La interna del Pro no para
El partido del ex presidente Macri pasó de gobernar el país hasta 2019 a sufrir una nueva división producto de la indefinición del rumbo político a seguir
Por Javier Boher
La interna del Pro está en llamas, desoyendo aquello de que los trapos sucios se lavan en casa. Como si estuviesen tratando de quedar en el centro de la escena las vertientes oficialista y opositora-colaborativa armaron un escándalo que tuvo a todos discutiendo bastante por eso.
La duda central es respecto a la forma en la que el partido debe trabajar con La Libertad Avanza. Hay una parte del partido que quiere la integración total, empezando por la ministra Bullrich. Hay otra parte que cree que hay que acompañar el trazo grueso, tratando de no quedar pegados al gobierno para ser alternativa en el caso de que la gestión de Milei se estrelle con fuerza. La tercera facción, de la que se habla poco, es la de los larretistas, los que rechazan de plano la idea de hace algo con los libertarios. Muchos de este espacio ya están explorando otros lugares.
El caso del Pro demuestra de qué manera el destino político es caprichoso. En 2021 existía algo que se llamaba Juntos por el Cambio, que ganó las elecciones legislativas. Después de eso varios se imaginaban presidiendo el país. Quizás fueron demasiados y por eso empezaron los problemas. En 2023 los dos precandidatos a presidente fueron del pro y los dos perdieron. Nadie entendió a tiempo que la gente demandaba un cambio más profundo. En 2025 no sabemos cuántos votos pueden llegar a sacar así diezmados (porque hay que sumar a los que perdieron en las provincias, como el caso de Pretto en Córdoba).
Si nos remontamos más atrás en el tiempo, Macri había demostrado ser una máquina de ganar y acumular poder. Le ganó a Esteban Bullrich (que se había quedado con el sello del partido de López Murphy), le ganó a Bullrich y le ganó a los radicales, metiendo a todos dentro de una misma alianza, con la que le ganó al kirchnerismo y también se llevó a algunos peronistas. Se convirtió en el referente del campo y metió adentro a algunos que en 2015 habían estado con Massa. De esa larga lista de éxitos sale su apodo de “el killer”. Hoy corre el riesgo de que su partido termine como el MID, un sello de un ex presidente que solo sirve para engordar alianzas y frentes electorales.
La idea original de hacer un partido liberal moderno fue mutando, condicionada por la realidad política general. Al principio era relativamente fácil mantener cohesionada a la derecha: pasando el Pro no había nada, era el último pueblo del espectro ideológico. Todos los que querían algo de derecha se veían obligados a ponerle su voto, aunque sus visiones fuesen completamente distintas: Gómez Centurión conviviendo con Pablo Avelluto, por poner un ejemplo. Era el partido atrapatodo de conservadores y liberales.
Milei rompió eso y dejó al Pro en un lugar incómodo, porque no es exactamente un partido de centro, pero tampoco se siente cómodo con la visión libertaria y anarcocapitalista de la propuesta oficial. Si se sigue moviendo hacia la izquierda está el otro partido de centro, el radicalismo, que está viviendo su propia lucha para definir qué va a hacer con esta realidad que tensiona la fuerza de sus ideas con las exigencias de sus votantes. ¿Cómo se hace para ser un partido moderado después de un ballotage entre extremos?
Desandando el camino hacia atrás, Macri ya perdió a buena parte de todos esos que supo dominar. Le quedan algunos cuadros más jóvenes y algunos fieles de siempre, pero no parece haber mucho más. Bullrich tampoco se estaría llevando tanto, mucho menos Larreta.
El desafío hacia 2025 es ver quién llega siendo más competitivo. Las elecciones de medio término siempre premian a varios partidos, porque la distribución proporcional de las bancas, lo que puede demorar la definición. La estrategia oficial será polarizar, al igual que lo hará el kirchnerismo, en un “ellos o nosotros” en el que no va a haber mucho lugar para matices. Quizás por eso algunos la tienen tan difícil para decidir de qué manera se van a preparar de cara al año que viene, si a favor, en contra o como una tercera vía de dudoso caudal de votos.
Quizás la gente eligió al candidato más llamativo y ahora se da cuenta de que se pasó de la parada en la que le hubiese gustado bajarse. Tal vez Macri esté esperando para ir a recoger a todos esos que apostaron y se les fue la mano, porque el gobierno libertario no es otra cosa que esto, un rejunte de viejos PJ, massismo residual en el Estado y un puñado de jóvenes conservadores que creen ser liberales. El problema de Macri es él mismo: no parece haber construido candidatos capaces de renovarle la cara al partido, siendo él el máximo referente y uno de los que menos mide en imagen positiva.
El Pro se está desintegrando y no parece tener muy en claro de que manera evitar que eso suceda. Mientras tanto, a nosotros nos dejan entretenernos con esos papelones que a ellos les gustaba señalar en otros partidos que llevan muchos más años de existencia.
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