Nacional Por: Javier Boher09 de octubre de 2024

Un año de irracionalidad

En el aniversario del salvaje ataque de Hamas a Israel hay gente que insiste en posicionarse del lado errado de la historia

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

Lo fácil para hoy hubiese sido escribir sobre la cuestión universitaria, esa pelea que se vende como un deber colectivo pero que representa la agenda de los que sacan alguna ventaja de ella. Seguramente la cuestión del veto me obligue a decir algo mañana, así que se puede esperar.

Hice el esfuerzo por no escribir sobre este tema, pero la proliferación de videos sobre lo que fue el ataque de Hamas a Israel del 7 de octubre de 2023 me impidió sacarme el tema de la mente. Las escenas de salvajismo deberían sacarle todo el romanticismo que le quieren poner los defensores de la causa palestina.

Los años de simpatía de izquierda me hicieron ponerme del lado equivocado de las cosas durante mucho tiempo. Todo lo antinorteamericano era una obligación para los adolescentes de los primeros dosmiles, que compramos toda la propaganda nacionalista y progresista de una argentina que debía reponerse de las relaciones carnales del menemismo. Si se estaba contra Estados Unidos y sus incursiones en oriente tras el 11 de septiembre de 2001, lo naturalmente lógico era también estar en contra de sus aliados en la región. 

Aquellos años eran los de creer que Kadhafi era un gran líder, que la revolución iraní había sido de un pueblo contra la tiranía del Sha y que la defensa de las culturas diferentes a la propia era una defensa de la libertad de esos pueblos. De jóvenes somos idealistas y apasionados, pero también bastante tontos.

Poco a poco uno va entendiendo que Israel es la única democracia de medio oriente y que, pese a sus fallas, tiene una diversidad étnica, cultural y religiosa mucho más grande que la de cualquiera de sus vecinos. Hay malos gobiernos, como en todos lados, pero que hacen las cosas mucho mejor que acá. Y encima con cohetes que les llueven de todos lados.

El 7 de octubre hubo un acto masivo de la comunidad judía de Argentina, pero también de todos los que entienden que en ese conflicto se juega mucho para el estilo de vida de países como el nuestro, en la periferia de occidente pero en occidente al fin. 

La manipulación y tergiversación de la información y del uso de las palabras ha expuesto con mucha fuerza el desconocimiento de algunos y las malas intenciones de otros.

Hablar del genocidio del pueblo palestino es una falta de respeto a los pueblos que han sufrido los intentos de genocidio en otros momentos de la historia. Hablar de apartheid y de institución del racismo por ley es una barbaridad, particularmente viniendo de gente que le niega la igualdad legal y de modo de vida a mujeres o minorías sexuales. Repetir esas consignas es ponerse del lado de un Estado que estuvo detrás de la organización de dos atentados terroristas en territorio nacional en el que casi todas las víctimas fueron argentinas.

Muchos argentinos, pero en particular los que abrevan en las fuentes del progresismo, dicen estar preocupados por la decisiva posición del presidente argentino a favor del Estado de Israel y su derecho a la autodefensa. Dicen que de algún modo el país podría importar un conflicto que le es ajeno, a pesar de que aún hay argentinos secuestrados en Gaza. 

Es impresionante el extremo al que se puede llegar por las anteojeras ideológicas, esas mismas que los hicieron mirar para otro lado cuando se firmó el Memorándum con Irán o cuando cuadros del kirchnerismo andaban paseando por las calles iraníes con algunos dirigentes de ese país. Prefieren acercarse a una teocracia islámica que no respeta ninguno de los valores de nuestro país que a uno en el que se calcula que viven 100.000 argentinos (y unos 200.000 descendientes de argentinos). Es absurdo.

Tenemos la suerte de vivir en un país en el que no hay conflictos religiosos, sino todo lo contrario. Tampoco hay conflictos entre distintos grupos nacionales que han emigrado sucesivamente, los que conviven pacíficamente en el territorio y se mezclan sin mayores problemas. Eso no es por algún tipo de alineación automática con causas y movimientos que niegan los valores occidentales, sino todo lo contrario. La inspiración liberal de la constitución y de la generación del ‘80 es lo que generó esas condiciones favorables para la convivencia. Eso es lo que hay que defender. Aunque algunos sigan clavados en las mentiras progresistas que nos creímos a los 17.

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