Nacional Por: Javier Boher23 de septiembre de 2025

El vértigo de la política argentina

Los anuncios de ayer le dieron algo de aire a un gobierno que viene de un mes terrible y que se prepara para plebiscitar su gestión en poco tiempo.

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com

Falta poco más de un mes para las elecciones y llevamos más o menos un mes desde que se inició el escándalo de los audios de Spagnuolo, probablemente en la cresta de la crisis político- económica que está atravesando el gobierno. 

En ese contexto -y presionado por el movimiento del dólar que activa los mecanismos de protección en los argentinos- el gobierno arrancó la semana con dos noticias que cambiaron el perfil de lo que se venía dando. Por un lado consiguió el apoyo del Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent; por el otro anunció la suspensión de las retenciones (primero para el agro, después para carne y leche) hasta después de las elecciones. 

El respaldo del norteamericano ha sido probablemente lo más importante de la jornada, porque expone un interés geopolítico real de Estados Unidos en el país en su esfuerzo por evitar el avance de China en la región. Aunque el alineamiento automático no es necesariamente bueno, cuando se te vuela el dólar a poco de las elecciones puede habilitarte un respaldo que actúe como un buen freno para poner un límite a la corrida.

Muchos en la oposición están enojados con la decisión del gobierno de entregarse así a la potencia del norte, a pesar de haber festejado cada swap de monedas que gobiernos anteriores suscribieron con China. Está lo bueno, lo malo y lo posible: en medio de la incertidumbre, cada decisión que pueda tomar el gobierno para aplacar a mercados y votantes será una herramienta válida para salir políticamente de la crisis.

Aquello de los swaps del kirchnerismo con China fue parte del manual con el que Sergio Massa trató de llegar con chances de ganar a las elecciones de 2023, cosa que consiguió. La otra parte de la receta fue muy parecida a la medida actual de suspender las retenciones, con lo que entonces se llamó Dólar Soja, en otro momento Dólar Agro y en otro momento Dólar Economías Regionales. La gran inestabilidad no le permitió sostenerlo en el tiempo, a la vez que una economía tan reprimida como aquella se desajustaba rápidamente con cualquier cambio: todos los productores de carne que necesitaban granos para alimentar a sus animales vieron un aumento impresionante de sus costos, lo que se trasladó a precios y pegó en una inflación que corría a dos dígitos mensuales. Así y todo estuvo a un puñado de votos de ganar en primera vuelta.

La decisión de suspender las retenciones ha sido cuestionada por algunos, que creen que va a alentar las liquidaciones del campo, lo que puede aumentar la demanda de dólares de parte de los productores. Este “exceso de pesos” en las manos de los productores le agregaría presión al dólar. Es verdad que quizás algunos busquen atesorar en dinero, pero lo más probable es que ese nuevo excedente se vaya pagando insumos para siembras futuras, renovación o reparación de maquinaria y otras cosas por el estilo. 

Hay otros que ponen el foco en que la baja de las retenciones pone en riesgo el superávit fiscal con el que tanto insiste el gobierno. Aunque eso puede ser cierto, seguramente un mes de déficit no sería tan grave, especialmente cuando los resultados finales se conocerían después de la elección, el único horizonte que tiene el gobierno en este momento.

En todos los casos los economistas reconocen que ambas medidas impactan muy positivamente en la economía y en el gobierno. Hay más recursos y se vislumbra un horizonte más tranquilo para el gobierno, que sigue tratando de hacer un ajuste que no caiga tan mal en la gente.

Pero no todo es brillante.

El gobierno ha comprado tiempo para llegar un poco mejor parado a las elecciones, porque la mayor parte de los riesgos siguen estando allí.

Kicillof ganó su elección y se perfila como líder del kirchnerismo para las próximas presidenciales. Los libertarios siguen sin poder armar un partido con algo de organicidad. Las denuncias por corrupción siguen estando ahí. Los gobernadores siguen teniendo autonomía en incentivos para hacerla valer. Más allá de la posible inconsistencia del plan económico, el verdadero riesgo es político y sigue estando ahí afuera.

Si bien todo lo que pasó ayer es más una cuestión política que económica, todavía no parece haber nada seguro cuando se piensa en el futuro inmediato de la relación entre libertarios y kirchneristas, o la infiltración de los primeros por parte de los segundos. No hay cambios sustanciales, pero sí una oportunidad de reconstruir confianza por parte del electorado, que tiene ganas de creer que hay alguna forma de salir de un largo periodo de pálidas económicas que ya lleva 15 años.

La política argentina es así, bastante impredecible. Hace dos meses estábamos hablando de un gobierno bien parado; hace un mes de sus escándalos de corrupción; hace quince días de que estaban en condiciones de dejar antes el poder; el viernes que la economía se iba al diablo y ayer que todo rebotó para arriba, que se fortaleció el gobierno y que la economía se va a empezar a recuperar.

Argentina es una montaña rusa de emociones en la que cada curva es lo mejor de la vida para unos y la peor sensación de muerte para otros. Ojalá alguna vez cambiemos ese vértigo por algo como el gusanito del Super Park.

 

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