Nacional Por: Gabriel Silva19 de febrero de 2025

El serio debate que debe darse el periodismo para sobrevivir

No son las plataformas, es la manera en que se usan y, fundamentalmente, los vicios de quienes lo ejercen los que ponen en jaque el oficio. Una entrevista pactada, probablemente pautada, y una interrupción que resultó más escandalosa que el motivo que generó el reportaje.

Por Gabriel Silva

La degradación constante a la que se someten las instituciones en nuestro país, hace años que también incluye, y con un protagonismo peculiar, al periodismo. Oficio que supo ser noble, coherente, comprometido, incisivo y que, de un tiempo a esta parte y anclado a fuertes rasgos identitarios condicionados por la inevitable grieta decidió jugar.

Y en ese “decidir jugar”, ser parte, va todo. Entonces, la objetividad ya no se persigue con las mismas ansias que se busca rápidamente un lugar para acomodarse al calor de la trinchera que mejor pague mercenarios atados a la lógica de los tiempos de grieta, de división constante y permanente. Por eso, allá van, en busca de audiencias seguras, de las que saben qué les gusta escuchar, cómo las guía el algoritmo en un recorrido más corto de la hoja de ruta y repiten monólogos frunciendo el ceño como si eso les diera algo de seriedad a la barbaridad que probablemente estén diciendo.

Por momentos, generando una incomodidad tal con la audiencia que ya ni siquiera sabe si le hablan a ella, al poder de turno o al opositor desesperado. Vale todo.

Al punto que, en esta especie en extinción en la que se ha convertido el periodismo desde hace ya algunos años, los que más agitan esa agonía no son las nuevas plataformas, la explosión del periodismo urbano con dispositivos en mano que facilitan -y democratizan- la comunicación, el uso, bueno o malo, de las redes, ni la desaparición de los formatos tradicionales como el papel o la televisión abierta. Quienes más atentan contra la profesión son precisamente muchos periodistas.

La manera en la que Jonatan Viale tuvo concesiones antes, durante y después de la entrevista con el presidente Javier Milei expone los vicios de una profesión vapuleada y acusada de manera reiterada, precisamente, por quien el lunes por la noche hizo las veces de entrevistado. Es decir, así como con el kirchnerismo se instaló en el léxico diario la palabra grieta, la muletilla “periodismo ensobrado” tiene la marca registrada del lenguaje libertario y paradójica y probablemente se haya expuesto de manera nítida en el momento de la interrupción de Santiago Caputo. Un escándalo casi idéntico al que motorizaba y generaba la amplia expectativa por el reportaje.

No obstante, la frase de Viale en el medio de la interrupción y tras el preciso momento en el cual el Presidente estaba esgrimiendo que el ministro de Justicia -es decir, el Estado- se iba a encargar de la estrategia judicial, es aún más triste. “Me doy cuenta, te puede traer quilombos judiciales”, lanzó de manera sumisa, con la mirada hacia abajo y la incomodidad por la fugaz aparición de Caputo.

En definitiva, si algo puede salvar al periodismo de la mala praxis en el prime time de la noche del lunes, fue cómo de manera evidente este Gobierno volvió a tirar por la borda otros dos argumentos que creían sólidos en medio de la batalla cultural: el periodismo ensobrado y el desprecio por el Estado. En ese fragmento de 2’10” quedó en evidencia que necesitan de ambos; un periodismo afín y un Estado que, con lo público, salve los groseros errores de la esfera que todavía, aun siendo Gobierno, creen privada. 

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