El MIR y “La Cuarta ofensiva”
Por Daniel Alvarez Soza
Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
Doctor en Ciencia Política
El MIR inició esta etapa que cubre el periodo que va desde fines de 1982 hasta los últimos meses de 1984, donde el movimiento nuevamente es desarticulado por los servicios de seguridad tras duros golpes inflingidos en sus estructuras centrales además del bien organizado “Teatro de Operaciones Sur”, que pretendía desarrollar una guerrilla urbana entre Chillán y Valdivia.
“El MIR, reforzado con militantes expertos en combate irregular y recursos económicos renovados, gracias a la acción “Coordinadora Guerrillera Internacional”, desarrolla una nueva serie de sabotajes contra servicios públicos, vías de comunicación, puestos policiales y medios de transportes.
“A ello, las estrategias del MIR sumaron otras acciones tácticas, insertas en lo clasificado como “terrorismo selectivo”, tendientes a golpear la moral de las Fuerzas Armadas, de Orden y seguridad.
“En pocos meses, elementos del MIR proyectan y materializan una seguidilla de emboscadas urbanas, asesinando a funcionarios de Carabineros, de la Policía de Investigaciones y de los organismos de seguridad.
“Confiados en sus nuevas potencialidades, los mandos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria inician, en junio de 1983, la planificación de un golpe de propaganda armada y de terrorismo selectivo que sirviera para un doble propósito: amedrentar a las Fuerzas Armadas y, paralelamente, demostrar ante la Coordinadora Guerrillera Internacional sus reales capacidades” (1).
De conformidad a la tesis de impulsar ataques selectivos el MIR decide realizar una operación de mayor envergadura. “La decisión de esta acción, como todas las que podían tener repercusión nacional, la tomó la dirección del partido. Esta vez el objetivo de la acción era interno. Por medio de una operación de envergadura intentarían descubrir los focos de infiltración en la Fuerza Central y en el partido. Pensaban que como la operación tenía como destinatario eliminar un personaje de alto nivel, como era el Intendente de Santiago, si la infiltración existía los elementos infiltrados harían fracasar la acción”.
Estructurados los equipos de chequeo, replanificación, logística y de aniquilamiento, se efectuó una vigilancia sobre las actividades del Intendente, el Mayor Gral. Carol Urzúa Ibáñez.
En la mañana del 30 de agosto de 1983 un comando mirista atacó y dio muerte al Intendente de Santiago, a su chofer, el cabo segundo José Aguayo Franco, y al escolta cabo primero Carlos Riveros Beciarelli. El hecho fue perpetrado, luego de que la comitiva del Intendente fuera interceptada por el grupo terrorista a escasos metros de su residencia en la Calle Cordillera de la comuna de Las Condes.
La acción fue realizada por miembros de la Estructura Central de combate de Santiago. El hecho provocó el inmediato rechazo del gobierno militar y de casi toda la oposición. Como era de esperar se realizaron intensas operaciones para capturar a los autores del crimen: fueron allanadas varias poblaciones, aumentaron los controles policiales, así como la vigilancia de todos aquellos sobre quienes recayera un amago de sospecha. Como resultado de estas pesquisas, antes de una semana habían sido capturados por la Central Nacional de Inteligencia tres integrantes del comando. “Varios días después, el 23 de septiembre fueron entregados a la fiscalía militar; se trataba de Jorge Palma Donoso (“Gabriel”), quien dirigió la operación, Hugo Marchant Moya (“Manuel”) y Carlos Araneda (“Gaspar”)” (2).
Como consecuencia de las acciones terroristas perpetradas, los servicios de seguridad llevaron a cabo operativos que terminaron con detenciones y entrega a la justicia de una treintena de terroristas de excelente preparación política y paramilitar (la mayoría con instrucción en Cuba); también de casos que terminaron con la muerte en enfrentamientos de siete extremistas de alta peligrosidad, “además de la incautación de armamento de guerra, que ya se encontraba distribuido en una decena de “casas de seguridad”, adquiridas o arrendadas por el Movimiento en la zona” (3).
En la mañana del 7 de septiembre de 1983, un numeroso grupo de agentes “divididos en varios pelotones se ubica en todos los accesos que colindan con una residencia de la calle Fuenteovejuna, en el sector alto de Santiago de Chile. En la casa signada con el Nº 1330 se encuentran Arturo Villavela, Lucía Vergara Valenzuela y Sergio Peña Díaz. Más tarde los agentes rodean la calle Janequeo Nº 5707, cerca de la Quinta Normal. Son abatidos Alejandro Salgado Toquián y el guerrillero argentino Hugo Norberto Ratier Noguera (“José”).
“En un sólo día, Arturo Aguilar, “Coño Aguilar”, legendario jefe del Movimiento de izquierda Revolucionaria y Hugo Ratier, “José”, su lugarteniente, mueren junto al último grupo centralizado de combate: era el fin del MIR como lo habían concebido sus fundadores”.
El 16 de enero de 1984 cuatro miristas, que eran intensamente buscados, porque tres de ellos formaban parte del comando que había asesinado al Intendente de Santiago, entraron armados a la Nunciatura Apostólica para pedir asilo político; se trataba de Jaime Yovánovisc (“Hugo”), José Aguilera Suazo (“Rodrigo”) y Elba Duarte (“Luisa”). A ellos se les sumaba Pamela Cordero. El hecho provocó una aguda disputa ente las autoridades chilenas y las del Vaticano. El caso se resolvió el 7 de abril de 1984 cuando el grupo partió al exilio. “Eran los restos de la Fuerza Central del MIR y, al mismo tiempo, formaban parte de los pocos sobrevivientes de la guerra” (4).
La cosecha sangrienta provocada por el MIR, en su “Cuarta Ofensiva” no fue menor, con resultados trágicos no sólo para miembros de las FF.AA. y de orden y seguridad, sino también a simples ciudadanos.
A partir de 1983, será el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) quien asumirá un rol protagónico, en tanto que los miristas quedarán sumidos a un lugar secundario.
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1.- VARAS LONFANT, Pedro: “Chile: el objetivo del terrorismo”. Ob.cit. Pág. 32.
2.- PÉREZ. Cristián: “Historia del MIR”. Ob.cit. Pág. 38.
3.- PÉREZ. Cristián: “Historia del MIR”. Ob.cit. Pág. 38.
4.- PÉREZ. Cristián: “Historia del MIR”. Ob.cit. Pág. 40.
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