Las vueltas del piquete
El caso de una muerte por los cortes de ruta en Jujuy deja en evidencia que el piquete es una herramienta extemporánea, vaciada de legitimidad y al servicio de los intereses de un determinado sector político.
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
El final de la década del ‘90 tuvo a los cortes de ruta como la forma de expresión de descontento popular más relevante. Los piquetes de la provincia de Neuquén, muy golpeada por la privatización de YPF, irrumpían en las pantallas de canales televisivos que podían mostrar con mucha mayor facilidad -por los avances técnicos de esos años- lo que pasaba, incluso en tiempo real.
Esos años de elevado desempleo y fuertes críticas hacia el modelo económico del menemismo generaron una reacción social que sorprendió a muchos. Los gremios le habían dado la espalda a los trabajadores que habían perdido su empleo para que algunos dirigentes gremiales mantuvieran pequeñas cuotas de poder en el gobierno de Menem. Los desocupados, carentes de representación partidaria, fueron organizándose en estructuras horizontales y cooperativas para hacerle frente al abandono en el que se encontraban.
Las imágenes de represión a las protestas y cortes generaba enojo en buena parte de la población, que entendía la difícil situación por la que estaban atravesando las personas que habían perdido su sustento, lo que las había llevado a participar de aquellos eventos. Palos, botas, perros o camiones hidrantes contra gente que pretendía acceder a un trabajo para poner un plato de comida en la mesa de su familia.
Aquellas escenas de hace 20 o 25 años hoy son demasiado lejanas para la inmensa mayoría de la gente. Las organizaciones piqueteras fueron cooptadas poco a poco por un kirchnerismo que necesitaba construir una base de sustentación propia tras su irrupción electoral de 2003. En una lectura más inteligente que la de otros espacios políticos, supieron darse cuenta del potencial que implicaba una masa con alrededor de un 40% de pobres y más del 15% de desocupados.
Así, lentamente, el piquete se fue despegando de aquella imagen de lucha social justa para pasar a ser un sinónimo de desaparición del Estado, punterismo y neoservilismo. Se normalizó que la gente no tenga trabajo y cobre un plan, que corte calles o rutas por cualquier cosa y que el Estado no haga nada para resolverlo, sabiendo que despejar la calzada es más problemático que dejar a toda la sociedad de rehén de un puñado de persona que cree que su reclamo es más justo que las necesidades de los demás.
Hace un cuarto de siglo el piquete irrumpía con fuerza y se ganaba la simpatía de aquellos que vivían con algo de culpa el vivir mejor que tantos que quedaban desamparados. Eso cambió radicalmente en las vísperas de una nueva elección. El corrimiento del sentido común hacia un punto favorable a un Estado que ponga orden en la vida cotidiana es una evolución respecto al Estado al que a fines de los ‘90 se le pedía que garantice el sustento de su población.
Si lo pusiéramos en términos de estereotipo de familia tradicional, sería ir un paso más allá de que el adulto proveedor garantice el sustento para los miembros del clan; es pedir que también ponga orden si alguno decide vivir de arriba sin aportar a la supervivencia y armonía del conjunto, es apagarle el tele o sacarle el celular al hijo que se está llevando todas las materias porque nunca se sienta a estudiar.
Jujuy
Hace alrededor de un mes los piquetes en la provincia de Jujuy tomaban la pantalla de los medios nacionales por asalto. La polémica por la nueva Constitución provincial y algunos artículos que el kirchnerismo consideraba abusivos generaron una ola de protestas en las que primaron la violencia y la destrucción del espacio público.
El Gobierno nacional ordenó a Gendarmería no intervenir y culpó de todo al gobernador Morales. Los cortes de ruta se mantienen desde entonces y la provincia parece quedar demasiado lejos de Buenos Aires como para que a alguien le interese.
Finalmente, ayer el tiempo le terminó dando la razón a Morales: una turista murió tras descompensarse en un corte de ruta. Estuvo retenida durante más de 10 horas en diversos piquetes en distintos puntos de la provincia. Tras el suceso, bajaron el cuerpo del colectivo, lo llevaron a la morgue y el resto del pasaje siguió su viaje en colectivo, resignados a soportar el destrato por parte de los manifestantes, que mantuvieron el corte a pesar del desafortunado acontecimiento.
Por otro lado, los comerciantes y empresarios turísticos también reclamaron por el impacto económico de la decisión de interrumpir el tránsito de la población. Hay 18 cortes en distintos puntos de la provincia, que generan cada vez más rechazo por parte de los afectados.
En un cuarto de siglo, el piquete pasó de ser una herramienta legítima de protesta social, respaldada por el grueso de la sociedad, a ser considerada un arma de extorsión usada por parte de algunos sectores políticos en contra del resto de la población. Si hace 25 años el piquete permitió un cambio de humor político fue porque la sociedad no fue indiferente al reclamo de aquellos que estaban siendo víctimas de un modelo político y económico que los perjudicaba. Hoy el reclamo más justo parece estar del lado de los que sufren las consecuencias de irracionales cortes de ruta que impactan negativamente en una economía destruida, que atentan contra la vida de la gente y -fundamentalmente- le dan la espalda a los que hoy más lo necesitan.
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