Nacional Por: Javier Boher26 de junio de 2024

Que no se escape

Milei tiene la difícil misión de contener la suba del dólar para seguir manteniendo el espejismo de estabilidad

Por Javier Boher

rjboher@gmail.com

Milei ha logrado romper varios postulados del sentido común que existe en la política, desde que no se puede ganar sin estructura territorial hasta que no se puede gobernar sin legisladores y gobernadores. Obrando muchas veces de manera impredecible, ha sabido torcer las máximas que regulan la vida política del país. El movimiento del dólar va a poner a prueba qué pasa con los reflejos económicos de una población acostumbrada a que le coman los ingresos destruyendo el peso.

El pulso del humor social va atado fuertemente al valor de la divisa norteamericana. Sube el dólar y la gente se preocupa, aunque sea de la gente que tiene que hacer los cálculos en el celular porque le cuesta una multiplicación simple. El movimiento del billete verde siempre es señal de que algo no está funcionando.

Algunos economistas han señalado que la calma cambiaria que reina desde diciembre (más o menos desde la devaluación del principio del mandato) obedece a que hay muchos argentinos reventando ahorros en dólares para sobrevivir. El arreglo del auto, el viaje del colegio para los chicos o un calefactor que dejó de andar cuando llegó el frío pusieron a prueba las precarias finanzas familiares, con la gente vendiendo esos dólares comprados en algún tiempo de bonanza para cubrir sus gastos en pesos. Personalmente me parece una explicación insuficiente, especialmente en esta época del año.

Ya hace un tiempo que hay otros economistas señalando que la brecha entre el oficial y el paralelo es un problema, porque el atraso cambiario vuelve a generar incentivos propios del negocio financiero en lugar de ponerlos para una necesaria reactivación productiva. 

Por eso es que los que más saben están pidiendo dos cuestiones centrales: eliminar el cepo y devaluar para acomodar el tipo de cambio, aunque luego el valor del dólar pueda volver a algún lugar cercano a los $1.000. Para eso seguramente se estén guardando la eliminación del impuesto PAIS, que se pueda comer el movimiento en el tipo de cambio sin impactar en los números finales de los que manejan insumos en dólares.

Algunos especulan que este tipo de inestabilidades en el valor del billete verde obedecen a las necesidades de los sectores exportadores (especialmente el campo) y a un intento de algunos jugadores del sector financiero de anticiparse a una posible devaluación (o, por qué no, empujar a que exista). 

Sin embargo, el ciudadano común y corriente no piensa en el dólar del mismo modo, sino apenas como una referencia simbólica de algo que marca que la cosa más o menos va bien. Por eso Massa prendió fuego las reservas tratando de ganar las elecciones en un simulacro de normalidad que no compró nadie. Milei hoy es una inflación a la baja y un dólar estable, un espejismo neomenemista que alcanza a engañar a los que están deseosos de creer.

Hoy la principal preocupación de la gente no pasa por el dólar, al punto que no vemos pantallas de noticieros adornadas con llamas amenazantes ni gráficos marcando el cambio en el valor del billete. Con 163% de inflación acumulada desde octubre hasta acá, el pico de $1.200 que hizo el dólar antes de las elecciones marcaría que hoy debería estar en más de $3.000. Tal vez esa sea la razón por la que la gente no explota como lo hizo entonces.

Milei ha podido romper el sentido común político, pero todavía no se ha enfrentado a un verdadero problema económico, porque aunque hay una fuerte recesión, ante los ojos del lego la cosa se ha mantenido estable. Retomando las enseñanzas del radical Juan Carlos Pugliese, no ha llegado aún el momento en el que el presidente intente entablar un diálogo desde el corazón corriendo el riesgo de que le contesten con el bolsillo. Tiene poco más de un año para evitar que el dólar se escape y descubrir de mala manera cuál es la víscera que predomina.