Cultura Por: J.C. Maraddón15 de agosto de 2023

El peligro de confiar en lo que comemos

El documental “Poisoned”, estrenado por Netflix, se inscribe dentro de esa gama de investigaciones que propugnan la toma de conciencia acerca de lo expuestos que estamos a enfermarnos por consumir algo tan básico como una presa de pollo o una ensalada de lechuga.

J.C. Maraddón

A propósito de un comentario sobre un documental de Netflix, no hace mucho destacábamos desde esta columna la profusión de producciones referidas a la gastronomía que han invadido las plataformas, como una especie de versión online del apogeo que vivió el rubro en la televisión por cable. Y hasta en los canales de la TV abierta se manifiesta esta tendencia, en reality shows como “MasterChef” que vienen siendo desde hace tiempo los campeones del rating, en una época en que la gente parece preferir cualquier otro soporte al que brinda la antigua “caja boba”, hoy en despareja competencia con las otras pantallas.

Las propuestas que versan sobre cocina pueden ser clasificadas en dos grandes grupos según cuáles sean sus objetivos. Por un lado, se mantienen lozanos aquellos contenidos que divulgan recetas y tips acerca de cómo confeccionar los diferentes platos, ya sean estos manjares caseros o comidas gourmet de esas que requieren una mano experta. Pero también ha pululado la oferta de realizaciones que relevan los lugares donde sirven menús recomendables, en algunos casos por su elevado nivel (con precios acordes a ese estatus) y en otros por la exquisitez de sus productos, que a veces no exigen erogaciones desmesuradas a los comensales.

Es decir que los títulos disponibles promueven saciar el apetito y pecan de un exagerado optimismo en cuanto a que se contribuirá al goce de las personas, enfocado en esa buena mesa que todos disfrutan cuando incluye sus raciones favoritas. Pasar un agradable momento, en casa o en un restorán, es la meta que persiguen quienes consumen esta categoría de programas, sin preocuparse por otro aspecto que no sea contar con los elementos para tal fin: la información y en especial el dinero necesarios para darse con el gusto de saborear alguna delicia hasta ahora no tan conocida.

Por supuesto, entre los títulos referidos a la alimentación también hay que incluir aquellos que hacen referencia a comestibles cuyos efectos sean saludables, una rama que ha crecido a partir de la toma de conciencia de que todo lo que ingerimos provoca consecuencias en nuestra anatomía. Nutricionistas y demás expertos aportan sus conocimientos para recomendar una proporción mayor de cierta fruta o verdura, en desmedro de otras cosas cuyo abuso puede derivar en una enfermedad determinada. Abundan series y unitarios que profundizan en esta área y que suelen tener buena respuesta en las audiencias interesadas en la divulgación científica.

Pero además, allí están los documentales de denuncia, que afinan la puntería y buscan a los responsables de que la ciudadanía se alimente de manera defectuosa y que por ello vea deteriorada su salud. Este material centra sus pesquisas en el desmedido afán de lucro de algunos sectores de la industria alimenticia, que lejos de respetar las leyes que regulan su funcionamiento, abaratan costos y no garantizan la salubridad de lo que ponen a la venta. Los consumidores, creídos de que lo exhibido en las góndolas se atiene a la legislación pertinente, son las víctimas a las que se debe alertar.

El documental “Poisoned”, estrenado por Netflix hace un par de semanas, se inscribe dentro de esta gama de investigaciones que propugnan la toma de conciencia acerca de lo expuestos que estamos a enfermarnos por comer algo tan básico como una presa de pollo o una ensalada de lechuga. Si la película encuentra enormes fisuras en los sistemas de control que se ejercen sobre esta materia en los Estados Unidos, genera pánico pensar lo que puede estar pasando al respecto en Argentina, donde la laxitud suele ser moneda corriente, ante las presiones de aquellos que no trepidan en violar las normativas con tal de incrementar sus ganancias.

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