Caras y caretas cordobesas
El año 1916 ofrecía aún una noticia solitaria de Lugones en “Caras y Caretas”, para cerrar referencias al autor y buscar su continuidad en 1917, mientras la Primera Guerra Mundial seguía su curso.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Construyendo a Leopoldo Lugones (Duodécima parte)
El 30 de septiembre de 1916, en su número 939, Caras y Caretas presentaba lo que podría ser una entrevista a Lugones, aunque no lo es estrictamente. Se le pidió al escritor que describa su rutina diaria en una hoja manuscrita, que también se incluye. El resto de la nota es una improvisación del periodista en torno al escrito que trazó el cordobés en su despacho de la biblioteca donde había asumido el año anterior como su Director.
Vamos pues a esta noticia que presentaba el semanario:
“Una hoja de escritura clara, firme y rápida. Esto es todo y es bastante. Una carilla escrita a vuela pluma en la Biblioteca Nacional de Maestros, provechosa institución que Lugones dirige eficazmente desde hace un año.
A nuestras preguntas responde el literato y no el conferencista con la promesa del autógrafo que ahora reproducimos. Desconfía de la imaginación reporteril. aburrido de la publicidad. Y, cosa difícil, el repórter claudica, dejándose convencer.
Durante su demasiado noticiera existencia le ha ocurrido lo mismo otra vez, precisamente con un periodista veterano que se negó a la interviú, como el médico enfermo rechaza las drogas.
Igual que todos los hombres, tienen los hombres informativos un depósito de preguntas imperiosas, llamado cráneo, entre dos interrogaciones, tituladas orejas. Misterio, charada, problema, chismorreo: lio aquí los cuatro puntos cardinales del espíritu humano. Si los oídos no reciben contestación categórica, la vista y la fantasía se encargan de preguntar. A ellas, pues, debe ahora el curioso lector esos detalles y minucias sin los que no hay reportaje completo.
Quien no conozca personalmente al autor de «Prometeo», sepa que es de regular estatura física. La estatura intelectual, lo que hace grandes a los hombres y se mide desde las cejas hasta la raíz del cabello, es elevada. No puede decirse que don Leopoldo va a la moda, sino que la moda viene a él, despojada de exageraciones, siendo recibida con pulcritud y buen aire. Ese atildamiento en el vestir da motivos a suponer que en la mesa de trabajo, en los libros y papeles de Lugones preside el orden.
Habla con simpático dejo cordobés; su voz, de recio y claro timbre, no se «aporteñizó», signo esto de personalidad y de amor a la patria chica. Y se nota un raro contraste entre su palabra tranquila y la nerviosa agitación del cuerpo: tranquilamente nervioso es el temperamento de este poeta, erudito, y poético prosista.
No fuma; profesa un prudente cariño hacia el buen café. Estas dos cosas pudimos comprobarlas durante la entrevista.
Hasta aquí lo que vimos. Para encontrar otros detalles es necesario examinar detenidamente el autógrafo. La grafología más rudimentaria te dice, lector, que esos caracteres iguales, inclinados, horizontales, legibles, tienen una belleza interior diferente de la belleza caligráfica o exterior de las letras vacías trazadas por oficio.
Los deseos de hacer arte y de ser comprendido, se manifiestan allí nítidamente.
«Tomo media docena de mates, mientras leo el diario». La frase de «el diario» tiene todo el valor de una antonomasia: ese periódico debe ser «La Nación», la hoja literario - informativa de sus afectos, saboreada entre seis mates, que suponemos amargos, sin saber el motivo. Y a beneficio de los lectores que buscan en los reportajes una ejemplaridad, apuntemos el consejo que se desprende de este párrafo: es indispensable leer cotidianamente la publicación favorita; el escritor debe estar en relaciones con el mundo.
Pero tú sabrás, lector estudioso, que quieres a Lugones como a uno de los representantes de la cultura argentina, sacar provecho de esta carilla donde a sí mismo se pinta un carácter fuerte y original.
Toda la vida del maestro, aunque él hable de descanso nocturno, se halla consagrada a practicar el «nulla dies sine linea», completándole: Ningún día sin escribir una línea; ninguna línea sin idea; ninguna idea sin forma; ninguna forma sin gracia.
BERNARDO SIERRA.”
Se reproduce a continuación la transcripción del manuscrito entregado por Lugones, centro evidente del artículo firmado por Sierra:
“Me levanto entre seis y media y siete de la mañana. Tomo media docena de mates, mientras leo el diario, y luego me pongo a trabajar hasta las doce y media. Mi trabajo, que es de pluma o de escritorio, no ofrece particularidad alguna. Generalmente hago todo por mano propia, salvo la traducción de algún idioma que no conozco, y a la cual debo, entre paréntesis, algunos lapsus; lo cual me ha llevado a prescindir casi enteramente de ese recurso. Almuerzo como todo el mundo y la tarde es para la oficina o para la cátedra de estética que desempeño en La Plata. Como a las siete y media, y destino la noche al descanso en el hogar y a los amigos. Esto es todo.
L. Lugones”
Para completar estas noticias del trabajo y la rutina de Lugones, va esta otra referencia sobre el autor, una reaparición solitaria en el semanario a fines del año siguiente, el 1° de diciembre de 1917, en su número redondo: 1000. Se trata de la publicación del poema “Los Tordos”, una pieza extraída del “Libro de los Paisajes” que salió editado ese mismo año en Buenos Aires, y que contenía una sección titulada “Alas”, dedicada a las aves que son parte de la fauna silvestre de la provincia de Córdoba. El poema elegido apareció en página a color, con ilustración de Sirio. El bello poema comenzaba: “Del árbol que aterido se avejenta / brota un trino de lírico deleite, / y la siesta invernal se entibia, lenta, / en una suave claridad de aceite.”
Eso fue todo lo que hubo aquel año en que Lugones, mientras tanto -al margen de Caras y Caretas-, participaba de manifestaciones a favor de los Aliados junto a otros intelectuales, en el Comité Nacional de la Juventud.
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