La casta en el jacuzzi

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com

Javier Milei tuvo la capacidad de instalar un concepto central para su discurso político, el de "casta". El mismo sirve para trazar una línea que separa al "nosotros" del "ellos", una necesidad de cada populismo, que busca establecer alguna idea -amplia, difusa, ambigua y genérica- de la gente buena y mala de la sociedad. Lo importante es tener con qué justificar el dedo acusador.

A lo largo de la campaña el concepto fue bastante maleable. Algunos que eran casta pasaron a ser castos, entrando al gobierno del dueño de la vara para medir currículums. Así, nadie termina de saber muy bien qué quiere designar el concepto (o, mejor dicho, significa algo distinto para cada uno), pero todos saben reconocerlo cuando aparece.

Ayer fue viral a nivel nacional el caso del jacuzzi de Anisacate, porque había instalado tal dispositivo al lado de la oficina del ex intendente. Lógicamente, el señalado de haber encargado la reforma arquitectónica para mejorar el confort de la municipalidad, Ramón Zalazar, negó las acusaciones. Desde su versión, eso ya estaba ahí cuando alquilaron la propiedad para mudar las sede del ejecutivo.

Curioso argumento: todos suponemos que antes de alquilar una casa el futuro inquilino la recorre para ver si se ajusta a sus necesidades, pero pareciera que este no es el caso. Seguramente el hombre (que gobernó durante seis mandatos) obró de buena fe y todo esto es una operación político-mediática para desprestigiarlo. No sé si esas palabras salieron así textualmente de su boca, pero estoy seguro de que esgrimió alguna variante parecida para defenderse de una acusación en línea con lo que todos interpretan, que es uno de los tantos privilegios de la casta.

Uno de los grandes aciertos de Néstor Kirchner para construir poder territorial fue puentear a los gobernadores para llegar a intendentes y jefes comunales. Esa gente es la que conoce al vecino y la que puede ejercer una llegada más directa del mensaje nacional al nivel más bajo de la gestión. Esa discrecionalidad para el envío de fondos permitió, paradójicamente, un uso más eficiente de los recursos a la hora de la maximización del poder político. ¿Cuánto puede costarle un jacuzzi al ejecutivo nacional?¿Cuánto pueden salirle un par de cuadras de cordón cuneta, un par de adoquines en las calles del centro del pueblo o tres subibajas y un par de máquinas de gimnasio para una placita cerca de la ruta? Así, sin embargo, dominaron el país.

Hay algo que es particularmente interesante, que refleja los prejuicios que tenemos los del *corazón de mi país". Viendo la calidad del vídeo, el contenido de la noticia y las terminaciones de la construcción, lo primero que se vino a mi mente fue que era un caso registrado en alguna localidad del interior de Catamarca. No sé muy bien porqué esa provincia en particular, pero los preconceptos son muy fuertes. Cuánto nos cuesta reconocer que acá cerquita hay mucha casta y muchos privilegios, tan parecidos a los que vemos en esas provincias que consideramos atrasadas o dependientes de los fondos nacionales en relación a la pujanza autopercibida.

Todavía me acuerdo cuando hace más de 15 años un intendente derrotado en las urnas tras décadas al frente de su ciudad decidió mandar una misiva a los vecinos avisando que se iba a eximir de las tasas municipales porque se había quedado sin trabajo. Para que no quedaran dudas de su honestidad dijo, además, que lo haría para sus tres casas. Como pasa con esa gente, nunca se jubiló, sino que pasó a trabajar para las candidaturas de otros. ¿Acaso alguien puede creer que un tipo capaz de ponerse un jacuzzi en su oficina se va a retirar a la vida privada, sin tratar de condicionar la vida política de su pequeño feudo? Suena absurdo.

Poco antes de las elecciones provinciales empecé a ver que un conocido era candidato a jefe comunal en un recóndito paraje del empobrecido norte cordobés. Me llamó la atención que tuviese tanta vocación por lo público, así que le pregunté por el tema a un amigo en común. La cuestión era, básicamente, que quería vivir del Estado. Todos los meses de nación le mandaban 12 millones de pesos, de los cuales el jefe comunal se quedaba con la mitad. Con el resto pagaba empleados en negro y hacía clientelismo. No estoy seguro si el conocido se hubiese hecho el jacuzzi, pero solo porque en esa zona la sequía es tremenda.

Cada vez que aparece uno de estos casos (de los que debe haber cientos que no conocemos) se refuerza esa idea de que los políticos son una casta parasitaria que vive a costa del esfuerzo de aquellos que producen riqueza. No sabemos cuánto de eso es cierto y cuánto es una creencia, pero la aparición de esas noticias cuando millones de argentinos son pobres de décadas -y hoy víctimas de un fuerte ajuste- solo sirven para reafirmar lo que empujó al triunfo del libertario que dice que el cobro de impuestos es inmoral. Si encima esos recursos van a ir para un jacuzzi en un municipio que fue noticia por poner una tasa especial a los que tienen pileta en sus casas, es difícil decir que está equivocado.