Nacional Por: Javier Boher21 de noviembre de 2023

Reflexiones sobre el cambio de gobierno

La elección marcó una serie de particularidades que abren un abanico de interrogantes para los meses por venir.

Por Javier Boher

rjboher@gmail.com

El contundente triunfo de Javier Milei sepultó rápidamente al hiperministro Massa. Si Alfonsín le propinó al peronismo unido la primera derrota de su historia, Milei le dio la peor de ellas. Le ganó en 21 distritos, le sacó once puntos porcentuales de distancia y casi le quita la provincia de Buenos Aires.

Todavía no alcanzamos a medir lo que significa que una persona totalmente ajena a la política -aunque tenga algunos lazos medio vidriosos con la misma- le haya ganado a un peronismo unido y en el gobierno, con todos los recursos que eso implica. Las asimetrías de la campaña (cualquiera puede ver la diferencia en la cantidad de afiches en la vía pública) y los apoyos de casi todas las corporaciones del país -incluso del presidente de la Sociedad Rural- marca que es un triunfo que se gestó desde las grandes masas inorgánicas del país, las que han dejado de estar representadas por políticos, dirigentes gremiales, dirigentes sociales y todas las organizaciones de la sociedad civil como la conocíamos hasta ahora. Empieza una nueva era, aunque no sabemos muy bien qué significa.

Muchos de nosotros todavía nos preguntamos qué va a hacer el presidente electo una vez que asuma la jefatura de gobierno. También hay que preguntarse cómo lo va a hacer, siendo el presidente más débil de la historia en lo que hace al poder de fuego legislativo, con 15% de la Cámara de Diputados y 10% del Senado.

La falta de gobernadores o intendentes propios lo ponen en un lugar de ausencia de territorio, lo que puede ser un problema si lo medimos a partir de lo que suele ser habitual en el país, pero mucho menos relevante si pensamos en que Milei alguna vez se ha definido como minarquista, la doctrina que plantea que el Estado debe tener la mínima extensión posible. El riesgo de pensar que se puede prescindir de estructura territorial es que aumente el nivel de anarquía y falta de coordinación en temas delicados como seguridad.

A pesar de eso, la imagen que dio en su discurso del domingo fue la de alguien plenamente consciente de lo que significa la autoridad presidencial, en un fuerte contraste con el abandono de funciones que hizo Alberto Fernández. Si el país hace más de un año que es gobernado de facto por Sergio Massa, es porque el presidente decidió dar un paso al costado, generando un vacío de poder percibido por la gente. Nadie se quiere hacer cargo de este fracaso, pero los ciudadanos señalaron que saben claramente quiénes son los padres de la criatura.

A pesar de la contundente victoria, Milei sacó muy pocos votos en la primera vuelta, lo que recuerda al caso de Néstor Kirchner en 2003. De sus ocho millones de votos originales pasó a 14,5 millones, un crecimiento del 80%. Así, casi uno de cada dos votantes no lo eligió en primera instancia, sino que lo hizo ahora en rechazo al kirchnerismo. Esos votantes serán el primer agente de control sobre el futuro gobierno, atento a que ese voto privilegió otras cosas al momento de elegir, distintas a las que ponderó cuando hubo que descartar.

En esa voluntad de controlar también se verá cuántas ganas tiene el kirchnerismo de respetar las reglas democráticas por las que dicen haber votado. Desinflado respecto a 2015-2019, con una Cristina más grande y más cansada, sin referentes claros (Massa fue su mejor y peor candidato simultáneamente) y en un cambio de época que los ubica en una franca minoría discursiva, quizás haya algunos que decidan pegar el salto a lo que se construya en la oposición y tenga posibilidades de convertirse en gobierno en lugar de morir en consignas ideológicas como las que todavía sostienen algunos nostálgicos de Oscar Alende y el Partido Intransigente.

El kirchnerismo perdió cinco de las últimas seis elecciones, dejando más y más votantes en el camino, abrazando consignas sectarias en lugar de abrirse al pragmatismo. Se terminó el encanto y se nota en la cantidad de votos que cosechó Milei en provincias que siempre gana el peronismo. En ese sentido, la elección del domingo fue mucho más contundente que la de Macri, quien tuvo más problemas para identificarse con la gente común por su historia de acomodado.

Así, esa transformación del mapa electoral señala también que el sistema de partidos ha explotado, porque no quedan partidos de alcance nacional real. Juntos por el Cambio está en crisis, con Carrió ya anunciando que se van de la alianza. Los radicales -al menos los del progresismo bobo, como Morales y Lousteau- fueron otros de los grandes perdedores, quedando en un espacio incómodo de no ser ni una cosa ni la otra. Quizás en los próximos meses pueda redefinir su perfil, especialmente cuando pensamos que buena parte de sus expresiones provinciales tienen un perfil más conservador que el de los grandes centros urbanos.

El peronismo tiene menos gobernadores que nunca en su historia, incluso si se cuentan las expresiones peronistas locales que decidieron diferenciarse de la conducción nacional. Tanto tiempo cortando el pasto para que no crezca nada que le haga sombra a Cristina los llevó a que van a tener que esperar un rato para que asome algo desde abajo. No abundan los nombres que puedan encabezar ese proceso, pero además el peronismo del conurbano y la capital parece haberse olvidado que las presidencias exitosas se construyen desde el interior. Desde el domingo hay varios análisis que tratan a los dirigentes del interior como bárbaros de mente estrecha que no entienden el mundo. Quizás por eso también creció Milei.

Estos días que quedan hasta la asunción serán complicados, especialmente si el kirchnerismo honra su tradición de no cooperar con nada. Hay que ver qué pasa. Quizás Alberto se levanta de la siesta y decide recibir a Milei, aunque sea apenas como un último acto de microrebeldía para hacer enojar a Cristina.

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