba disidido a imponer la dictadura del “poder popular”.

En este escenario, todo dependía de quien actuaba primero, ya que se acusaba de sediciosa a la oposición, por lo que los grupos más extremistas de la UP y el MIR trataban de anticiparse y de “golpear contra el golpe”, como dijera Carlos Altamirano cuando en un discurso reconoció haber intentado infiltrar células subversivas pertenecientes al MIR en la Marina.

Prueba de esta acción por anticiparse, es que la inteligencia militar, detectó oportunamente “los planes que los extremistas pensaban poner en ejecución el día 17 de septiembre”, el que consistía en que unos 13.000 hombres bien armados atacarían de improviso a las tropas mientras éstas participaban de la preparación de la parada militar del 19 Septiembre en el sector del Parque O’Higgins (Santiago), fecha en la cual se celebra el día de las glorias de Ejército. Se agregaba que una vez cumplida esta acción, guerrilleros procederían a asesinar a civiles adversarios del régimen, semejante exterminio masivo se conoció como el “Plan Zeta”.

El general Augusto Pinochet en su obra “El Día decisivo”, nos entrega una visión de la delicada situación que se vivía, la que incluso, amenazaba con la posibilidad de desencadenar una guerra civil, lo que determinaba acelerar los planes que pudieran detener este escenario: “Había un notorio repudio hacia el comandante en jefe del Ejército (general Carlos Prats) que, como ministro de defensa era presionado por la ciudadanía para que presentará su renuncia. Las llamadas telefónicas a su domicilio o a su oficina y los anónimos, eran diarios. Ese clima de rechazo llegó al colmo cuando las esposas (de los oficiales) se presentaron en el domicilio del comandante en Jefe del Ejército para pedirle la renuncia al cargo. La reacción del General Prats fue pedir protección policial. Las fuerzas policiales se hicieron presentes de inmediato para despejar la calle, empleando para ello bombas lacrimógenas y carros lanzaagua. Tal acción fue la gota que rebasó el vaso. El general Prats fue víctima ese día de la mayor crisis nerviosa que he conocido” (880).

El primer obstáculo de quienes planifican el derrocamiento de Allende estaba despejado. El 23 de Agosto de 1973, el general Prats presentaba su renuncia al presidente la que fue aceptada. A las 17: 00 horas de ese mismo día, el general Pinochet fue convocado por el propio presidente Allende, secundado por el general Prats.

Sobre los hechos, el Gral. Carlos Prats en sus “Memorias” señala: “17: 15 horas. Despierto del bullicio que siento frente a mi domicilio. Mi mujer, muy impresionada, me dice que se han concentrado unas 300 mujeres que gritaban y piden, a través del portero que las reciba para entregarme una carta. Al observar, vimos que participaban en la concentración varias esposas de generales y jefes en servicio activo y en retiro”.

“Quedo meditando en la gravedad de lo ocurrido. Al recordar uno a uno los nombres de las señoras de generales y oficiales que participaron en la manifestación, me siento como en el ensueño angustioso y tenaz  de las pesadillas, considerando  los largos años de falsa amistad que nos habían prodigado”

Miércoles 22 de agosto, 08:00: “Converso con el General Pinochet y le expreso que estoy dispuesto a olvidar el triste episodio de ayer, si los generales me expresan públicamente su solidaridad. Eso es lo que fundamentalmente interesa en las circunstancias críticas que estamos enfrentando...

  “Pinochet se manifiesta muy dolido y me asegura que hará cuanto esté de su parte por obtener una definición favorable de los generales”.

 “23 de agosto, a las 10:00: Pinochet concurre a mi despacho a informarme que ha recogido la reacción de los generales: la posición de la mayoría es negativa a firmar una declaración de solidaridad conmigo”.

“A las 13: 15 horas. Me entrevisto durante dos horas y media con el Presidente Allende, con un testigo: el Ministro Flores.

   “Le informo de la decisión de la mayoría de los generales de no firmar una declaración de solidaridad, a raíz de la manifestación frente a mi casa en la que participaron las esposas de algunos de ellos y otros oficiales”. 

   “Le insisto que acepte mi renuncia al Ministerio de Defensa y a la Comandancia en Jefe (881)”.

   Volviendo al ex presidente Pinochet, agrega que: “Después de una corta introducción, Allende me señaló, entre otras cosas, el quiebre que vivía su Gobierno a consecuencia de la incomprensión demostrada por la Democracia Cristiana, cuyo objetivo era entrar al Gobierno para recuperar el poder, lo que él no podía aceptar. Luego hizo un breve comentario sobre choques producidos entre civiles y militares en la ciudad de Concepción y la constante acción de la burguesía para impulsar al Ejército a un “cuartelazo” como lo calificó y terminó diciéndome: “general, creo que usted es el hombre que debe seguir en el puesto del Gral. Prats”. 

    En los últimos días de agosto la situación era cada vez más complicada a tal punto, que de acuerdo con la versión del general Pinochet, “nuestros compatriotas habían llegado al límite de la tensión”.

   Según un memorándum firmado por la Dirección de Operaciones del Ejército, con fecha 27 de agosto de 1973: “Los extremos políticos sostienen posiciones irreconciliables. Buscan polarizar en torno a ellos a la gran masa ciudadana de posición de centro, exigiendo una definición política a todos (…) La solución propiciada por el actual Gobierno no ha dado satisfacción a las aspiraciones de una mayoría apreciable de la población (…) Se ha agredido económicamente a la clase media por constituir el gran escollo para alcanzar la dictadura del proletariado”.

    Pinochet consideró el informe como claro, concluyendo que éste no dejaba duda sobre el “camino y la finalidad a la que se estaba llegando”.

  El citado informe continuaba explicando fríamente las condiciones de inseguridad permanente: “Se ha perdido el respeto por la vida humana, se matan sin temor ni escrúpulos. La propiedad privada tampoco es respetada. La clase obrera ha sido organizada políticamente, entrenada, armada y ha tomado conciencia de ser fuerte”.

  “Se ha desarrollado una ola de atentados contra personas y servicios de utilidad pública. El terrorismo aumenta rápidamente y escapa al control de la autoridad. A lo cual se suma lo más grave: el Gobierno no muestra síntomas de desear poner un fin drástico al extremismo que se manifiesta en todas sus organizaciones. La ansiada y esperada paz no parte del Gobierno y sus seguidores; por el contrario, se ha empleado la técnica internacional de fomentar el odio entre las personas y las clases sociales, similar a las empleadas en Alemania Oriental, Corea del Norte y Vietnam. Súmase a lo interior el fuerte apoyo externo al extremismo, tanto en lo personal y material, como en armamento y fondos. La cantidad de extremistas extranjeros que actúan en Chile ha llegado a límites incalculables, con grave amenaza para el país, las personas y el orden constituido” (882).

 

Bibliografía.

 

879.- URZUA. Germán: “La historia política de Chile y su evolución electoral”. Ob.cit. Págs. 691-692-693.

880.- PINOCHET UGARTE. Augusto: “El día decisivo”. Ob cit. Págs. 71-72.

881.- PRATS GONZÁLEZ. Carlos. “MEMORIAS”. Pehuén Editores. Santiago. 1985. Págs. 481-482-483-484-485-486.

882.- PINOCHET UGARTE. Augusto: “El día decisivo”. Ob cit. Págs. 71-72-89-90-91.

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