Kordobesismo también se puede escribir con ‘K’
El escándalo con el cual la Legislatura aprobó la reforma al Tribunal de Cuentas reviste de una gravedad que la deja en evidencia el apuro del tratamiento en la última semana de campaña nacional. Los alardes de un republicanismo que no siempre se predica en Córdoba.
Por Gabriel Silva
La sola intención de debatir la polémica reforma al Tribunal de Cuentas provincial en la última semana de campaña nacional deja en evidencia la falta de institucionalidad en los argumentos de Hacemos por Córdoba. El peronismo del gobernador Juan Schiaretti, ese PJ que se baña en federalismo y republicanismo, y se oculta en el cordobesismo como una fase previa de la construcción que quiere llevar adelante Martín Llaryora con el partido cordobés, suele tener malos hábitos.
A pesar de que traten de instalar diferencias y tomar distancia del kirchnerismo con las medidas populistas que siempre –y más aún en el último tiempo- criticó el gobernador Schiaretti, en el fondo la institucionalidad en Córdoba también tiene sus deudas. Por todos lados. La última, este debate intenso de ayer en la Unicameral con la sanción para modificar un organismo de control que por primera vez quedó en manos de la oposición.
Elemento suficiente como para considerar que hubiera sido sano para la vida democrática de la provincia sostener las facultades y que sea el arco opositor el que lleva el control administrativo del llaryorismo en el ejercicio del poder.
Sin embargo, la paridad legislativa como consecuencia de una reñida elección provincial dejó al peronismo más preocupado por lo que viene que por lo que pasa. Pensando más en el futuro que en el presente. Entonces, con varios funcionarios en modo avión tanto en Provincia como Municipio, con la sociedad enfocada en una expectativa lógica por el desenlace nacional, el tándem Schiaretti-Llaryora acomoda el chasis para lo que viene: una transición que se garantice apalancada por el acotamiento al poder opositor. Es más fácil esto que hurgar en cómo van a convivir en el peronismo después de los coqueteos con uno y otro candidato en el plano nacional que hicieron en las últimas semanas las dos generaciones del PJ.
El llaryorismo tendrá su estreno provincial con más agencias, menos controles y en plena búsqueda por tratar de sortear cualquier tipo de dificultad donde pueda poner las narices el arco opositor. El schiarettismo, por su parte, deja el bronce de los tres mandatos no consecutivos con una mácula a la que ninguna gamuza le podrá hacer frente.
Porque además de la modificación al Tribunal de Cuentas, la sesión de ayer incluyó mayores facultades para acortar los plazos en los cuales el próximo gobernador podrá definir la fecha en la que se elija a su sucesor. Menor previsibilidad, menos reglas claras; más improvisación y especulación.
Los altos índices de imagen y aprobación de gestión a nivel provincial no siempre son sinónimo de institucionalidad. El escuálido menú de propuestas de un grupo de candidatos con archivos y presentes difíciles de sostener, le permitió al socio fundador del cordobesismo tener un impacto y alcanzar porcentajes nacionales en los que pocos confiaban.
Pero, también esa escasez de oferta electoral y el ánimo de sus contrincantes por no alterar a quien creyeron el dueño de los votos de los cordobeses, les impidió poder confrontar, por ejemplo, con lo que ocurre en cada final de año en la Unicameral. Donde, cuando no son las apuestas on line entre Navidad y Año Nuevo, es el Mundial de Fútbol o algún recorte jubilatorio. Esos vicios también existen y persisten en la Córdoba del respeto por las instituciones.
Una Córdoba en la que, a veces, kordobesismo se suele escribir con K.
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