Nacional Por: Javier Boher06 de septiembre de 2024

Volvieron las bombas

El atentado contra dirigentes de la Sociedad Rural nos recuerda a otros tiempos no tan lejanos

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

En Argentina estamos plagados de problemas, pero siempre alguien encuentra la forma de meternos en alguno nuevo. La violencia política es menor a la que hay en otros países, pero no es inexistente en estos lares, al punto que ya nos vamos olvidando de algunas cosas que pasaron hace no tanto tiempo.

Ayer fueron noticia dos intentos de atentado contra el presidente y el vice de la Sociedad Rural Argentina, uno de los cuales significó que una secretaria resultara herida. Nadie se adjudicó el ataque y nadie sabe muy bien a qué se debería, habida cuenta de que ambos dirigentes apuntados no son particularmente combativos, pero sí son simbólicamente importantes para aquellos que viven con su cabeza en la primera mitad del siglo XX.

Varios dirigentes salieron a condenar el hecho, como corresponde, pero pasaron por alto recordar una extraña regularidad: estos episodios con bombas suelen repetirse con mayor frecuencia cuando expresiones políticas asociadas a la derecha están en el gobierno.

Durante el mandato de Mauricio Macri hubo un caso muy llamativo, el de los anarquistas que trataron de volar la tumba de Ramón Falcón y fallaron en el intento. La mujer fue la más afectada y perdió un par de dedos de una mano por demoler un monumento de un tipo que lleva un siglo muerto.

No fue el único caso. Al difunto juez Bonadio le tocó recibir una bomba en su domicilio, que afortunadamente fue detonada por personal policial antes de que alcance al magistrado.

En aquellos años también se puso de moda el tema de los llamados con amenazas de bomba a colegios, aeropuertos y edificios públicos, afectando permanentemente el correcto desenvolvimiento de las tareas de dichas instituciones.

Incluso hubo en Córdoba un episodio del mismo estilo, cuando atacaron un edificio de Gendarmería. En aquellos años post Santiago Maldonado hubo varios grupos que atacaron edificios similares en otros lugares del país, pero también puestos de Vialidad Nacional o de Parques Nacionales.

No se trata de apuntar directamente contra ningún partido político, porque ninguno trabaja orgánicamente contra el orden democrático existente, pero sí contra individuos sueltos que creen fanaticamente en algunas ideas y -mucho más peligroso- métodos teñidos con la vida democrática. La épica romántica y edulcorada de la lucha armada tiene engañada a mucha gente que no sabe realmente de qué se trata la aberración de quitarle la vida a otra persona porque piensa distinto. 

Las fórmulas son siempre las mismas: fulano expresó su repudio y mengano condenó enérgicamente el acto violatorio de toda norma de convivencia civilizada. De ahí a ver políticas específicas para fortalecer las instituciones y prevenir tales actos hay un largo trecho en el que a los políticos les da demasiada fiaca. 

La mala situación económica es una carga lo suficientemente pesada para una ciudadanía que sostiene un optimismo forzado para evitar caer en la locura, por lo que poner sobre sus hombros una preocupación adicional por la violencia política es un riesgo que nadie debería estar dispuesto a correr. Como siempre, afortunadamente vivimos en un país pacifico en el que este tipo de actos aislados no responden a peligrosas y oscuras organizaciones como antaño, sino a algunos desequilibrados que no valoran las cosas buenas que todavía tenemos acá.

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