Provincial Por Yanina Soria 15 de junio de 2023

Cuando la disciplina puede más que la convicción

El acercamiento del gobernador Juan Schiaretti a Horacio Rodríguez Larreta genera rechazos en el justicialismo cordobés que, sin embargo, permanece muteado. Miedo a disentir, disciplina y verticalidad, algunas de las razones que imperan en una fuerza en pleno proceso de transformación.

A más de uno en el peronismo cordobés se les retorcieron las tripas cuando se blanqueó el coqueteo político entre el gobernador Juan Schiaretti y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Y si bien el romance no se consumó (al menos por ahora) la sola idea de imaginar al PJ Córdoba teniendo que trabajar para la campaña de uno los líderes del PRO, generó una situación de -por lo menos- incomodidad en ciertos dirigentes. 

En el afán de mostrarse amplio, dialoguista y federal, Schiaretti decidió avanzar en una dirección que algunos entienden resulta injustificable. 

En la doctrina de José Manuel de la Sota, un acercamiento del cordobesismo con cualquier versión de Juntos por el Cambio (ex Cambiemos) era algo impensado. Es más, la resistencia a un eventual pacto quedó cristalizada durante la primera parte del gobierno de Mauricio Macri y fue una clara diferencia que mantuvo el ex mandatario con su sucesor. Solo basta recordar que al tres veces gobernador de Córdoba la muerte lo encontró trabajando en la reconstrucción de los vínculos con el PJ Nacional con vértice en la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. 

 
Sin embargo, desde que Schiaretti se quedó con la suma del poder político y público, fue dando señales de hacia dónde pretendía llevar al peronismo provincial. A lo largo de éstos últimos años, fue moldeando una convicción que hoy repite muy seguro cada vez que puede: para sacar al país del lugar en el que está, se necesita un gobierno de coalición. Y ahí apunta. 

El primer correlato de ese pensamiento se materializó en Marcos Juárez el año pasado. Schiaretti creyó interpretar a la sociedad y “los signos de los nuevos tiempos”. Desperonizó lo más que pudo su oferta local y la amplió sumando a quien por entonces era la mano derecha del intendente Pedro Dellarossa, un amarillo de la primera hora. El gobernador bajó al candidato peronista e hizo a la ex funcionaria municipal, Verónica Crescente, cabeza del proyecto. ¿Resultado? Malo, malísimo para Hacemos por Córdoba. Los marcosjuarenses castigaron esa alquimia. 

En aquel momento, como reacción a la idea de difuminar las fronteras del partido en la antesala electoral del 2023, la diputada Natalia de la Sota y el intendente Martín Gill amagaron con gestar algo. 

Durante un tiempo corto, plantearon disidencias con esa estrategia del Panal dejando en claro que no podría ser ese el camino para abordar el año electoral que se venía. Sin embargo, esa empresa que parecía recoger adhesiones de distintos intendentes y dirigentes, se quedó a mitad de camino y luego cada quien siguió con lo suyo. 

Hoy son muchos a los que les provoca urticaria un eventual acercamiento a Larreta y el multi combo de Gerardo Morales, Elisa Carrió, Martin Losteau, José Luis Espert, entre otros. Como así tampoco convence la incorporación de dirigentes del PRO a la coalición local y muchos menos la entrega de candidaturas en lugares expectables en la boleta provincial y municipal. 

Lo que para el schiarettismo y llaryorismo es pensar en una nueva etapa de la política, amplia, sin límites ni etiquetas partidarias, para otros es jugar al límite. De hecho, en algún momento, para el PJ Córdoba el límite fue el PRO y hoy, ya son parte. 

En ese escenario presuntivo para el peronismo cordobés del “vale todo” menos el kirchnerismo y Javier Milei, ¿alguien dijo algo dentro de Hacemos Unidos? ¿Alguien se animó a romper el discurso monocorde que se escucha desde hace tiempo para marcar las diferencias? La respuesta es “no”. Nadie blanquea por lo alto, lo que refunfuña por lo bajo. 

Miedo a disentir, disciplina y verticalidad. Algunas de las razones por las que en un movimiento con tanta historia como es el peronismo, pareciera que pensar distinto está mal. Y decirlo, resulta un acto suicida. La lógica de “a dónde más va a ir” impera desde hace tiempo para quienes hacen saber de alguna diferencia. 

Precisamente esa línea de campaña, con críticas al oficialismo, es la que abona la lista que encabeza el intendente de Embalse, Federico Alesandri, que va en plena sintonía con lo que viene planteando el ex senador Carlos Caserio desde el 2019 cuando dejó las filas del schiarettismo. En aquel momento, el ex presidente del partido se animó a desalambrar al PJ y se llevó a varios. Hoy es uno de los pocos que se mantiene de ese lado, mientras qye la mayoría decidió regresar al calor del campamento de Hacemos por Córdoba. 

Aunque el oficialismo lo minimice sintetizando todo en el kirchnerismo, ese sector es el único que hoy expresa disidencia dentro del PJ cordobés.  

Lo que resulta paradójico es que, quien puede llegar a convertirse en el sucesor de Schiaretti el próximo 25 de junio, ascendió al plano provincial producto precisamente de una interna planteada a la cúpula del PJ. Luego de las PASO del 2013, en la que Schiaretti se impuso a la lista de diputados encabezada por el entonces intendente de San Francisco, De la Sota dijo textual: “Quiero hacer llegar mi felicitación a Llaryora. Se recibió de dirigente provincial esta noche”. 

La realidad, por más maquillada que esté, es que hoy poco y nada se discute en Hacemos Unidos. Las decisiones se resuelven al más alto nivel y luego se imparten. Punto. No existen instancias para abrir un diálogo político real y mucho menos hubo lugar para resolver candidaturas por internas. 

Hacemos Unidos se muestra como una fuerza ordenada y sin grandes traumas internos producto de una verticalidad que no admite matices. Si la era que se abre con Llaryora será diferente, es todo un interrogante. 

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