Por Javier Boher
Podria escribir sobre la baja de retenciones anunciada ayer, pero mejor no. Hasta ahora no es mucho más que una medida similar a la del “dólar soja” con la que Massa quería que los productores liquiden los granos, a los fines de hacerse de divisas que le permitieran al gobierno tirar un poquito más. No es mucho, pero alcanza como para obligar a los gobernadores a reconocer la medida y hacerlos bajar el copete. Lo dicho: Milei es mejor político que economista.
Podría también ponerme en el lugar del llanto progre sobre las expresiones del presidente en el foro económico de Davos, pero tampoco vale la pena. Esa cruzada cultural contra la homosexualidad en la que se metió el gobierno le ayuda a mantener altos niveles de aprobación, por más que lo que dice sea una exageración o una barbaridad. Tal como salió en la nota de ayer, no se ha tocado prácticamente nada de lo que hace a la identidad sexual o a la educación sexual, salvo algunas partidas que se destinaban a bancar nichos de ñoquis que funcionaban como policía del pensamiento (básicamente el INADI). Por eso no vale la pena detenerse en el tema.
Hay, sin embargo, una noticia menor que pasó casi desapercibida para muchas personas. Se trata de la implementación de un sistema de control de ausentismo en la provincia de Neuquén, una de las que espera tener una lluvia de inversiones y un aumento en su nivel de vida.
El modelo actual bien podría ser definido por el progresismo ecologista como un modelo “extractivista”, en el que se extraen recursos naturales sin pensar en el impacto ambiental y se los vende sin procesar a otros países del mundo. No falta a la verdad, pero tampoco dice que no hay riqueza en el suelo si no se la explota. Neuquén está comprometida con la explotación hidrocarburífera, sabiendo que esos recursos económicos obtenidos le pueden significar una posibilidad de lograr un mayor desarrollo.
Así, sabiendo que la actividad económica en la provincia sigue aumentando, que la gente se muda al lugar para no perder el tren del crecimiento y que todo indica que las inversiones están pensadas para un par de años, Neuquén ha elegido dar un paso importante para cuidar esos pesos extra que le empezarían a entrar.
El tema de las licencias en el sector educativo son realmente un dolor de cabeza. En Córdoba existe este sistema que hoy quiere implementar Neuquén, pero todavía es algo ineficiente, ya que se le escapan numerosos casos de personas que saben leer muy bien la legislación para tomarse cada día de licencia que está a su alcance. Aún así, controlar las licencias es mejor que no hacerlo.
La decisión de Neuquén tiene mucha lógica más allá de una necesidad coyuntural. Sabemos que los recursos son limitados y que debemos acomodar los gastos a esa realidad, pero durante décadas en Argentina se vivió -y se gobernó- como si esa restricción no existiera.
Así, si los recursos para educación son limitados, la única forma de hacer que alcance para pagar buenos sueldos es siendo eficientes en el gasto, particularmente controlando que no haya gente cobrando por no trabajar. Todos los docentes tenemos compañeros a los que conocemos bien y que sabemos que no dejan licencia sin tomarse. Algunas veces se trata de situaciones reales, de fuerza mayor, que hacen que sea necesario ausentarse del lugar de trabajo. Sin embargo, muchas veces se trata de evadir las obligaciones laborales para aprovechar una oportunidad en otro lado.
Lo que sigue ahora es una lista de algunos de esos ejemplos que he ido recopilando a lo largo de más de 15 años como docente.
Tuve un compañero -que llegó a ser director- que siempre tenía algún problema médico que le demandaba reposo de 24 horas los días que había paro. Justo trabajábamos en un colegio privado en el que no existe la actividad sindical. El mismo compañero sacaba ocasionalmente carpetas médicas para coordinar viajes de turistas extranjeros por el interior de Argentina. Me gustaría estar inventando, pero lo contaba con orgullo.
Tenía otro compañero que todos los años se tenía que operar algo, para lo que convenientemente elegía el mes de agosto. Durante más de una década se pasaba dos, tres o seis semanas haciendo la recuperación de la operación. Alguna vez fue una hernia, otra vez una infección con una bacteria rara, otra vez un tobillo. Siempre en agosto.
A una compañera (no docente, pero trabajadora en la escuela) le saltó un problema de aportes cuando se estaba por jubilar. Misteriosamente la operaron del síndrome de túnel carpiano, por el mal de usar la computadora (algo propio del cargo que tenía, pero que ella no hacía porque llenaba todo con alguien que tipeaba por ella). Cuando se le terminó la recuperación se operó la otra mano. Finnalmente le llegó la jubilación, que la encontró de licencia.
Hubo uno que no era compañero mío, pero que me sorprendió que le aceptaran la licencia: sacó dos días por cuidado de terceros porque había castrado a la gata. Ni en la tierra del progresismo más absurdo deberían dejar pasar eso.
Todas esas licencias que se toman los docentes -muchas de las cuales no están justificadas- son las que hacen que se pierda la plata de manera ineficiente. Nunca va a alcanzar la plata para pagar buenos sueldos y tentar a que mejores profesionales apuesten por ser docentes si estas cosas siguen pasando. Bien por Neuquén dando este paso. Ahora falta ajustar las tuercas.