Nacional Por: Javier Boher10 de diciembre de 2024

El loco Axel

Kicillof sigue en su plan de irracionalidad extrema proponiendo ahora que su provincia se haga cargo de Aerolíneas Argentinas

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com 


Los locos son pintorescos solamente cuando retratados por el arte, presentados como seres incomprendidos por una realidad que años después termina de darles la razón. Esos personajes nos enternecen y nos inspiran, ayudándonos a ver las cosas desde otra perspectiva. 
Por supuesto que el mundo real es otra cosa distinta al mundo del arte. Los locos pueden darnos miedo o generarnos preocupación, pero la mayoría de las veces sólo nos provocan lástima. Ver que alguien está preso de una psiquis alterada, disociado de la realidad inmediata que lo rodea, es bastante triste.
La semana pasada le dedicamos una nota a la irracionalidad sectaria de Axel Kicillof, gobernador bonaerense que quiere ofrecer en su distrito todo aquello que se recorte en otros. Si le dijeran que en Gualeguaychú va a estar caro el carnaval porque cortaron los subsidios a las comparsas, el tipo sería capaz de ir a buscar a toda esa gente con plumas para hacerla desfilar gratis por calles de Florencio Varela o González Catán. Es un agujero negro de gasto público devorando todo el déficit que se quiere sacar de encima el resto del país.
Es difícil saber cuánto tiene de loco y cuánto de mente maestra de la política, aunque lo más tentador es apostar por una primacía de lo primero. Nadie medianamente racional va a exponer su distrito a un aumento descomunal del gasto público por un capricho ideológico, máxime cuando las cosas básicas como salud, seguridad y educación están a la cabeza de las preocupaciones de la gente común. Kicillof no tiene problemas en anunciar gastos ridículos en un contexto en el que se impone el ajuste y trata de convertirlo en una fortaleza para una eventual candidatura presidencial. Pone en riesgo la gobernabilidad de la provincia más grande y poblada del país por un capricho político que -maldición de Rocha mediante- nunca se le va a dar, pero no le importa. Así, sigue ofreciendo su provincia como experimento para saber cuánto déficit puede aguantar una economía antes de volar por los aires.
Quizás por eso, por su idea adolescente de un Estado todopoderoso que digite cada área de la economía, es que ofreció que Aerolíneas Argentinas no sea privatizada, sino transferida a su provincia o a un grupo de ellas. Es increíble cómo opera la mente humana en condiciones de locura, donde una persona es incapaz de darse cuenta de sus limitaciones.
Cuando se habla del daño económico que le han hecho los ministros de economía a este país es muy fácil nombrar a varios del siglo XX, siendo Domingo Cavallo el más importante de los que tienen memoria los argentinos. Kicillof no le va en zaga. A lo largo de su gestión al frente del ministerio de economía (o digitando todo tras bambalinas) tomó numerosas decisiones que le valieron al país tener que pagar juicios millonarios, en especial por aquellos en los que quiso jugar al nacionalista expropiador. No hay una dimensión que haya manejado bien, lo que se repite hoy en su condición de gobernador bonaerense.
Afortunadamente para los argentinos, el experimento servirá de contraste. Nunca en la historia del país los gobiernos nacional, bonaerense y porteño (que se concentran en una franja de 50km de largo) fueron de signos políticos contrarios, a lo que se suma una dispersión de partidos de gobierno en el resto de las provincias. Hay radicales, Pro, peronistas de provincia y kirchneristas, cada uno con sus prioridades locales y con una necesidad de éxito, ninguno coincidiendo con el partido que gobierna el país pero todos con incentivos para que le vaya bien a todos los niveles.
Kicillof parece razonar distinto, exponiendo a la población de su provincia a un experimento fantástico, en el que las dos Buenos Aires terminan pareciendo un experimento socioeconómico como el que involucró a las dos Alemanias. Si el plan del gobierno nacional funciona y la economía despega se habrá debilitado ese condicionante eterno que fue siempre la provincia de Buenos Aires. El crecimiento económico de las periferias del país podría compensar la crisis del conurbano y el sueño soviético de su gobernador.
Todo lo bueno que le pueda tocar a este país va a depender de dividir a la bestia. El posible colapso de la provincia puede significar, finalmente, romper ese país que vive de espaldas al interior y con complejo de inferioridad mirando a la capital. Si la derrota de Rosas permitió que avance la organización nacional, un último colapso final que le toque exclusivamente al mismo distrito que gobernó el tirano generaría las condiciones para terminar la tarea inconclusa e iniciar el desmembramiento en unidades menores. Achicar la provincia es agrandar la nación; dividir Buenos Aires es unir a la patria. 
Si Kicillof quiere jugar a ser Erich Honecker creyendo que él sí va a hacer funcionar las ideas que se han probado erradas en todo tiempo y lugar, hay que dejarlo. Solo con ese experimento educativo de ver los fuertes contrastes entre ambos modelos la gente se va a terminar de convencer que gastar mucho -y mal- por tratar de emular un pasado glorioso que nunca existió, solo puede ser una receta exitosa para el desastre. Haga patria y proceda, compañero Axel: provincialice Aerolíneas y póngale el último clavo al cajón de su gestión. El resto del país estará eternamente agradecido.

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