El Concejo cierra el año con balance a favor para De Rivas

Por Gabriel Marclé

El cierre de 2025 deja una postal clara en el Concejo Deliberante de Río Cuarto: a lo largo del año, el recinto de Sobremonte volvió a ser el espacio donde el intendente Guillermo De Rivas consolidó su perfil de gestión a partir de la acción legislativa. Con diferencias en los modos y en los niveles de consenso, el oficialismo logró aprobar las principales herramientas de gobierno y cerrar el año con dos hitos que sintetizan su estrategia política: un Presupuesto sin respaldo opositor, pero aprobado sin sobresaltos, y un pliego licitatorio de higiene urbana que sí consiguió acompañamiento transversal.

La combinación no es menor. En un contexto económico adverso y con tensiones políticas latentes, el Gobierno municipal mostró capacidad de orden interno para garantizar mayorías propias cuando el consenso no fue posible, y vocación de acuerdo cuando el tema exigía amplitud política. El servicio de higiene urbana, una de las discusiones más sensibles por su impacto económico y territorial, terminó siendo aprobado con aval opositor mayoritario, reforzando la idea de un oficialismo que administra el conflicto sin arriesgar sus fichas centrales.

El Presupuesto 2026, en cambio, expuso el límite de los acuerdos. La oposición eligió no acompañar, pero tampoco logró condicionar el trámite, lo que le permitió al Ejecutivo obtener luz verde en tiempos más rápidos de lo habitual. Para De Rivas, la aprobación sin votos opositores funcionó más como una demostración de fortaleza que como señal de aislamiento: cerró el año con la herramienta central asegurada y con control pleno de su bloque. A eso se sumó una yapa política: el tratamiento de Higiene Urbana dejó al descubierto el quiebre del bloque Primero Río Cuarto, primera minoría del Concejo, trasladando parte del ruido legislativo hacia sus principales críticos.

Ese resultado no fue aislado, sino la consecuencia de un recorrido legislativo que tuvo en 2025 su etapa más sólida. Fue parte del combo que fue a buscar De Rivas cuando ubicó a Ana Medina, pieza relevante del armado peronista local, al frente de un Concejo de fuerte impronta política y con un bloque oficialista que, aunque diverso, garantizó juego en equipo bajo la conducción de Leandro Carpintero.

Durante el año, el Concejo aprobó la ordenanza de Ficha Limpia, un gesto político que excedió lo local y alineó a Río Cuarto con una agenda provincial sensible para el llaryorismo. También avanzó la licitación para pavimentar 100 cuadras, una señal concreta de gestión que le permitió al intendente mostrar obra pública aun en un escenario de restricción financiera.

A eso se sumaron iniciativas de corte institucional, como la formalización de la Mesa de Seguridad, que reforzó el vínculo entre el Municipio y las fuerzas de seguridad. También se destacaron los posicionamientos del cuerpo frente a la política nacional, con el Concejo funcionando como caja de resonancia del reclamo derrivista hacia el gobierno de Javier Milei. Fueron movimientos que alinearon al bloque oficialista con la estrategia provincial y le dieron volumen político al intendente más allá del ámbito local.

El tramo final del año aceleró aún más la agenda. El ordenamiento de los “trapitos” volvió a ocupar un lugar central, profundizando una línea de intervención ya ensayada por De Rivas en su primer año de gestión. Y esta semana, con la aprobación en segunda lectura de la reforma del transporte urbano, el Ejecutivo dejará lista una de las transformaciones estructurales más relevantes para implementar en 2026.

El repaso no estaría completo sin volver brevemente a 2024, cuando el Concejo comenzó a consolidarse como plataforma política del intendente. En ese primer tramo, la regulación de las aplicaciones de transporte marcó un antes y un después. La decisión de avanzar sobre Uber y otros servicios posicionó a Río Cuarto como referencia provincial y le dio a De Rivas visibilidad más allá de la ciudad. A eso se sumaron el programa Noche Joven y el ordenamiento del tránsito frente al fenómeno de las hordas de motos, iniciativas que, con matices, lograron amplios consensos.

Un año y medio después, el balance muestra un patrón claro: el Concejo Deliberante no fue un escenario de bloqueo para el Ejecutivo, sino un engranaje central de su construcción política. Con acuerdos cuando fue posible y mayorías propias cuando fue necesario, De Rivas cerró 2025 con una ventaja clave de cara al futuro: una arquitectura legislativa aceitada y la certeza de que, al menos por ahora, el poder municipal se sigue jugando —y ganando— dentro del recinto.