Fidel Castro y su proyecto revolucionario para Chile
Parte 2/2
Por Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política.
El periodista chileno Elmo Catalán, quien después partiría a Bolivia a enrolarse en la guerrilla, falleciendo allí, puso al tanto de la situación de los prófugos cubanos, al entonces Presidente del Senado, Salvador Allende, ante lo cual éste se coordinó con el citado periodista y el Partido Comunista para fijar un punto de encuentro con los guerrilleros perseguidos en el Altiplano chileno fronterizo con Bolivia.
El 17 de febrero de 1968 los cubanos ingresaron clandestinamente al país, no logrando hacer contacto con los chilenos que les esperarían en el punto señalado, la razón es que estos últimos no pudieron llegar al lugar acordado por la inclemencia del llamado “invierno boliviano”.
El 22 de Febrero de 1968, los cubanos pidieron asilo político, poniendo en una incómoda posición al gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva. Días antes el operativo de rescate se había filtrado en forma de rumor, por lo que varios dirigentes de la oposición de izquierda pidieron entrevistarse en La Moneda con el Ministro del Interior Edmundo Pérez Zujovic, para exigirle las garantías de seguridad de los guerrilleros cubanos.
“El 17 de febrero de 1968 se conoció por un cable fechado en La Paz que un grupo de cinco guerrilleros (tres cubanos y dos bolivianos) últimos sobrevivientes de la guerrilla boliviana que comandara Ernesto Che Guevara habían atravesado la frontera chileno-boliviana. Los revolucionarios habían alcanzado territorio chileno después de recorrer 1.400 Kms. desde Oruro, sin alimentos, pobremente equipados e implacablemente perseguidos por el ejército y los Rangers bolivianos con los cuales hicieron contacto en dos oportunidades antes de alcanzar su liberación. Junto con conocerse la noticia en Santiago, tanto la prensa como los parlamentarios de izquierda y el gobierno se movilizaron inmediatamente. Una serie de manifestaciones y concentraciones espontáneas de apoyo se sucedían en distintos lugares del país, alcanzando la ciudad de Iquique, lugar a cuyas autoridades se habían entregado los guerrilleros, a 3000 manifestantes. Uno de los primeros parlamentarios en movilizarse a la zona norte fue el entonces Presidente del Senado, doctor Salvador Allende, para asegurar que las disposiciones relativas a la protección de perseguidos políticos se cumplieran y asegurar las máximas atenciones médicas y de otro orden para los revolucionarios. Mientras los guerrilleros eran sometidos a control médico y a entrevistas con la policía, parlamentarios de izquierda mantenían reuniones con representantes del Gobierno para su pronta traída a Santiago. Una vez hecho esto, el Gobierno (Eduardo Frei) dictó un decreto de expulsión de los revolucionarios de territorio chileno, enviándoles en un vuelo especial de la Línea Aérea Nacional a Isla de Pascua. De madrugada custodiados por efectivos de la policía de Investigaciones, los revolucionarios dejaron Santiago, sin que los representantes de la izquierda chilena fueran avisados del destino ni del momento de la partida.
“Ante esto Allende se entrevistó con el ministro del Interior y exigió en su calidad de Presidente del Senado partir en el próximo avión de itinerario a la Isla de Pascua, nuevamente para garantizar y ser testigo del buen cumplimiento de las disposiciones en torno al viaje de los revolucionarios a Tahití y posteriormente a La Habana vía Europa. Además, de esto Allende fundamentó su viaje como representante de la izquierda chilena en un sentido de solidaridad ideológica y humana ante un grupo de combatientes que habían luchado junto al Comandante Guevara en sus últimos momentos al frente de la guerrilla de liberación de Bolivia. Allende compartió con los guerrilleros en Pascua y el viaje a Tahití hasta el momento que éstos volaron a Europa” (1).
Finalmente el Gobierno chileno decidió expulsarlos facilitando así la llegada de estos a La Habana.
Allende corroborará lo aquí expuesto en la ya comentada entrevista que concedió a Regis Debray para la Revista “Punto Final”, en cuanto a su cercanía con el Che Guevara y en particular en la acción comprometida que demostró para rescatar a los cubanos perseguidos por las fuerzas de seguridad bolivianas:
Debray: Después del asesinato del Che a manos de la dictadura militar en Bolivia, ¿Tuvo oportunidad de manifestar en diversos planos su solidaridad con la lucha revolucionaria del país hermano?
Allende: Yo era Presidente del Senado, tú sabes, cuando llegaron aquí los guerrilleros que acompañaban al Che. Entonces yo estuve con ellos en Iquique y después volé a (Isla) Pascua y Tahití. Ahí me firmaron Pombo, Benigno y Urbano en este libro “La Guerra de Guerrillas”, que yo llevaba y ellos pusieron lo siguiente: “Compañero, en el libro que le obsequió el Che, queremos que queden estas palabras como homenaje a él, de los que fuimos sus compañeros de la guerrilla boliviana”.
Debray: En el Estadio Nacional (luego de la transmisión del mando), usted pronunció su primer discurso político como Presidente, estaba el retrato del Comandante Guevara. Usted lo mencionó como ejemplo para la juventud chilena. Una pregunta ¿por qué con posiciones políticamente distintas de las del Che sigue asumiendo la bandera del Che Guevara (sic), de la Revolución Cubana, del Internacionalismo latinoamericano?
Allende: Porque yo creo, indiscutiblemente, que en la vida de Latinoamérica pocas veces, o quizás nunca, ha habido un hombre que haya demostrado más consecuencia con sus ideas, más generosidad, más desprendimiento. El Che lo tenía todo, renunció a todo por hacer posible la lucha continental. Ahora la respuesta de porqué, está en la propia dedicatoria del libro del Che: “Para Allende, que por otros caminos trata de obtener lo mismo”. Había diferencias indiscutiblemente, pero formales. En el fondo, las posiciones eran similares, iguales” (2).
Bibliografía
1.- “ALLENDE HABLA CON DEBRAY”. Revista “PUNTO FINAL”. Año V. Martes 16 de marzo 1971.Pág. 34.
2.- “ALLENDE HABLA CON DEBRAY”. Revista “PUNTO FINAL”. Año V. Martes 16 de marzo 1971.Págs. 34-35.
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