Salud y educación, sin plata
Ciudadanos y Estado buscan formas de hacer que alcance el dinero, cosa difícil cuando hay tantas fugas
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Aunque es un error considerar que la economía familiar y la economía nacional son análogas, hay ciertas cuestiones que más o menos se parecen. Así como cualquiera empieza a ver por dónde se le escapa la plata cuando se le complica llegar a fin de mes, a los Estados nacional y provinciales les pasa lo mismo. "¿En qué se va la mosca?", decía una carpeta para presupuestos que había en mi casa y que nadie usaba. Esa pregunta se hacen los responsables de finanzas de cada distrito.
Ese razonamiento también aplica a las empresas, que tratan por todos los medios de aumentar su eficiencia. Menos fugas, más competitividad, más probabilidad de obtener ganancias.
Los tres sectores se han visto cruzados por el mismo problema, que es la desaparición de los pesos de la calle. La gente no tiene plata para consumir, el Estado no tiene plata para hacer festivales de cuarteto o similares y las empresas no tienen plata para invertir y crecer (si a duras penas pueden mantener a sus empleados). En ese contexto aparecieron algunas noticias que pintan un poco el panorama.
Sueldos de Senadores: nuestros ilustres representantes en la cámara alta del poder legislativo nacional llegaron a la conclusión de que poner casi dos millones de pesos en sus cuentas cada mes no era suficiente y que había que pedir un aumento. Decidieron subir el monto de su emolumento a 4,5 millones de pesos DE BOLSILLO. Sus sueldos brutos serán de 7,2 millones de pesos, más de 500 millones de pesos mensuales de costo para el Senado.
Una reciente nota de La Voz marcó que la suma de lo que tienen que pagar de luz eléctrica todas las universidades públicas de la provincia ronda la mitad de ese monto. No es que se puedan reasignar partidas así nomás y que todo dé lo mismo, pero solamente lo que se suma por el aumento podría pagarle la luz a todas. Ahí votó el adalid de la universidad pública, el senador Martín Lousteau. Se subió el sueldo en vez de pedir que vaya a las luces de las aulas. Preferencias, que le llaman.
Salud: el gobierno anunció algún tipo de regulación para las prepagas, para retrotraer aumentos y reducir su impacto en la vida de la clase media. Es notable cómo se normalizó que la gente tenga que tener otra cobertura extra de salud por sobre la pública y la solidaria de las Obras Sociales. En el fondo significa que nadie cree en la pública, porque quiere tener la tranquilidad de atenderse en la privada.
Como la lógica de la falta de plata sigue ahí, las prepagas ya no pueden pagar todo lo que les piden, por lo que los problemas se van a agudizar. Eso mismo pasa con los hospitales públicos, que tampoco tienen recursos para todo lo que la justicia les tira. ¿La justicia? Si, que obliga a pagar prácticas que están fuera del PMO o tratamientos a gente a la que no le corresponde.
La falta de plata convirtió en una realidad el eterno debate sobre aquello de cobrarle los servicios de salud a los extranjeros. Provincias como Córdoba deben, además, pagarle a muchos argentinos que vienen de provincias limítrofes en las que no hay ni aspirinas. Esto va mucho más allá de ser solidarios, porque hay redes muy densas que están pensadas para sacarle plata al Estado (que no se preocupa tanto, hasta que la plata no alcanza).
Hace un tiempo me contaron sobre el mecanismo. Llega un ciudadano extranjero a Córdoba y se atiende en el hospital. Le dan un diagnóstico sobre alguna enfermedad con un tratamiento costoso. No tiene cobertura médica, así que no se lo hacen. Hay abogados que le dan de alta el monotributo y le sacan la obra social que corresponde. Después lo mandan con cierto médico que, entongado con algún laboratorio, le da un tratamiento que la obra social no debe cubrir por no estar en el PMO, pero que la justicia ordena. De lo que cobra el laboratorio, parte va al médico, parte al abogado. Ya ni se gastan en sacarle plata al que vino a hacerse tratar, porque el negocio está en la que ponemos todos a través del Estado.
Hay mucha gente, muchos políticos, que eligen no hablar de esto. Por ideología, por cuestiones políticas, por estar enganchados en el negocio o por lo que fuere, el hecho de que la plata no salga de su bolsillo hace que todos miren para otro lado. ¡Que paguen los empresarios, que la salud es un derecho y no un negocio!, grita la izquierda para seguir siendo funcional a la corrupción.
Como todo en Argentina, las cosas terminan en quejas y en indignación en las redes. Hay enojo hacia los que aprovechan las vetas que tiene el sistema, pero no contra los que mantienen las cosas así funcionando. No hay un régimen integrado de salud que permita saber qué tipo de cobertura tiene cada uno, cuánto aporta o si vive acá. Los mecanismos de recupero de lo gastado nunca terminan dando resultados y, en la práctica, toda la plata termina saliendo del mismo presupuesto público.
Por su parte los senadores, señores muy ocupados e importantes, se suben el sueldo mientras 1 de cada 2 argentinos empleados en el sector privado está en condiciones de informalidad, lo que sigue desfinanciando al Estado y a todos los sistemas de salud y educación. Es increíble la capacidad de hacer las cosas mal y a espaldas de la gente. Con un salario promedio nacional de 200 dólares, estos tipos van a cobrar 4.500, en un acto de inmoralidad extrema. Y encima hay gente que nos quiere hacer creer que eso no tiene nada que ver con lo mal que están las cosas, como si la gente fuese incapaz de darse cuenta de por qué no tiene plata.
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