Nacional Por: Javier Boher15 de noviembre de 2024

La sexualidad en debate

El caso de los libros eróticos en Buenos Aires y del “prese” violador en Córdoba devolvieron el tema al centro de la escena

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com
La sobreactuación es un mal de nuestro tiempo, aunque desconozco el motivo. Por alguna razón hay mucha gente dispuesta a exagerar con apariencia fanática sus convicciones, a pesar de que en el fondo saben que hay ciertas cosas que están bien o mal, independientemente de que lo diga el que está en la otra vereda. Un ejemplo clarísimo de esto sería el de las taser, que llegaron a ser comparadas con la picana eléctrica de los torturadores sólo porque fue idea de Macri, lo que ató de manos a policías que solo podían usar plomo.
Esa sobreactuación se pudo ver en distintas áreas, donde políticos advenedizos exageraron el peso de sus convicciones para justificar el haber sido nombrados en ese lugar, todo como una muestra de fe hacia los dogmas del espacio, que los fieles seguidores aceptaron sin cuestionar. Si hay un ámbito en el que esa actitud se probó nociva por completo, ese es el de la sexualidad. Absolutamente todos los avances en la materia que hizo el kirchnerismo fueron destruidos por su exageración de agendas minoritarias que hicieron confundir el todo por las partes.
El matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y la educación sexual integral son los tres elementos más importantes para la expresión de la individualidad sexual, a lo que se suma la legalización del aborto como una ampliación de derechos que ciertos sectores ultraconservadores siguen sin poder digerir. Parte de ello es por el añadido de batalla cultural que el kirchnerismo le puso a todo como fruto de su sobreactuación de fuerza progresista.
La ley de matrimonio igualitario y la del aborto van a quedar fuera de esta columna, porque los últimos días nos han traído una gran actividad en los otros dos temas, la ESI y la identidad de género.
Identidad de género 
Hace unos días nos enteramos de un caso gravísimo en una cárcel cordobesa. Un preso (con antecedentes de violencia hacia el sexo opuesto) encontró un atajo en las leyes para ser trasladado al penal de mujeres, amparado en las leyes sobre identidad de género. Una vez allí, abusó sexualmente de una reclusa y la dejó embarazada.
El caso es grave desde donde se lo mire. En el plano individual, por el ataque que sufrió una persona. En el plano social, por cómo una manipulación de las leyes desacredita un derecho adquirido por un colectivo puntual. En el plano legal, porque demuestra que los legisladores se apresuran a tomar decisiones sin pensar acabadamente las posibles consecuencias negativas. En el plano judicial, porque la justicia es un desastre y quien avala este tipo de decisiones después vuelve a su casa a vivir su vida, totalmente alejado de las consecuencias de sus actos. 
Es muy riesgoso pasarse de progresista y sobreactuar voluntad de destrucción del orden jurídico-estatal. Las leyes existen como materialización de acuerdos que se suceden en el tiempo, en línea con la experiencia. Cambiar las leyes, sus interpretaciones y su aplicación por la fuerza que da una mayoría transitoria genera este tipo de situaciones en las que a nadie se le ocurrió usar el sentido común de que alguien que había sido condenado por un delito se violencia sobre las mujeres podía volver a cometer algo parecido si encima se lo rodea de mujeres. Hay gente que no tiene miedo de demostrar su imbecilidad con tal de no contradecir la hegemonía de su tiempo.
Educación sexual
La polémica, esta vez, giró en torno a libros de alta carga sexual explícita que se ofrecen en las escuelas de la provincia de Buenos Aires. Algunos dicen que era material para trabajo de los docentes, mientras que otros aseguran que era material de lectura para alumnos de 15 y 16 años. 
Pervertidos y perversos han existido siempre y siempre buscaron la forma de dar rienda suelta a sus pasiones. En otros tiempos (¿en otros tiempos?) eran los curas que se aprovechaban de su posición de poder y del miedo a Dios. Hoy, más de un progre usa la excusa de que un tema está en el plan de estudios para actuar una felación ante niños de primaria. Todos se acusan de enfermos y pervertidos, desde una vereda hacia la otra, pero en todos lados se cuecen habas.
El caso esta vez es distinto. La literatura, independientemente de lo explícito que sea el texto, requiere de que alguien pueda convertir esa descripción escrita en una imagen que nunca vio antes y que tampoco está viendo en ese momento. Con ese criterio de prohibir la literatura explícita no se podrían leer cientos de libros de los que hoy hay en las escuelas, la salida fácil a un problema. Lo ideal es enseñar a leer, a interpretar, a debatir, a refutar. Que ese texto sea una forma de incentivar la lectura, independientemente de que describa una relación sexual, un paisaje soñado, un asesinato o un nacimiento. 
Roald Dahl es un famoso escritor más conocido por sus textos para niños. Se lo acusaba de que escribía cosas que los niños no deberían leer, como críticas a las escuelas y maestras tradicionales. Él respondía diciendo que escribía sabiendo que en la habitación de al lado había un televisor y que los libros competían contra eso. Imaginemos hoy, que compiten contra el celular. De paso recomiendo leer sus cuentos para adultos, con esa maravillosa cuota de humor negro inglés que los hace únicos. Solo un bruto poco lector es capaz de echarle la culpa de algo a los libros, la última ventana que mira simultáneamente hacia mundos que nos son lejanos como hacia nuestro interior.
La sobreactuación de algunos terminó por partidizar la sexualidad, que es única y diferente en cada persona. Ahora todo se analiza a partir de eso y hace imposible el tener un debate adulto y responsable sobre cualquiera de estos temas. Lamentablemente, todo indica que no se resolverá pronto.

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