La pobreza infantil y de los datos
La extorsión emocional del manejo de la información es uno de los puntos más bajos con los que se ataca al gobierno
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
La semana pasada terminó con un dato fácil de martillar como noticia ganchera: en Argentina un millón de chicos se van a dormir sin comer cada noche. El último informe de pobreza de UNICEF arrojó ese dato, que llegó pegado a la campaña de concientización para recaudar fondos. ¿Qué mejor manera de que la gente llame al teletón que está por venir que darle un dato tan doloroso como ese?
La pobreza infantil es un problema desde hace décadas. Algunas veces el dato fue peor, otras veces fue mejor y durante un tiempo ni siquiera tuvimos datos porque hablar de la pobreza era estigmatizar a los pobres. Gran idea esa de no llamar a las cosas por su nombre, seguro que así se resolvía.
La noticia se extendió como reguero de pólvora, con algunos periodistas cayendo en el lugar común de hacerse los sensibles por un tema que debería preocuparnos a todos. Las lágrimas de cocodrilo son así, no pueden evitar brotar sin tener en cuenta los datos.
Curioso, me fui a buscar el informe. Me encontré con dos datos interesantes. El primero, que las cifras corresponden al segundo semestre del año pasado. Así, los que mandaban a los chicos sin cenar eran Alberto, Cristina y Sergio, el peligroso tándem Fernández-Fernández-Massa.
Es decir que, aunque casi con certeza la situación actual es peor que hace ocho meses, sólo tenemos estimaciones que no se corresponden con la realidad. Hasta que no aparezca ese número, lo de UNICEF es -mínimamente- engañoso.
El segundo dato también llamó mi atención. Aunque la pobreza llega un par de años en ascenso, fue en la pandemia cuando el número de chicos pobres marcó su récord en dos décadas. Es decir que en el momento en el que los empleados públicos y empleados de organizamos internacionales cobraban su sueldo en tiempo y forma, había más chicos que ahora en la pobreza. Mientras los empleados ni se preocupaban por chequear la cuenta de homebanking cada vez que entraban a buscar recetas de pan con masa madre, en el resto del país había más chicos con hambre que en el diciembre en el que se tomó el dato.
La situación, además, era más grave entonces. Había que aguantar a los que decían que clases había, cuando muchos chicos estaban encerrados en su casa sin poder ir a la escuela. Nos aguantamos así dos años.
A eso hay que agregarle otro dato, que es el de los comedores escolares. El paicor casi no funcionaba, salvo para entregar bolsones de manera ocasional. Hubo muchas cocineras y mozas que se quedaron sin trabajo y también tuvieron problemas para parar la olla en la casa.
El informe de UNICEF que cubrió aquel momento fue más indulgente que en este (ya desde la portada se ve la obscenidad de manipular las emociones) y el contenido se reduce a un “ah, pero la pandemia”. La pobreza del gobierno de Alberto fue en aumento poco a poco, destruyendo el horizonte de los ciudadanos que peleaban contra la inflación. Quizás por eso ahora, con un ajuste durísimo sobre los ciudadanos, distintos sondeos marcan que dos tercios de los argentinos creen que en el futuro las cosas van a mejorar. Resiste el tercio que soportó la cuareterna porque había que bancar el proyecto y por suerte no gobierna la derecha. Pan para hoy, hambre para mañana: la derecha llegó y la sufren.
Las notas que cubrieron el tema son una aberración, relevando datos de organizaciones que hacen foco en que El presupuesto asignado a programas para niños, niñas y adolescentes es un 18% menor que en 2023 en términos reales, con recortes en programas de alimentación (-29%), salud (-50% en el programa principal) y educación (-43,7%). Al poner la lupa en el detalle se puede ver que en el primer ítem el recorte es a comedores y organizaciones sociales (la AUH aumentó un 26% en términos reales), en el segundo es en educación sexual y reproductiva y el tercero es en becas progresar o netbooks.
Ese aumento de los fondos que se reciben por AlimentAR o por AUH van directo a los ciudadanos, que son los que tienen que decidir qué van a hacer con la plata que el Estado les da después de habérsela sacado a otros. Tal vez esa libertad sea lo que les molesta y acá, como en las elecciones, vuelven a decir que la gente es tonta y que no sabe lo que hace.
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