Nacional Por: Javier Boher28 de enero de 2025

Otra vez UOCRA

Un nuevo enfrentamiento gremial nos recuerda la situación de debilidad del gobierno y que la demanda de cambio excede lo económico

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com
Es increíble cómo se repite el nombre del gremio que nuclea a los trabajadores de la construcción cada vez que hay un episodio de violencia gremial. Si el sindicalismo argentino suele hacer ostentación de sus métodos de presión y chantaje sobre otros sectores sociales, cuando hay diferencias entre o dentro de ellos -que comparten códigos y no se temen unos a otros- la cosa se pone mucho peor.
Ayer se enfrentaron dos facciones de la UOCRA por un sorteo de puestos de trabajo, pero la razón podría haber sido cualquiera. Siempre tienen alguna excusa para enfrentarse y blandir sus armas en público con total impunidad. El choque fue salvaje, como quedó registrado en numerosos videos filmados por vecinos que quedaron presos entre ambas facciones. Piedras, palos y disparos atemorizaron a personas que no tenían nada que ver con la disputa.
Es inverosímil que haya gente condenando este tipo de situaciones cuando se habla de enfrentamientos narcos, pero minimizándolas cuando se trata de política, los códigos de barrabravas y ver quién es el guapo dueño de la calle. Por una cuestión u otra, tales episodios terminan cobrándose la vida de personas que nada tenían que ver con el conflicto y que tuvieron la mala suerte de estar cerca de los inadaptados que resuelven los problemas como animales. Ayer la suerte marcó que ningún tercero salió herido, pero si hay tiros en medio de un barrio no se puede confiar en que siempre vaya a ser así.
La UOCRA tiene numerosos hechos de violencia que se suceden de una manera llamativa. Si uno hace una búsqueda de las palabras “UOCRA” y “disparos” en Google, lo que aparece es la red más federal de inviabilidad, con casos de tiros y muerte por ajuste de cuentas o enfrentamientos en casi todo el territorio nacional: Salta, Santa Fe, Mendoza, Chaco y la Patagonia fueron las primeras de la lista, pero si se profundiza aparecen más casos.
El sindicalismo argentino participa de un determinado partido político y apostó por un candidato en particular en las últimas elecciones. Es muy loco que ese mismo espacio -que apaña la violencia como forma de hacer política- se la pase señalando al presidente como el único responsable de los discursos de odio y los conflictos sociales. 
La relación del gobierno y el sindicalismo ha atravesado distintas etapas. Si bien arrancó con el segundo presionando con fuerza, poco a poco la cosa fue cambiando, al punto que los gremios han detectado que el sujeto social peronista apoya a Milei y por lo tanto no vale la pena enfrentarse con él. La cuestión, entonces, es qué va a hacer el gobierno ante este tipo de episodios, que afectan especialmente a la gente que no tiene nada que ver con las cuestiones que enfrentan a las facciones.
Elecciones 
Más allá de la retórica de confrontación que utiliza habitualmente el gobierno, lo verdaderamente importante es cómo va a responder al mandato que la gente le dio tras las elecciones de 2023. Si la demanda de un cambio económico emergía como la más importante y la más clara, la de la normalización de las relaciones sociales y el principio de orden público también se colaba en la misma noción global y genérica del cambio. Parte del reclamo de la población era poder vivir en una sociedad menos violenta e impredecible, en la que morir por una bala perdida en un enfrentamiento entre barras, narcos o sindicatos sea una posibilidad remota y no una noticia recurrente en los medios.
El ejecutivo nacional, carente de estructura propia y control de la calle, solamente puede “alquilar” organizaciones dispuestas a darle ese respaldo a cambio de beneficios sectoriales concretos (que hasta ahora han existido solamente como freno al avance de proyectos que puedan erosionar el poder de los gremios). 
La gran fuerza aliada de Milei y los suyos ha sido la situación económica, que aunque mala por un fuerte ajuste ha dado muestras de recuperación, lo que descomprime los reclamos sociales y evita que el malestar pueda ser utilizado por las mismas corporaciones que prosperan cuando al grueso de la población le va mal. 
Así, el gobierno debe equilibrar entre sus necesidades políticas, sus objetivos económicos y las demandas sociales, con una minoría parlamentaria y falta de estructura partidaria que siempre amenaza con poner en riesgo la gobernabilidad.
Cada episodio de violencia sindical es un recordatorio de todo lo que está en juego todo el tiempo, donde la alternativa al supuesto salvajismo oficialista es una no mucho más tentadora barbarie opositora. Amplios sectores sociales no conocen otra vía de resolución de conflictos que no sea la violencia, incluso en situaciones en las que el origen de las disputas es la búsqueda de puestos de trabajo, como pasó ayer en el caso de la UOCRA. La demanda de cambio también apunta a cambiar las prácticas de los mismos que siempre están molestando al resto con sus peleas.

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