Nacional Daniel Alvarez Soza 24 de octubre de 2025

Evolución histórica y jurídica del Continente Antártico

Por Daniel Alvarez Soza

Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.

Doctor en Ciencia Política

 

   Como hemos indicado, ha sido objeto de importantes descubrimientos y expediciones, no obstante la gran distancia que separa  a este continente con otras regiones del planeta, lo que no ha sido impedimento a ello dada la importancia que ha revestido desde muchos siglos atrás.

    Aristóteles en base a teorías elaboradas por distintos pensadores griegos sobre la forma esférica de la tierra, planteó la existencia de un amplio continente austral que servía de contrapeso necesario para  mantener el equilibrio y la simetría del globo. Posteriormente, Claudio Ptolomeo de Alejandría, fue el que con una mayor precisión, sostuvo -también- la existencia de un territorio austral, al que se le conoció con el nombre de "Terra Incógnita de Ptolomeo.

    En este sentido y muy posteriormente el autor Robert K. Headland (1989) hizo presente que “la aproximación de la humanidad hacia la Antártica ha cambiado a lo largo del tiempo”,  razón por la cual el citado autor  fraccionó las relaciones humanas en relación a su presencia con la Antártica, cifrándola  en varias etapas,  estableciendo a cada una de ellas con características que la diferenciaban de las precedentes y de las posteriores expediciones. En ese sentido, y acogiendo la clasificación de Headland,  es posible, a partir de su tesis, describir y analizar cada una de las etapas de las relaciones antárticas hasta antes del Tratado Antártico (1).

 

Terra Australis Incógnita

   Esta etapa comprende desde tiempos inmemoriales hasta 1780, época en que las mejoras en la navegación posibilitaron otra perspectiva de la Antártida. En esta larga etapa, la aproximación hacia el continente blanco puede dividirse (2) en tres. En un primer momento prima un punto de vista místico. En el segundo, más reciente cronológicamente hablando, se tuvo una visión filosófica de la Antártida. En un tercer momento, hacia el siglo XVI y comienzos del XVII, las aproximaciones empezaron a ser empíricas, en la medida en que el ser humano se acercó físicamente al continente con los medios de navegación de ese entonces.

   En la primera sub-etapa aparecen leyendas (3) difíciles de verificar históricamente, en las cuales se sugiere o se esboza la existencia de la Antártida, como es el caso de la leyenda polinésica de Ui-te Rangiora , un intrépido líder que en su canoa llamada Te Ivi-o-Atea, realizó en el siglo VII a.c. célebres viajes que incluyeron territorios de ultramar. Algunos de sus relatos de viajes aluden a una zona cuya descripción podría corresponder a la Antártida (4). La segunda sub-etapa, también denominada de los “geógrafos teóricos” (5), se destaca porque prima un punto de vista filosófico. Como ya indicáramos, una de las personalidades más sobresalientes fue Ptolomeo, quien veía a la Antártica como una necesidad física para el equilibrio de la Tierra. En su criterio, la existencia de la Antártica serviría de contrapeso al Polo Norte (6). En una línea filosófica, Pitágoras, en el siglo VI a.c., aludió a un continente que correspondería a lo que hoy conocemos como la Antártida. Por su parte, Parménides en el siglo V a.c., tenía una concepción del planeta Tierra, según la cual éste se dividía en cinco zonas climáticas, entre las que se incluían áreas frías e inhabitables como los polos, como también lo postuló Aristóteles. Una de esas cinco zonas fue llamada por los griegos Antarktikos (7), debido a que era opuesta a la constelación Arktos (en castellano, el oso), que se encontraba en el norte, y cuyo nombre ha hecho carrera hasta nuestros días con las adecuaciones necesarias para cada idioma.  Actualmente se le denomina "Antártida" o "Antártica" indistintamente.

   Tras los postulados de los “geógrafos teóricos”, se generó progresivamente la idea de una Terra Australis Incognita que se representó en mapas como los de Orontius Finaus (1531) y Ortelius (1573)  La idea de su existencia fue recogida en la Edad Media, recibiendo el nombre de "Terra Australis Nodam Cognita": Tierra del sur no conocida. Varios geógrafos la incorporan en sus mapas; Orontius Finne, en 1531, señala en una carta geográfica la "Terra Australis", y en 1587, Mercator publica el Mapa Mundi (Orbis lmago). Desde que los antiguos la intuyeron lógicamente y los geógrafos de la Edad Media la incorporaron a sus cartas, la Terra Australis despertó la inquietud de más de un aventurero y el interés de los gobernantes: su descubrimiento podía reportar fama a los intrépidos y provecho económico a los países .Es así como en 1578, el corsario inglés Francis Drake recibió de la Reina Isabel el encargo de buscar el Polo Sur. Sin embargo, a pesar de que su nave fue arrastrada al sur del Cabo de Hornos, no llegó a avistar tierra. El punto hasta donde se supone navegó se le conoce como Mar de Drake. Sin embargo, la historiografía pareciera exponer un cierto grado de disconformidad respecto a si Drake habría sido el descubridor o al menos el primer navegante de esta zona marítima austral. (8).

    En 1738 el francés Bouret de Lozier descubrió la isla que hoy lleva su nombre. En 1773, otro francés descubre una de las mayores islas subantárticas del Océano Indico, a la cual bautiza con el nombre de “Tierra Desolada”. Actualmente es conocida con el nombre de su descubridor.

   “Cuando Fernández de Quirós navega desde el Callao (9)  hacia el Oeste, en 1567, lo hace como piloto de Alvaro Mendaña de Neira. Así participa en el descubrimiento del archipiélago Salomón, que,  en 1575, aparecerá en el planisferio de Ortelius. Nuevamente en 1595 parten Neira y Quirós y descubren las Islas Marquesas de Mendoza, en honor al Virrey del Perú y de su familia” (10)

   En 1605 el mismo Fernández de Quirós esta vez por encargo del Rey Felipe III zarpará, a fin de tomar posesión en nombre de España, de todas las tierras aún desconocidas, al sur del Cabo de Hornos, navegando por espacio de un mes llegando hasta aproximadamente del grado 26 donde descubrió las islas Nueva Hébridas, constituyendo éste el primer descubrimiento, por voluntad de España, que se efectúa en zona antártica.

   Previo a esta búsqueda deliberada, hubo expediciones que ayudaron a esclarecer las circunstancias en las que verdaderamente se encontraba esa Terra Australis Incógnita, pues se pensaba que estaba adjunta al continente americano. La principal expedición para esos efectos fue la de Magallanes y Elcano (11), por la cual se instituyó que además del océano Atlántico e Índico, existía el Pacífico y que esta Terra Australis no colindaba con el continente (12). Los acontecimientos mencionados precipitaron la tercera etapa, muy posterior en el tiempo con respecto a las anteriores, pero muy rica en acontecimientos para posibilitar el acceso físico del hombre a la Antártida. Hay que recordar que los siglos XV, XVI y XVII, están marcados por el ánimo de expansión y obtención de posesiones territoriales que estaba particularmente presente en el contexto político. Era la época de los “descubrimientos”.

  La idea de conocer nuevas tierras empieza a tomar una fuerza contundente en el siglo XIV, dados los avances en las técnicas de navegación. La búsqueda de nuevos horizontes empezaba a ser un  imperativo en diversas monarquías europeas que invirtieron importantes recursos para abordar adecuadamente los desafíos que imponen los proyectos de nuevos descubrimientos. El caso más notorio fue el de la corona portuguesa que, por la iniciativa del príncipe Enrique de Portugal (1394 -1460), llamado “el navegante” por sus deseos de conocer los secretos de ultramar, realizó varias actividades que serían fundamentales para el desarrollo de la navegación marina, destacando la escuela náutica inaugurada en el cabo de San Vicente y un observatorio astronómico en la costa atlántica de Portugal, cuyos frutos pusieron a los lusitanos a la vanguardia de las técnicas de navegación (13). Dentro de los avances portugueses, se puede destacar el barinel, que fue reemplazado por la carabela. Sobre esta última, Comellas expresa que en su momento fue:

     Un barco no grande, pero fuerte y ligero al mismo tiempo, capaz de las más ágiles ceñidas, y rápido como ninguno. Colón reconoció a fines del siglo xv que la carabela es el “ingenio más apto para descubrir”. Y, efectivamente, fue el principal protagonista de la navegación en la era de los descubrimientos. Luego, ya conocida la configuración del mundo, cuando se trataba más de transportar hombres y mercancías a las tierras descubiertas que encontrar tierras nuevas, la carabela sería sustituida por la nao, luego por el “navío”(14) .

    Monarquías asiáticas como la China de Zhu Di (15), de la dinastía Ming, también  darán muestras serias de querer expandir sus horizontes, pese a que no estaban sometidas a los cambios de era que sufría Europa en esos momentos, de la Edad Media al Renacimiento. Según Menzies, “la flota del emperador Zhu Di, al mando del almirante Hong Bao, circunnavegó el planeta un siglo antes de Magallanes con los barcos que partieron desde China el 8 de marzo de 1421. El mencionado autor, investigó durante quince años esta expedición y rastreó los vestigios de la flota por Tierra del Fuego, el Estrecho de Magallanes, las Malvinas y la Antártida, a la que presuntamente llegó la expedición en enero de 1422” (16).

   Sin ánimo de polemizar respecto a la presencia china en la Antártida en tiempos tan remotos, lo cierto es que los acercamientos mejor documentados al territorio son los europeos, especialmente los de los siglos XV y XVI.

    Europa vivía por ese entonces un momento muy importante. Dejaba atrás la Edad Media y la  curiosidad por lo desconocido, por ir plus ultra, llevó a varias naciones europeas a una búsqueda de nuevos territorios. De hecho, “autores conocedores de los procesos de globalización, afirman que esta época de los descubrimientos fue el punto de partida de la actual globalización” (17).

  Un caso concreto del interés europeo por ir más allá de lo conocido y que redunda en los acercamientos a la Antártida es el de la expedición de sir Francis Drake en 1577. A partir del mapa de Ortelius de 1570, la reina Elizabeth I envió a Drake para comerciar y explorar “cualquier tierra que no esté en posesión de un príncipe cristiano” (18). Cuando la expedición pasó por el actual Estrecho de Magallanes, recaló en algunas islas y una de ellas la denominó “Elizabeth” en honor a la reina. Además, logró determinar que el océano Atlántico y el Pacífico se unían más allá de Tierra del Fuego, con lo cual puso en evidencia que el mapa de Ortelius, en el que se basaba su excursión, estaba francamente errado. Lo anterior ha generado discusión, y si se quiere polémica, por parte de historiadores luego de que Drake fuera considerado y de manera incuestionable como el primer navegante en surcar estas aguas, ello luego que se plantee por parte de la historiografía española se indiquen como anteriores a este viaje las expediciones de Magallanes y Elcano. Ello surge a propósito que el denominado pasaje de Drake como es llamado el tramo oceánico que separa el Cabo de Hornos de las Islas Sheetland fuera descubierto medio siglo antes por el navegante español Francisco de Hoces, del cual se sabe que éste se incorporó a la expedición que hacía más de un año preparaba García Jofre Loaisa cumpliendo la orden del rey Carlos V cuyo objetivo era llegar a las islas Molucas, que eran disputas por los reinos de Castilla y Portugal, formando para esto una fuerza naval integrada por 450 hombres y 7 naves, una de las cuales era la carabela San Lesmes comendada por Francisco de Hoces . Tal escuadra zarpó de la Coruña el 24 de julio de 1525 recalando en la Gomera, siguiendo de esta manera la ruta paralela a la costa africana. Poco después descubrieron la isla guineana de Annobón, a la que bautizaron como San Mateo, luego tomaron los Alisios alcanzando Brasil y navegando rumbo sur desde allí hasta el estrecho de Magallanes , al que llegaron el 14 de enero de 1526, perdiendo dos navíos en una tormenta.

   Es aquí donde aparece la figura de Francisco de Hoces ya que “en medio de un fuerte oleaje Elcano encontró un abrigo donde poner a salvo la nao Santa María de Parral, junto al patache Santiago. Sin embargo la San Lesmes fue empujada hacia adelante por el fuerte viento alcanzando los 55 grados de latitud, avistando el Cabo de Hornos a finales de enero y sobrepasando el extremo meridional del continente americano” (19).

    La historia más enigmática y atractiva y de trascendencia para nuestro estudio es la que librará la Carabela San Lemes ya que esta desapareció en el mar. Esta “era una nave de 80 toneladas tripulada por medio centenar de hombres, la mayoría gallegos aunque consta que había también asturianos, vascos y flamencos”. Durante dos siglos se le dio por hundida hasta que en 1772 la Fragata Magdalena encontró una cruz en Taití, presumiblemente de obra de los náufragos de la San Lesmes lo que llevó al marino e historiador, Martín Fernández de Navarrete a plantear la teoría de que las corrientes habían arrastrado a la nave hasta allí.  Es así que se abrió un sinfín de teorías “unas apuntaban a que habrían llegado a Nueva Zelanda otros a Australia e incluso que habían sido apresados por el portugués Gómez de Siqueira, entre otras teorías(20). Sin embargo, la última noticia sobre  Francisco de Hoces y que habría sido facilitada por el Fatache,  antes  que se separasen fue de que éste se encontraba enfermo por lo que había sido relevado por su segundo hombre, Diego Alonso de Solís, por lo que el misterio de su vida se esfuma en 1526. Finalmente, y en conformidad a los antecedentes aportados cabe al menos reivindicar que el paso de Drake fue antes el Mar de Hoces.Pese a la importancia y el conocimiento de esta ruta alternativa por parte de la Corona, en 1773 James Cook rebautizaría esta zona como mar de Drake en honor al famoso corsario que se escondió en este lugar en 1578” (21).

   Junto con las exploraciones de Drake, Jacobo Mahú llegó a la actual Shetland austral el 27 de junio de 1598. Después de este descubrimiento, se dieron varias excursiones en busca de tierras antárticas. Se destaca en primer lugar la excursión de Dirck Gherritz, que en el barco Blijde Bootschap de bandera holandesa, que navegaba en 1603 por Cabo de Hornos y una tormenta lo arrastró hasta los 64º de latitud sur. Allí pudo ver unas montañas nevadas que le recordaron a su natal Noruega, pero que en verdad correspondían a la Antártida (22). Posteriormente, en 1642, Abel Tasman intentó   llegar a la Antártida ex profeso, puesto que las excursiones anteriores daban serios indicios de ese  continente hasta entonces inalcanzable, logrando  arribar hasta lo que hoy se conoce como Nueva Zelanda  y Australia, y en su desconocimiento de la realidad geográfica, proclamaría erradamente que había llegado a la Gran Tierra del Sur (Great South Land) (23).

     Luego de estos hallazgos, solo hasta 1675 volverá a producirse un acontecimiento importante en el conocimiento de la geografía antártica, toda vez que Anthony de la Roché descubre la isla Georgia del Sur, que presumiblemente había sido avistada por Américo Vespucio (24). A este  hecho le siguieron los aportes de las excursiones de Lozier Bouvet y Marión du Frezne, que ayudaron a llenar los espacios en blanco que tenían los mapas de la época. Quienes más colaboraron en ese sentido, o por lo menos los más famosos, fueron Yves-Joseph Marie de Kerguelen de Trémarec y James Cook. El primero fue enviado con instrucciones del rey Luis XV para localizar la Gran Tierra del Sur, y aunque es célebre por el descubrimiento de un archipiélago en el océano Índico que lleva su apellido -las Islas Kerguelen, que actualmente son parte de las Tierras Australes y Antárticas Francesas (Terres Australes et Antarctiques Françaises, taaf) (25) fue enviado a prisión por sus decepcionantes reportes en cuanto al descubrimiento de la Antártida. Se agrega a estos, la figura de James Cook, “un gran navegante con un triste final” (26). Su primer viaje histórico tuvo lugar entre 1768 y 1771, en el HMS Endeavour.

     Primero fue a Tahití para ver el tránsito de Venus a través del sol, para luego continuar con  instrucciones secretas de buscar en el Pacífico Sur la mítica Gran Tierra del Sur  (27) y reclamarla para Inglaterra. Supuestamente la Gran Tierra del Sur había sido descubierta anteriormente por Abel Tasman, pero Cook pensaba acertadamente que Tasman estaba equivocado, y el gran logro de su primer viaje fue desvirtuar que la Gran Tierra del Sur había sido descubierta en los sitios en que se presumía que estaba. 

   En 1772,  James Cook zarpó del Cabo de Buena Esperanza lanzándose resueltamente hacia el sur. Al llegar a los 49° 10' de latitud y 21° 9’ de longitud Este, vislumbró los primeros témpanos, difíciles de evitar por los navíos. Algunos tenían 3 ó 4 millas de diámetro, y otros aún más, lo cual le impedía seguir a hacia el sur. Posteriormente, continuará, entre el período 1773- 1774,  sus exploraciones por tierras australes descubriendo la isla Georgia del Sur de la que tomará posesión oficial en  nombre del Rey de Inglaterra. La fuerte impresión que a los viajeros produjo aquella campaña se traduce en estas líneas del diario del capitán Cook:

     "El peligro que se corre al intentar explorar una costa en estos mares desconocidos y helados es tan grande que nadie se atreverá jamás a ir más lejos que yo, y dudo que las ferras que pueda haber más al Sur se descubran alguna vez. Hay que afrontar las nieblas densas, los chubascos de nieve; el frío agudo y todo cuanto puedan hacer peligrosa la navegación. Este país está condenado por la naturaleza a no sentir jamás el calor de los rayos del sol y a quedarse enterrado en las nieves y en los hielos eternos...”  (28).

   Nuevas empresas volvieron a organizar diversas expediciones hasta llegar al centro mismo de aquellas tierras misteriosas y desoladas. Fueron primero los pescadores de ballenas y  focas. En este sentido, Cook ya había señalado la abundancia de "otarios y elefantes de mar" que frecuentaban los mares del sur y es así como pescadores ingleses, americanos y noruegos, acudieron al botín. “Algunos autores señalan también que loberos y foqueros argentinos, participaron activamente en la exploración del Océano Austral” (29).

    Entre 1819-1821, el capitán ruso Bellingshausen, hizo varios descubrimientos en su periplo del Antártico, entre ellos la tierra de Alejandro I. donde no pudo desembarcar debido al banco de hielo que le separaba del litoral; también descubre el mar, que lleva su nombre. En 1823, el cazador de focas inglés Weddell, favorecido por las excepcionales condiciones de los hielos durante aquel verano, llegó hasta los 74° 15' de latitud, descubriendo un extenso mar que se conoce hoy como Mar de Weddell.

   En 1830, la casa Enderby, de Londres, equipó una expedición al mando de John Biscoe para tratar de descubrir  nuevas tierras antárticas que estuviesen pobladas de focas. Esta expedición encontró la tierra de Enderby, situada a los 68° de Latitud Sur y 609 de Longitud Este. Al año siguiente descubrió  la isla Adelaida. De 1838 a 1843, la Antártida se vio visitada por las expediciones del francés Dumont D’Urville, que descubrió la tierra de Adelaida; la del americano Wilkes, que recorrió una amplia zona, que hoy se conoce como Tierra de Wilkes y la del inglés James Clarke Ross, que halló la tierra Victoria, con los Volcanes Erbus y Terror y el Mar que lleva su nombre, en gran parte helado. Luego vendría un largo período que podríamos llamar de abandono. 

   En 1897 la expedición del belga Adrien de Gerlanche, atrajo nuevamente el interés de los gobiernos provocando una corriente de opinión a favor de la exploración de las regiones antárticas, logrando desmentir la idea pesimista de Cook, que había decaído los ánimos aventureros durante el medio siglo precedente. Encerrada en los hielos durante todo el invierno, con doscientos cincuenta días de nieve.  Estos  expedicionarios demostraron la posibilidad de volver vencedores del terrible invierno antártico, y uno de los compañeros del Gerlanche, el teniente Amudsen, noruego de nacionalidad y el más importante de todos los exploradores polares, tendría años más tarde la gloria de ser el primero en llegar al Polo Sur. Pocos años después dos expediciones -sueca una y escocesa la otra- emprenden la exploración del Polo Sur. En la primera el doctor Otto Nordenskjold que invernó dos años consecutivos -1902 y 1903- en la Sierra de Graham, realizó importantes estudios científicos sobre los recursos del blanco continente, mencionando por ejemplo, la existencia de carbón, antimonio, molibdeno, plata, cobre y plomo. En la segunda, el doctor William Bruce, pudo hacer una serie de estudios interesantes en la región de las Orcadas del Sur.

     En 1904-1905 y 1908-1910 respectivamente, el francés Charcot levanta planos de las costas de Tierra Palmer y luego, logra cartografiar la Tierra de Alejandro, instalando diversos observatorios. Hubo también expediciones alemanas, quienes  promovieron la exploración en el sector del Océano Índico, así por ejemplo en 1902 Erich von Orygalski, exploró la tierra de Guillermo (30), extrayendo datos minuciosos sobre la región; expediciones japonesas (1911-1912), australianas (1911-1914).

   Un dato interesante es que Argentina ocupó una estación escocesa en las islas Orcadas del Sur en 1904 la que se mantiene hasta hoy.

     El Capitán inglés, Scott, realizará varias exploraciones intentando alcanzar el Polo; a la que se agrega el también inglés, Shackleton, quien plantará en 1909, el pabellón británico en los 88° 22' de Latitud Sur, logrando llegar a escasos 170 kilómetros del Polo Sur. Al regresar a Inglaterra, luego de esta  expedición, Scott emprendió una nueva misión con el propósito de conquistar el Polo Sur; sin embargo, las cosas no sucedieron como se habían previsto. Será el noruego Roald Amudsen quien recogerá todos los laureles, cuando el 14 de diciembre de 1911 alcanza el triunfo llegando a la ansiada meta. Scott mientras tanto superando una serie de contratiempos que retardaron su marcha, llega al Polo Sur el 18 de enero de 1912, encontrándose con gran sorpresa, la bandera noruega. En la ruta de regreso, una terrible tempestad asedió a los expedicionarios, pereciendo.

    Por más de un siglo, el  mundo se olvidó de la Antártica, aun cuando Cook la buscaba afanosamente en el siglo XVIII, sin encontrarla; será el comerciante William Smith, quien la descubrirá en 1819, según sus propios dichos  en Valparaíso, siendo el primer puerto en recibir la información del descubrimiento. Noticia que fue oída por Bernardo O”Higgins, que se encontraba en el puerto preparando la Expedición Libertadora del Perú.  Noticia a la que además accederá John Miers, un inglés avecindado en Concón, calificado de confianza de Lord Cochrane, “que fabricaba planchas de cobre en la desembocadura del Río Aconcagua. En 1920, Miers escribiría para el diario Edimburg Philosophical Journal acerca William Smith y de sus descubrimientos, en los que pocos creían: “Todos ridiculizaban al pobre hombre por su fantástica credulidad y su engañosa visión(31).

   En septiembre de 1819, frente a la Isla Shetland del Sur naufragaba el navío español San Telmo, muriendo todos sus tripulantes; poco después Smith realiza otro viaje y pone pie por primera vez en una de esas mismas islas.

   Entre los años 1928 y 1940, es pertinente añadir las expediciones  del inglés  Wilkins y el Almirante norteamericano R. E. Byrd, quienes realizaron la más completa y feliz exploración al Polo Sur, debido sobre todo al empleo de la aviación, estableciendo la base "Little America" en la bahía de la Ballena.

    Países sudamericanos, como Argentina y Chile realizaron a partir de mediados del siglo XX constantes expediciones. En muchos de los descubrimientos y expediciones reseñados encontraremos el fundamento de pretensiones de soberanía de distintos países sobre la Antártida.

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1).- Headland, R. K. (1989). Chronological List of Antarctic Expeditions and Related Historical Events. Cambridge: Press Syndicate of the University of Cambridge.. P 22

2).-Esta subclasificación no la realiza de esa manera Headland (1989), sino que es ideada por el autor a partir de diversas obras y de su experiencia en el estudio de la historia antártica.

3).- Es difícil pensar que en una canoa polinésica del siglo vii a.c. se hubiera podido navegar por un océano tan complejo como el Antártico.

4).- Martin, S. (2013). A History of Antarctica. Australia: Rosenberg Publishing. P. 27

5).- Fogg, E. (1992). A History of Antarctic Science. Cambridge: Cambridge University Press. P. 16.

6).-Villamizar Lamus, F., Ibarra, P., y Guerrero, C. (2013) Territorio Antártico Chileno: la reacción de Chile ante los intereses antártico globales. Revista de Relaciones Internacionales. Estrategia y Seguridad. P 98.

7) Martin, S. (2013). A History of Antarctica. Australia: Rosenberg Publishing. P. 28.

8) Pinochet de La Barra. O (2007): Reflexiones antárticas. Santiago: Editorial Andrés Bello. 2007. P. 26

9) Estensen, M. (2007). Terra Australis Incognita: The Spanish Quest for the Mysterious Great South Land. Australia: Allen & Unwin. P. 5.

10) Quigg Phillip, ·W (1983). A pole a-part'. 87-88. Auburn, F.M., op. cit., 241-263. Mitchell, B. & Tinker, J., "Antarctica and its resources", London (1980), 58

101). Pigafetta. A (2004), (Uno de los miembros de esa expedición) dejó un relato en su diario en el cual denota conocimiento sobre la existencia de un polo sur.

12) Pinochet de La Barra. O (2007): Reflexiones antárticas. Santiago: Editorial Andrés Bello. 2007. P. 26

13) Estensen, M. (2007). Terra Australis Incognita: The Spanish Quest for the Mysterious Great South Land. Australia: Allen & Unwin. P. 5.

14) Quigg Phillip, ·W (1983). A pole a-part'. 87-88. Auburn, F.M., op. cit., 241-263. Mitchell, B. & Tinker, J., "Antarctica and its resources", London (1980), 58

15) Pigafetta, Antonio (2004), (Uno de los miembros de esa expedición) dejó un relato en su diario en el cual denota conocimiento sobre la existencia de un polo sur.

16) Menzies, G. (2003). 1421 The Year China Discovered the World. Great Britain: Bantam Press. pp. 169 y ss.

 17) Ferrer, A. (1996). Historia de la globalización: orígenes del orden económico mundial. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. / Fazio Vengoa, H. (2002). La globalización en su historia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

18) Martin, S. (2013).  P. 31.

19) Said, J. (2016), Patagonia. Editorial Sudamericana, Santiago. P.114-115.

20) Pinochet de la Barra, O. (1944). La Antártida Chilena o Territorio Chileno Antártico. Santiago de Chile: Colección de Estudios de Derecho Internacional publicada bajo el patrocinio del Seminario de Derecho Público de la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de Santiago (Universidad de Chile). Pinochet de la Barra, O (1989) Quirós y su utopía de las Indias Australes. Madrid Ediciones de Cultura Hispánica. España. P.31. Antón Burgos. F.J. y Ramos. L.O. (2002), Traspasando Fronteras: el reto de Asia y el Pacífico, Vol. 1, Madrid /Valladolid, Asociación Española de Estudios del Pacífico- Centro de Estudios de Asia, Universidad de Valladolid. P, 393-402 / Mellén. F. (2004), Españoles en Australia en el siglo XVI, En Historia 16 Nro. 336. P.10 / Martinic. M (1972), Cartografía derivada de los descubrimientos y exploraciones holandesas en la región Magallánica, en Anales del Instituto de la Patagonia. (AIP), Punta Arenales, Chile Vol. III P 1 y 2. .BECKER, JERÓNIMO: Diario de la primera Partida de la Demarcación de Límites entre España v Portugal en América, precedido de un estudio sobre las cuestiones de límites entre España v Portugal en América .2 vols.Madrid, Real Sociedad Geográfica, I, 1920-1924,394 pags.y II.1925-1928,319 pags. // Landín Carrasco, Amancio. España en el mar. Padrón de descubridores. Madrid: Editorial Naval ISBN 84-7341-078-5

21)  Said, J (2016) p. 137 y 141.

22) Campbell, D. G. (2002). The Crystal Desert. Summers in Antarctica. United States: Mariner Books.  p. 153

23) Day, D. (2013). Antarctica: A Biography. Oxford: Oxford University Press pp. 2 y ss.

24) Young, J. (2015). How Many Oceans Are There? New Zealand: Ice Press  p. 39

25) Villamizar Lamus, F., Ibarra, P., y Guerrero, C. (2013). P 98.

26) Pons, A. (2015). James Cook, le compas et la fleur. Paris: Perrin. . pp. 47 y ss.

27) Rienits, Rex; Rienits, Thea (1976). The voyages of Captain Cook. Londres: Hamlyn. ISBN 978-0-600-04111-5.

28) Hanessian, J (1972). Intereses Nacionales en la Antártida, en: La Antártica, Hatherton, 16. 128 Thornberry N., A (1982) Tesis: "El Problema Jurídico de la Antártida". PUC (1982), 31-34. Maneta, C., "Antártida Argentina: Los problemas 1975-1990", en: Estrategia N'' 31-32, (1974-1975).

29) Braun, A (1947). Pequeña Historia Antártica .Ed. Francisco de Aguirre. Buenos Aires. p. 37.

30) Fernández P, G (1954). El problema antártico en el cuadrante sudamericano. Revista Pcltuana de Derecho Internacional No 46, pp. 23-2-10. Fitte. E, (1978) "El descubrimiento de la Antártida", p. 7. Thornberry, A. p. 35-37.

31) Cordovez M. E (1946). La Antártida Chilena. El Cuadrante Americano. Memorial del Ejército de Chile nº 212, p. 85.

 

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