Nacional Por: Javier Boher11 de julio de 2024

¿Hay algo que funcione?

La suma de eventos que afectan directamente a los ciudadanos nos hacen preguntarnos sobre la salud del Estado que nos rodea

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

Habitualmente hablamos mucho sobre la economía, la política que condiciona el futuro del país y cosas por el estilo, pero en estos últimos días se han sucedido algunos eventos que nos hacen pensar sobre cómo funcionan el Estado y la cosa pública a nuestro alrededor. En definitiva, más allá de esas grandes directrices nacionales, lo que más nos afecta es lo que tenemos en nuestro entorno más inmediato.

Ayer, y después de cinco días de paro, los colectivos interurbanos  volvieron a circular. Como si no hubiese habido gente que no puede faltar a trabajar, universitarios rindiendo finales o gente con ganas de salir a pasear por las vacaciones, los responsables de resolver el problema se tomaron en serio la doctrina de no innovar para no complicarse. Trataron de no meterse en un lío y esperaron a que pase el tiempo para ver cómo se resolvía el tema.

Este tema se viene repitiendo desde principio de año, sea con la excusa de que se recortaron los subsidios, de que subieron los combustibles o cualquier otra. Aparentemente nunca termina de pagarse lo que cuesta realmente el servicio, pero los usuarios pagan cada vez más por cada vez menos. ¿Funcionan los responsables del transporte?

La pregunta es absolutamente válida, especialmente después de la noticia del choque entre un tren y un colectivo. Años hablando de inversiones para la compra de unidades 0km, de reacondicionamiento de vías y de sincronización de frecuencias para terminar con un accidente que se podría evitar si las cosas se hicieran con un mínimo de seriedad y con el mínimo posible de improvisación. Parche tras parche, todo en algún momento falla.

En este corrimiento del Estado respecto de sus obligaciones es que tuvimos la tragedia de un incendio que costó cuatro vidas a menos de un año de otro caso similar. Ya se sabrá cuánto de negligencia hubo por parte de los fallecidos, pero la reiteración de hechos marca que los controles sobre los edificios son deficientes. 

Hay quienes sostienen que el problema es una normativa desactualizada o que es muy difícil pedir las obras de infraestructura necesarias para adaptar los edificios existentes a la misma, pero ¿cuántas ciudades más antiguas que Córdoba han logrado resolver esos problemas alrededor del mundo? Quizás el tema no es resolver problemas sino cobrar tasas. Al menos esta vez un concejal tuvo la idea de pedir detectores de humo en los edificios, un implemento económico que igualmente podría tener cada uno de los propietarios o inquilinos si tuviesen un mínimo de consideración por su propia vida. Por esas fallas en la naturaleza humana (ahorrarse unos míseros $20.000) es que hace falta un Estado regulando ciertos aspectos para la preservación de la vida. ¿Funcionan los responsables de controlar los edificios?

El tema del incendio empalma con la noticia de un taller que se prendió fuego en Barrio SEP.  ¿El motivo? Unos chicos (que ya tienen antecedentes) estaban quemando cables para robarse el metal. El incendio se descontroló y puso en riesgo un edificio adyacente. ¿Quién controla si el taller tiene seguro?¿Adónde estaba la policía para evitar que se roben los cables? Al menos los pudieron detener después, pero hay que ver si la justicia funciona o si deciden que las pobres víctimas tienen que seguir poniendo en riesgo a los vecinos. ¿Adónde está el Estado presente e inclusivo si no está para proteger los bienes y la vida de los vecinos de ese barrio?

Así, en Córdoba nos enfrentamos a estas situaciones que nos hacen preguntarnos sobre a dónde van los impuestos, cuáles son los funcionarios o empleados fundamentales para nuestra vida y si los que reclaman por su puesto de trabajo y se quejan contra el ajuste realmente hacen algo por nosotros. Si prácticamente cualquier eventualidad nos puede perjudicar (a pesar de la gran cantidad de regulaciones que existen sobre todas estas cuestiones), al final del día jugamos a que existe el Estado. Elegimos creer en que existe, aunque no lo vemos materialmente a nuestro alrededor salvo por carteles promocionando gestiones antes que obras.

La recesión es una excusa perfecta para no hablar de estos temas, que son los que afectan directamente a los vecinos y nos hacen preguntarnos si acaso hay algo que funcione en este bendito lugar.

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