El conurbano sigue siendo el corazón de la elección
Milei y los barones tienen muchos incentivos para empezar a trabajar en conjunto para las elecciones de Octubre.
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Lo de Milei ha sido un susto bastante real. No en términos de progresismo que ve derechas neoliberales genocidas en todos lados, sino en términos de derrota territorial peronista. No puede pasarse por alto el hecho de que hay provincias históricamente justicialistas que se pintaron de violeta, algo que preocupa a más de un dirigente.
La gran encuesta de las PASO sirvió para ver cuál es la preferencia política de la gente. Aunque a algunos les parezca un instrumento caro o que puede desestabilizar a la economía o al gobierno, la realidad es que peor sería un presidente asumiendo con el 30% de los votos o un ballotage entre dos opciones que apenas superaron el 50% de los votos. Ni hablar de que el descalabro económico tiene que ver con la precariedad de la economía del país, más que con las primarias: ¿alguien cree que no hubiese pasado lo mismo si solo se votaba en octubre?.
El escenario se presta para que el peronismo se replantee su lugar en esta elección. Derrotado en muchos distritos, quedó tercero en la elección general, algo que no le había pasado nunca. Siempre pelearon por el poder, algo que en octubre podría no pasar.
El sectarismo del kirchnerismo lavó el pragmatismo del peronismo. Muchos dirigentes -autopercibidos machos alfa de sus territorios- acataron mansamente las decisiones de una jefa que los llevó a ser un rejunte de peronismos provinciales. Fue tan progresivo que no se dieron cuenta hasta que no los arrasaron en las urnas.
La elección de octubre será un escenario diferente, en el que entrarán a tallar muchas cosas. Cada peronismo provincial que llevó a Massa de precandidato a presidente tiene sus propias listas de diputados y senadores, dirigentes que les responden y que no se quieren quedar afuera del Congreso. Es sabido que los legisladores son la principal herramienta de negociación de las provincias, por lo que suena improbable que decidan dejar de dar pelea para mandarlos a Buenos Aires.
En las recientes primarias, todos estaban errados sobre el balance de poder, empezando por los peronistas. En muchos casos decidieron cuidar las boletas de Milei pensando que iba a limar a Juntos por el Cambio, cuando en realidad los estaba limando a ellos. Eso abre una de las primeras incógnitas de la próxima elección: ¿los peronismos provinciales repartirán sus boletas a legisladores con la presidencial de Milei, o quedarán atados al destino de Massa?.
Puesto a arriesgar -sabemos que todo está demasiado fresco como para hacer análisis más precisos- es altamente probable que empiece a darse la fuga de dirigentes desde el peronismo hacia el libertarianismo. Si un puntero sabe que Milei se llevó la mitad de los votos de su mesa, ¿va a tratar de darlos vuelta o va a tratar de llevarse el envión de un político que todavía ni siquiera tiene un gabinete?. La máxima histórica del peronismo es ir a ganar, no ir a inmolarse con el que pierde: para eso están la izquierda y los radicales.
El mapa ha mostrado algo que llama la atención. El kirchnerismo ha logrado ganar en el Conurbano, su núcleo duro de poder, pero no le alcanzó. El interior se pintó de violeta casi en su totalidad, dejando al amarillo como una tímida franja al costado.
Hace dos años escribí una nota preguntándome sobre qué le iban a facturar más al actual presidente, si su condición de porteño o su condición de peronista. Desde la vuelta de la democracia, el peronismo se había construido desde el interior y el no peronismo desde el puerto. Alberto es una anomalía histórica.
El ciclo no peronista anterior había pasado con Macri, que falló en construir una nueva hegemonía desde el puerto, pese a que completó su mandato. Parecía que dicho polo podía volver a articularse para 2023, algo que en las PASO no sucedió. El voto del interior decidió elegir una oposición menos porteña y más peronista, mientras que el voto del peronismo oficialista quedó prácticamente confinado al conurbano. ¿Cómo sigue eso?¿el interior gira a Massa o Massa perderá votos del conurbano que vayan hacia el otro peronismo? Ahí se juega la elección.
Juntos por el Cambio sacó en provincia de Buenos Aires casi los mismos votos que en 2015, 2,5 millones, que fueron el 29,15% entonces y el 29,13% hoy. Massa sacó esta vez -como candidato- medio millón más que en aquella elección, pasando de 1,6 millones a 2,1 millones. El sello del kirchnerismo, 7% menos, pasando de 3,4 millones a 2,8 millones. Los dos peronismos de 2015 sacaron 5,2 millones de votos, el 60% del total. Milei sacó ahora 2,1 millones, que si se suman a los del peronismo nos dan apenas 300.000 votos menos que aquella suma.
En aquel entonces Juntos por el Cambio no le ganó al total de votos del peronismo cuando llegó octubre, pero sumó 600.000 votos que ayudaron a ganar. El peronismo mantuvo su 60%, pero dividido. La secuencia se repite en muchas provincias, donde Milei se llevó lo que fue el voto de Massa+De la Sota de 2015, sumando algunos votos robados a JxC en provincias que optaron por Macri y se sintieron defraudadas.
Algunos descreen del hecho de que PBA sigue siendo la madre de todas las batallas, pero esos votos van a terminar de definir la elección. Milei ya dijo que tiene interés de dejar el manejo de los planes sociales a los intendentes, lo que seguramente le serviría a los mismos ara consolidar su poder territorial, un ncentivo más que grande para repartir las boletas de sus candidatos junto a las del economista. La casta hace falta para llenar el Estado, aportan estructura para fiscalizar y cuadros para gestionar. Quizás, así visto, tenga más sentido el acople de elecciones y el arrastre de votos: quien gana se asegura algo de poder territorial, a la vez que no podría ganar el que no lo tiene.
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