Nacional Por: Javier Boher06 de octubre de 2023

La mafia y el Estado

La visión negativa que Javier Milei tiene del Estado nos hace preguntarnos sobre qué podría hacer con el mismo si accediera al poder.

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Hace un tiempo -cuando todavía no era candidato y se dedicaba a andar por los programas comentando la realidad- Javier Milei tuvo una definición bastante clara sobre lo que opina del Estado. Como liberal libertario entiende que dicha institución política es moralmente reprochable, por lo que es deleznable en todas sus formas. Así, partiendo de esa premisa, sostuvo que entre el Estado y la mafia prefiere a la segunda, porque "tiene códigos".
En su libro "Política ATP" Gustavo Marangoni explica la política a través de las películas. De lectura amena, ayuda a encontrar formas fáciles de explicar todo lo que hace a los menesteres de la vida y organización pública. Al momento de desarrollar el capítulo del Estado, Marangoni recurre a un clásico del cine, El Padrino, recreando la escena inicial, la del diálogo de Corleone y Bonassera.
Allí explica los alcances del Estado, una institución a la que se someten los individuos para resolver sus disputas y obtener protección. Corleone ofrece lo mismo a quienes le juran lealtad, no a través del pago de algún impuesto ni nada parecido, sino con algún oportuno pedido que nadie puede rechazar. El Estado, de ese modo, es superior a la mafia, ya que el primero tiene la posibilidad de alcanzar a la totalidad de la población que reside en un territorio. La segunda, por su parte, no tiene reglas claras, sino que depende de la lealtad y la sumisión de los pocos que aceptan ese esquema de protección.
La lectura de Milei romantiza una organización violenta que tiene sus propios intereses y al servicio de unos pocos, perjudicando al colectivo. Cada uno es libre de creer lo que quiera. El problema está en competir por la conducción de esa institución que se considera inmoral, aumentando el riesgo de que la capturen esos muchachos "con códigos".
Hace tiempo me puse a pensar en cómo resultaría un hipotético gobierno de Milei, con esa liberalización extrema que declama. ¿Qué puede pasar con un Estado tonto, pero necesario, al que muchos ya se han acostumbrado y dan por sentado en cosas tan básicas como el control de medicamentos o alimentos?.
No hay experiencias concretas en las que se hayan aplicado las ideas que enarbolan los libertarios, pero hay aproximaciones. La Argentina de los '90 es una de esas, por la magnitud e intensidad de los cambios. Se se trabajó a fondo para abandonar el estatismo, con reformas del estado que encontraron límites en la cultura existente, pero que hicieron más que lo que se le pedía a los dirigentes.
El otro caso -incluso más extremo- fue el de la Rusia de la salida del comunismo. Funcionarios que se apropiaron de los recursos y bienes públicos para disponer de los mismos y obtener un beneficio personal que permitieron el surgimiento de multimillonarios y mafiosos protegidos por esos mismos funcionarios corruptos. Una explosión de bandas privadas gestionando la violencia que debería estar monopolizada por el Estado, en un vale todo que sacó al país de un autoritarismo para entregarlo a otro.
Este es uno de esos momentos en los que a uno le gustaría estar equivocado, como para que el tiempo lo contradiga y se pueda enrostrar la mala predicción. Sin embargo, el temor personal es el del tránsito de Argentina hacia un caso como el de la Rusia de los '90, donde un Estado atacado desde los que llegan al poder termina siendo destruido y rifado a las mafias que están deseosas de hacerse con el control del territorio.
No es que en este país no existan dichas bandas o intereses destructivos, pero la matriz corporativista suele someter a todos a un liderazgo estatal fuerte que -de manera algo difusa- termina poniéndole algunos límites a esa codicia privada. Por supuesto que el kirchnerismo ha hecho grandes méritos para destruir al Estado mientras dice que lo fortalece, pero al menos es un valor retórico a sostener y defender (como la democracia).
Es fácil imaginarse a Milei en la piel de Vito Corleone, esperando la visita de esas bandas que empiecen a llevarse los pedazos de un Estado loteado, jurando lealtad a ideas descabelladas e inaplicables. Eso sí, siempre con códigos.

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