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El último de los picos de rating
En este presente de la TV de aire, asediada por los contenidos online, es inevitable destacar a “Gran Hermano” como uno de los escasos ciclos que ameritan el ingreso en ese cuadro de honor de los que perduraron a lo largo de un tiempo considerable en las grillas de programación.
Cultura05 de diciembre de 2024J.C. MaraddónJ.C. Maraddón
Allá por los años sesenta, cuando la televisión se instaló como el medio de comunicación más popular, capaz de reunir a la familia durante horas frente a la pantalla, se apeló a formatos que consiguieran concitar el interés masivo y sostuvieran en el tiempo ese atractivo. Los noticieros, los ciclos de entretenimientos, las series, las telenovelas y los envíos humorísticos fueron los que se contaron entre los favoritos de la teleplatea, además de esos programas ómnibus que solían ocupar tardes y noches de los fines de semana y que reunían shows musicales, competencias de destreza o cultura general, rutinas cómicas e informes especiales.
Una vez que alguna de esas propuestas audiovisuales lograba hacerse de un público fiel que encendía el televisor para verla, era muy difícil desplazarla de la programación y, de no mediar ningún factor extra, tenía garantizada su permanencia en el aire cuando se iniciara la siguiente temporada. Fue así como se instauraron verdaderos clásicos de la TV argentina que prolongaron durante largos periodos su estadía en cierto canal, con la chance de mudarse a la señal de la competencia si existía una oferta tentadora. La gente esperaba ansiosa que, tras la pausa veraniega, su programa favorito retornase en el horario habitual.
Y por más que los estudios de audiencia se habían instrumentado desde muy temprano, el termómetro del alcance que tenía determinado ciclo estaba en la calle: en sus quehaceres cotidianos, los espectadores comentaban lo que había ocurrido en la tele, como un tema de conversación más, a la altura de lo que podían ser los avatares de la meteorología o la agenda futbolística. Entre los niños, se hablaba de lo que había pasado en la más reciente emisión de “Titanes en el ring”, en tanto que los adultos intercambiaban opiniones sobre el monólogo de Tato Bores.
Muy pocos de aquellos hallazgos han sobrevivido hasta la actualidad, pero si uno ha demostrado su capacidad de aptarse a todas las épocas es el que tiene como conductora a Mirtha Legrand, que salvo algunos intervalos forzados sostiene su vigencia desde 1968. Y otro que durante algunos decenios brindó excusas para las charlas en la oficina o en el almacén fue Marcelo Tinelli, cuyos certámenes y reality shows monopolizaban el rating unos veinte años atrás, aunque ahora esté decididamente en un momento de bajo impacto con la nueva versión del “Cantando por un sueño” que se emite a través del canal América.
En este presente de la TV de aire, asediada por los contenidos online, es inevitable destacar a “Gran Hermano” como uno de los escasos programas que ameritan el ingreso en ese cuadro de honor de los que perduraron a lo largo de un lapso considerable en las grillas de programación. Apelando a la natural curiosidad de las personas por las vidas ajenas, este reality show consiguió con su franquicia local extender más allá de lo previsto la resistencia de la ya antigua televisión, a la que complementa con contenidos interactivos en redes sociales para que no queden afuera las nuevas generaciones.
Al igual que ha ocurrido con sus anteriores ediciones, este flamante “Gran Hermano” que arrancó en Telefé esta semana vuelve a generar polémicas y a proveer datos intrascendentes que sacan a los televidentes de sus preocupaciones y los trasladan a un mundo ficticio al que se adorna como “real”. Para ponerse a tono con la actualidad, los participantes disponen esta vez de una sala de streaming, tal vez preparando el terreno para saltar próximamente a otro soporte y dejar a la TV abierta sin el que ahora es el único producto con picos de rating dignos de ser tenidos en cuenta.
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