Naranjitas, limpiavidrios y pobristas
La discusión sobre el código de convivencia expone con fuerza cuáles son los reclamos de la gente y quienes prefieren no escucharlos
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
La fuerte baja de la inflación del último año ha movido el eje de las preocupaciones de los ciudadanos. Si bien la caída de la actividad económica (particularmente en el comercio, la industria y la construcción) ha reflotado el temor al desempleo, todavía la gente no parece percibir masivamente un futuro negro. La preocupación presente, al menos en Córdoba, es la inseguridad.
Aunque el algoritmo mete la cola, cada vez que se abren redes sociales aparece contenido de algún modo vinculado a situaciones de robo y violencia, que se renueva incesantemente por la gran cantidad de hechos que quedan registrados por las cámaras. Hay violencia entre naranjitas, discusiones callejeras, robos a plena luz del día y testimonios sobre arrebatos, forcejeos o golpes que se repiten día tras día.
No hay dudas de que la demanda de la gente por ese contenido (y su interacción con el mismo) genera un incentivo extra para que los medios lo publiquen, pero sería absurdo plantear que son todas operaciones de prensa o manipulación informativa. Todo el mundo lo ve cada vez que sale a la calle, lo que representa un verdadero desafío para los políticos.
La semana pasada se instaló con fuerza la reforma del código de convivencia, en línea con las demandas de la gente y esa preocupación que podría llegar a afectar las chances electorales del oficialismo provincial. Las modificaciones propuestas implican un endurecimiento de las medidas para el control de la vía pública, con un tinte demagógico y en línea con las preocupaciones de los cordobeses.
Los puntos más resistidos fueron los referidos a naranjitas y limpiavidrios, la obligación de la vacunación en niños y las restricciones para la circulación de dos personas en moto, que pasaron para ser tratadas en febrero. Algunas de estas cosas ya se vienen debatiendo hace tiempo, con propuestas variadas para resolver preocupaciones de larga data que solamente han empeorado por la inacción política. En las últimas décadas vimos propuestas para hacer cooperativas de naranjitas, propuestas para poner la patente en el casco de quienes andan en moto (junto a un chaleco reflectante igualmente estampado) y todo tipo de intentos de regulación de esas actividades, pero nada parece haberse implementado (o prosperado, en el caso de las que sí).
Quizás lo nuevo sea el tema de la vacunación, con una creciente comunidad de personas que adscribe a teorías delirantes e incomprobables que generan daño en la comunidad y comprometen la salud pública. Pese a su novedad, es parte de las consecuencias de una política de aceptación y justificación de las prácticas de la gente, un laissez faire concreto en lo que hace a prácticas sociales.
Todo eso se deriva del pobrismo culposo que se incubó en los ‘90, explotó en 2001 y se hipertrofió durante la primera década del siglo XXI. Cada marginal caído del sistema era una víctima que no podía hacer nada para mejorar su situación. Los sueños del Estado presente se transformaron en iniciativas para tratar de regular actividades en negro, sin protección social ni de ningún tipo. A modo de ejemplo, en una ciudad que prohíbe la tracción a sangre a alguien se le ocurrió organizar una cooperativa de carreros, un delirio que alimentó el marco de anarquía y descontrol que terminó generando la situación actual.
Los que se quejaron por la propuesta fueron los mismos de siempre, que parecen disfrutar de la existencia de pobres sin trabajo estable, en blanco y en relación de dependencia. La iglesia, el periodismo y los movimientos sociales protestaron, como así también un cierto sector del peronismo que va a servirle locro a los naranjitas en el almuerzo del primero de mayo, pero que no se da cuenta de que sube fotos de su brindis de navidad con una botella de vino de más de $30.000 arriba de la mesa.
El caso de los grandes medios de Córdoba publicando historias de naranjitas o limpiavidrios que llevan dos décadas haciendo eso es una de las peores cosas que he visto en años, por su extorsión emocional sobre aquellos que todavía no tienen un corazón de piedra, su búsqueda de interacciones (aunque sean manifestaciones de bronca) y el culto al pobrismo que nos trajo hasta acá.
Parte de las críticas recibidas se basa en ese pobrismo bien de 2001, con gente impostando preocupación por el próximo porque así lo demanda el canon progresista de las profesiones con “conciencia social”. Mucho de eso se puede resumir en una idea que se repitió en posteos y declaraciones de los más férreos detractores de la iniciativa: “es un proyecto pensado para los sectores medios y altos de la sociedad”. La afirmación es enervante, puesto que parte de una premisa absurda de que solamente los sectores populares pueden demandar al gobierno y al Estado por políticas públicas que atiendan a sus necesidades. Eso es debido al pobrismo que considera que todo pobre es bueno y altruista, una sobresimplificación que cimentó las bases del camino que nos trajo hasta acá. Esa afirmación, además, supone que cualquier proyecto pensado desde abajo y privilegiando los intereses de esos sectores va a ser intrínsecamente bueno, lo cual es un disparate.
Hoy el péndulo se cruzó para el lado de la mano dura y el endurecimiento de controles y sanciones porque muchos vivos se aprovecharon de un marco de convivencia laxo. Hoy las calles de la ciudad están tomadas por naranjitas, limpiavidrios, drogadictos, arrebatadores y todo tipo de personas que hace muy difícil vivir los espacios públicos. Decir eso en voz alta y reclamar por la restitución del orden en calles y plazas sigue siendo tildado de reaccionario por muchos, aunque solamente se trate de un reclamo sensato por parte de una mayoría silenciosa que está cansada de ver sus derechos pisoteados por un pobrismo decadente.
Te puede interesar
Frenesí legislativo: marchas y contramarchas ante el “veto” de la Iglesia
La última sesión del año legislativo dejó al descubierto el apuro del oficialismo, el peso de la Iglesia en el debate público, y las tensiones cruzadas entre el PJ, la UCR y el Frente Cívico.
La cuenta fina de los cambios de gabinete (primera parte)
El Ejecutivo llevo finalmente a votación el decreto que modifica su estructura orgánica. Bajadas las cartas, se puede ver ahora quiénes, qué y cuánto perdieron y ganaron con la primera tanda cambios. La reubicación de Ambiente y Capital Humano, sin embargo, quedará para la próxima.
Tensa espera en el debut de la Ley de Equidad Jubilatoria
Con los primeros recibos ya cargados y el cronograma de pagos en marcha, el conflicto se desplaza de la calle hacia las planillas de sueldos. Los insultos de Rubén Daniele a Martín Llaryora, en segundo plano frente al efecto concreto de la reforma previsional.
Legislatura: Nadia Fernández pidió licencia y se sumará al ministerio de Justicia
La ahora legisladora del bloque Hacemos Unidos embarcará en el ministerio de Justicia para enfocarse en la articulación de las políticas judiciales.
Tras el recambio: asumieron las flamantes autoridades de la Policía
Luego de que se confirmaran los cambios estratégicos que iba a hacer la Provincia en la fuerza policial, Marcelo Marín tomó el cargo como nuevo jefe de la Policía
Llaryora satura en Capital y mixtura con manual libertario
El gobernador deshizo dos ministerios y reacomodó nombres dentro del gabinete. Suma jugadores para la Capital ´27. Tanto peronismo como sea posible, tanto mileismo como sea necesario.