Nacional Por: Javier Boher 12 de abril de 2024

Realpolitik bananera

Algunos venden como política de alto vuelo ciertos estándares éticos que expulsan de la política a gente valiosa

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Como cada vez que voy o vuelvo al trabajo -salvo cuando lo hago a primera hora, que escucho un entretenido programa de radio de la capital- me puse a escuchar un podcast. El formato no es tan popular en estos lares, donde lo que más abundan son recortes de programas que salen al aire por emisoras tradicionales.
Dos periodistas españoles discutían sobre la clase política, sobre Pedro Sánchez haciendo cualquier cosa para permanecer en el poder y sobre la impunidad a dirigentes independentistas catalanes y otros acusados por corrupción. Durante la charla, uno de ellos (Juan Soto Ivars, de quien ya hemos hablado al repasar su ensayo "La casa del ahorcado", que versa sobre la cancelación) se hace algunas preguntas que encajan perfectamente con algunas cosas que vemos regularmente en nuestra política nacional. Quizás la herencia latina tenga que ver en todas esas similitudes.
El susodicho empieza hablando de los ingenieros, con eso de que cierto tipo de personas elige seguir la carrera de ingeniería. Más allá de que cursar dichos estudios formateen para un tipo de pensamiento, antes ya tiene que haber algo que los empuja hacia ese campo. Eso -que sociólogos, antropólogos y psicólogos negarían con firmeza- puede tener algunas excepciones, pero en general la predicción se cumple.
La pregunta, lógicamente, termina recayendo sobre los políticos: ¿qué tiene ese trabajo que selecciona, mayoritariamente, a gente poco preparada para ejercer los cargos? Evidentemente, que haya tanta gente que hace tan mal su trabajo no puede ser un accidente, sino el resultado de un tipo de búsqueda de cuadros o personal.
Cita el ejemplo de Podemos en España. Al principio, tras aquellas movilizaciones de los indignados, mucha gente valiosa se acercó a la política. Con el tiempo, por la propia naturaleza de la misma, esa gente se fue alejando, dejando lugar a los menos preparados de todos. Algo parecido pasó acá con Luis Juez y el Partido Nuevo, y quizás también con Macri y el Pro. Irrumpieron como algo diferente, convocaron a gente de distintos lugares y terminaron quedando solamente los que ya venían de la política y no habían encontrado lugar en otros lados. Algo de eso también tuvo el kirchnerismo primigenio.
Los libertarios probablemente tengan que pasar por lo mismo. Mientras muchos jóvenes votaron a Milei pidiendo motosierra para achicar el Estado, muchos otros lo vieron como una oportunidad para prenderse definitivamente a la política. La interna sobre quién se quedaba con la marca en la provincia es parte de lo mismo, una pelea entre aspirantes a ser casta.
Esto engarza directamente con algunos papelones que hace el gobierno, como lo que pasó con la conformación de la comisión de juicio político en la cámara de diputados o el desplazamiento de Zago como jefe de bloque. Las acciones de los dirigentes -de todos los partidos, pero de unos más que de otros- nos hace pensar si no será que hay un riguroso proceso de selección en la que es un requisito tener un CI de mitad de tabla o escasos recursos éticos a la hora de acercarse a los fondos públicos. 
Algunos dirán que esas son condiciones necesarias para ser un maestro dominador de la realpolitik, pero yo lo veo más como la consecuencia lógica de la extendida idea de que la política es un espacio sucio, para personas inescrupulosas que le cierran el camino a quienes pretenden -genuinamente- mejorar la situación pública.
Lo que apuntan quienes dialogan en el podcast es que esa situación envalentona aún más a estos dirigentes de bajas luminarias y alta autoestima, que hace que más gente esté dispuesta a comprar el producto que venden. De este modo, la misma democracia entra en riesgo al premiar a gente que dice que la democracia está en riesgo por culpa de los otros y que está dispuesta a torcer toda las reglas para demostrarlo. No son los años de la salida de la dictadura, que habrán empujado a muchos demócratas a participar; son los años de hastío frente a la democracia, que invita a los autoritarios a monopolizar el discurso público.
El gobierno libertario viene tratando de aplicar el manual lo para gobiernos débiles que usó el kirchnerismo allá por 2003. Mucha gente los apoya por temor a lo que quedó atrás, pero eso mismo es lo que les da aire para que todos los días avancen un poquito más imponiendo una versión calcada de lo que fueron aquellos años.
Este problema, lógicamente, no tiene solución clara. Es un problema social profundo, del que no se puede salir con recetas mágicas y para el que no hay incentivos que empujen a los ciudadanos honrados a buscar su lugar cerca de los tomadores de decisiones.
Hoy, lo más capacitado que podemos conseguir, es un Manuel Adorno que dice que le acaban de hacer una muy buena pregunta, pero que es un tema largo y aburrido y que él durmió poco. Quizás se quedó jugando al Age of Empires, para hacerle la revancha del boxeo que le propuso Yacobitti. Con gente así en puestos de poder, es lógico que solo se terminen acercando esos a los que nadie quería elegir para hacer la prueba de a dos.

Te puede interesar

Cruzado de egresados

Al presidente le armaron un viaje a España para que juegue a ser el líder de la derecha global en su cruzada contra el comunismo internacional

Ayudas sociales: crecieron pero con ineficiencia

La pobreza ya alcanza a la mitad de la población. En 20 años la asistencia del Estado se multiplicó por cuatro pero los efectos empezaron a diluirse.