El camino del hiperministro
Los números no acompañan a Massa, que debe soñar con salir segundo en una elección que le devuelve los peores indicadores que un oficialismo puede tener.
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Sergio Massa tiene la difícil misión de meterse en el ballotage. Muchos medios -dependientes en extremo de la pauta oficial- lo presentan como un candidato viable, con chances electorales elevadas y seguro de sí mismo. Tal vez por eso en los distintos análisis siempre se lo cuenta bien arriba de la tabla.
Sin embargo, hay un indicador que preocupa al gobierno. No se trata de la inflación mensual de dos dígitos, la pobreza en aumento, la caída en salarios, jubilaciones o ayudas estatales. El índice que más los preocupa es el Índice de Confianza en el Gobierno que elabora periódicamente la Universidad Torcuato Di Tella. Ese es, al menos hasta ahora, el mejor predictor de la performance electoral de los oficialismos.
Valores altos se asocian a buenos resultados electorales. Por ejemplo, en 2011 el valor estaba casi en 2,5 puntos, lo que se tradujo en alrededor de 50% de los votos para el kirchnerismo. Desde allí fue bajando poco a poco. En 2015 le dio poco menos de 2 puntos al oficialismo, que significó una derrota ajustada de Scioli en el ballotage. En 2019 bajó unas décimas del número anterior y hubo una elección polarizada que Macri perdió en primera vuelta.
Antes de las PASO de este año el índice marcó 1,2 puntos, con Unión por la Patria marcando 27,3% de los votos. Si marca bajo, el resultado es malo. En septiembre la marca bajó un poco más, hasta 1,03 puntos. Es el peor registro de un gobierno desde la salida de la convertibilidad.
Sin rigor científico, sino a modo de conjetura, ese nivel de desaprobación de la gestión del gobierno nos pone ante un escenario en el que el oficialismo debería sacar alrededor de 20,6% de los votos, con límites entre 17,6% y 23,4%. Nada de eso se parece a lo que se habla en la previa ni a lo que arrojan las encuestas, las que ya están bastante desacreditadas por la magnitud de sus yerros.
Massa salió relativamente bien parado del debate, donde casi no se habló de su gestión ni se lo atacó por haber vuelto al kirchnerismo en 2019. Como me señaló alguien con quien hablamos el lunes, cada vez que alguien se refería a él no podía sostenerles la mirada, que se perdía entre los papeles que tenía sobre el atril. Aunque se refería de manera directa a los votantes, no podía defender lo que decía al lado de pares que lo conocen mucho mejor que el tipo que labura 10 o 12 horas por día y no tiene tiempo de detenerse a escuchar las campañas.
Esta semana ha empezado a intensificarse el proceso de destrucción de la imagen del ministro/candidato. Lo que empezó con la suba de las canastas básicas siguió con Insaurralde y ayer tuvo otro día del dólar subiendo con fuerza. El blue llegó a $850, con el dólar cripto pasando los $900 y los dólares financieros acortando la brecha subsidiada que venían teniendo. Es como si ya se hubiesen quedado sin fuerzas para seguir peleando, y todavía quedan dos semanas.
Empresas y ahorristas han empezado un proceso acelerado de dolarización o stockeo, tratando de cubrirse ante lo que puede pasar el día después de las elecciones. Esto, lógicamente, por el antecedente de la devaluación del lunes posterior a las PASO, que se trasladó rápidamente a precios y ya fue devorada por la inflación.
Proveedores de distintos rubros ya anuncian que no entregan mercadería hasta las elecciones, porque no saben si podrán reponer ni a qué precio. Hay otros que solamente cobran hasta día jueves, porque no quieren cobrar el viernes y arriesgarse a quedarse todo el fin de semana con pesos en la mano. Algunos casi no tenemos recuerdos de hiperinflación, pero imagino que los que la vivieron en edad adulta deben estar sintiendo un déja vu de los tardíos ‘80.
No podemos saber realmente cómo todas estas cosas van escoriando el proyecto de Massa, ni qué tan profundas son las lesiones. Lo que está claro es que el 35% de piso que alguna vez supo tener el kirchnerismo hoy se parece más al techo de la casa de al lado, porque ni las encuestas más optimistas los ponen en esos valores, sino dos o tres puntos por debajo.
Estas dos últimas semanas antes de la elección van a ser terribles para Massa, que tiene la mala suerte de que quiere que se hable de las inversiones en Vaca Muerta o las obras del gasoducto parando en una YPF a hacer campaña, pero al que la realidad lo golpea con desabastecimiento de combustibles a las puertas de un fin de semana largo. Cuando las cosas no se hacen bien y la suerte no acompaña, no queda más que esperar un milagro.
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