Nacional Por: Javier Boher09 de diciembre de 2025

Debate nacionalista por los F-16

El fin de semana se discutió sobre los aviones que compró el gobierno y que celebró la gente

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com


No sé si vale la pena hacer un ranking de lo que más se habló durante el fin de semana, pero probablemente el tema de los aviones F-16 que compró Argentina esté en el podio, disputado con la derrota de Boca y el armado del arbolito de Navidad. De cualquier forma, los aviones fueron lo más importante para los que seguimos de cerca la política más que el fútbol y los ritos religiosos.
Sabemos que los argentinos somos opinólogos natos. Necesitamos decir lo que pensamos sobre los más diversos temas, independientemente de nuestro nivel de conocimiento sobre los mismos. Cambiamos rápidamente de uno a otro con agilidad, sin detenernos a pensar en los detalles, muchas veces repitiendo cosas que vemos por ahí y que nos hacen mucho sentido, todo potenciado por las redes sociales. Yo no tengo ni idea sobre aviones (y mucho menos sobre aviones de combate o cazas supersónicos) pero algo entiendo sobre otras cuestiones que se relacionan con esta compra que decidió hacer el gobierno libertario.
Indudablemente tenemos el nacionalismo más loco del mundo, que se basa en una idea de Estado presente que no tiene los medios para asegurar su soberanía. Cada Estado es distinto, con sistemas legales y de gobierno diferentes, pero lo que los caracteriza en su aspecto internacional es el poder de que nadie les dispute la capacidad de imponer un orden dentro de sus límites. En otras palabras, el vecino no puede venir a cortarme el pasto sin mi permiso porque a él no le gusta cómo se ve. 
Tenemos la suerte de vivir en una región pacífica en lo referido a conflictos interestatales. Tenemos vecinos pacíficos con los que hemos resuelto nuestros conflictos limítrofes y con los que nos unen proyectos de integración de distintos tipos. No hay tensiones culturales, religiosas, raciales, ni lingüísticas, y las diferencias políticas y económicas son poco importantes. Lo bueno de esta región es que no andamos mirando cómo le gusta tener el pasto al vecino, ni tampoco nos interesa que lo tenga de otra forma.
Pero eso puede no ser siempre así. Quizás algún día aparece alguien al que le gusta que el pasto esté bien corto, como en un green de golf, y pretende que todo el barrio esté igual; pero si todos los días se asoma al patio del vecino y lo ve lustrar su escopeta, difícilmente quiera mandar a los jardineros con sus cortadoras de césped a dejarlo bien cortito. Esa es la disuasión y es el motivo por el cual los países vecinos (y unos buenos vecinos) eligen invertir en sus fuerzas armadas.
Hay una frase que se le atribuye a Charles De Gaulle y dice: “Las Fuerzas Armadas no sirven para nada, salvo cuando todo depende de ellas”. Todo el debate que hubo sobre la inversión para las distintas ramas de las Fuerzas Armadas (en este caso para la Fuerza Aérea) no se hizo bajo premisas y términos militares, sino con la idea de que no vale la pena invertir en armamento porque estamos en un barrio bueno (aunque nadie tenga la certeza de que eso pueda ser duradero).
Hay dos grandes vertientes en las críticas a esta decisión del gobierno. Por un lado está la económica, aquella de que no vale la pena gastar en estas cosas cuando hay otras urgencias derivadas de la situación económica. Son los que creen que el Estado debería financiar obra pública o planes sociales, sin tener en cuenta que ninguna es esencial o inherente a un Estado mínimo según la visión liberal.
Esta vertiente es la misma que se lamenta por las universidades, las políticas de género y todas esas cuestiones “blandas” o sociológicas. Son los que creen que si te llevás bien con los vecinos no te van a robar, por eso eligen hacer un centro cultural para practicar murga en lugar de invertir en un alambrado. Después tienen que hacer una campaña en Facebook o en los programas de Canal Doce porque les robaron todo.
La otra vertiente es la geopolítica y tecnológica, la que dice que es armamento obsoleto que los daneses se sacaron de encima gracias a que nosotros tuvimos que pagar un tributo imperial que garantice nuestra dependencia de Estados Unidos. Parafraseando la frase de Churchill sobre la democracia, Estados Unidos es el peor imperio que existe, con excepción de todos los otros (en este caso, el ruso y el chino). 
Los críticos de lo tecnológico en realidad tienen un sesgo absolutamente antinorteamericano, porque son los mismos que compartían con orgullo las refuncionalizaciones del Pampa en FADeA, los que pretenden sostener la fábrica abierta para que estire la vida útil de aviones de la misma edad que los F-16, pero con muchas menos prestaciones.
Todo lo que rodeó a la presentación de los aviones era más que esperable. El gobierno toca una fibra nacionalista muy diferente a la que elegía el kirchnerismo, que prefería la épica de la víctima emasculada por el imperialismo yanqui. Los libertarios quieren imponer el regreso de los desfiles y el orgullo por el territorio, algo que por años fue casi una mala palabra. 
Todo lo que se vio fue un circo, pero un circo que le hace ganar elecciones al gobierno. Vivimos en un país en el que la gente va al lado del alambrado del aeropuerto y lleva la reposera para ver salir y llegar aviones de línea, ¿cómo no va a estar lleno de personas emocionadas por ver pasar aviones supersónicos, convencidas de que también son un poco de ellas?

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