Por: J.C. Maraddón06 de noviembre de 2025

Un baño de prestigio

Con “Berghain”, su más reciente single en el que cuenta con la colaboración de Björk, Rosalía ha dejado atónito a más de uno, algo que seguramente se repetirá mañana cuando se suba a plataformas “Lux”, su cuarto disco de estudio, que tiene la difícil misión de seguir al exitosísimo “Motomami” de 2022.

J.C. Maraddón


Durante la década del noventa, la cantante islandesa Björk alcanzó el pináculo de su carrera artística, con el lanzamiento de sus tres primeros discos como solista que la depositaron en la vanguardia musical de la época, a partir de esos experimentos sonoros en los que mezclaba los más diversos estilos. Surgida de la escena rockera alternativa de su país natal en la segunda mitad de los años ochenta, muy pronto su rol de vocalista del grupo Sugarcubes le quedó chico y su lanzamiento en solitario despertó una gran expectativa, que se vio colmada desde la publicación del disco “Debut” en 1990.

Su tan particular voz y su belleza de rasgos nórdicos obraron el milagro de que sus composiciones para nada convencionales encontraran divulgación mediática y la catapultaran a una popularidad inimaginable para una artista que se vanagloriaba de no encajar en ningún molde. Cuando el cineasta dinamarqués Lars Von Trier la convocó en 2000 para el protagónico de la película “Bailarina en la oscuridad”, parecía que su talento multifacético no tenía techo y que también iba a brillar con la misma intensidad en ese nuevo siglo que desparramaba promesas tecnológicas, encabezadas por el incipiente aún desarrollo de la red de redes.

Pero atravesó ese rodaje como una mala experiencia y resolvió no profundizar su incursión en la cinematografía, en tanto que su rumbo creativo siguió poniendo acento en la exploración de los límites de la sonoridad, lo que tornó menos accesible su propuesta y la alejó de las luces del centro de la escena. Si bien sus obras coqueteaban con la electrónica, no necesariamente eran aptas para la pista de baile, y como los DJs requerían de esa característica para armar sus sets, tampoco tuvo allí la difusión merecida y se amplió la distancia entre su apuesta y las tendencias de moda.

Sin embargo, su influencia ha sido manifiesta sobre varias de las figuras internacionales de los últimos 25 años y su nombre refulge con luz propia entre las celebridades de la música pop que siempre la citan entre sus favoritas, en especial las estrellas femeninas que predominan en el panorama actual. Su registro de soprano es una marca registrada y su desinterés por adaptarse a lo que pide el mercado ha sido inspirador para muchos de los que eligieron ser innovadores, a pesar de las presiones de una industria que los insta a atenerse a las reglas del negocio.

Una de esas divas del presente que la tiene en un pedestal es la española Rosalía, quien ya ha trascendido todos los rótulos y se ha perfilado como la campeona en desorientar a la crítica. Con “Berghain”, su más reciente single, ha dejado atónito a más de uno, algo que seguramente se repetirá mañana cuando se suba a plataformas “Lux”, su cuarto disco de estudio, que tiene la difícil misión de seguir al exitosísimo “Motomami” de 2022, aquella verdadera explosión rítmica que sirvió en aquel entonces para despejar la oscuridad de la pandemia y festejar que se podía salir a la calle otra vez.

Por más que su título cite a una discoteca de Berlín, “Berghain” es un pastiche donde lo sinfónico y lo lírico asoman como trasfondo de una pieza moderna, cuya audacia formal podría desalentar a aquellos que esperaban algo más parecido a “Despechá”. Y para confirmar la dirección inesperada en la que se encamina, en esa flamante canción de Rosalía colabora Björk, quien ya la había acompañado hace unos años en un lanzamiento benéfico y que aquí ejerce una especie de madrinazgo, cuyas consecuencias son difíciles de anticipar, pero que sin duda bañan en prestigio a la intérprete latina.