Nacional Por: Javier Boher18 de septiembre de 2024

Para un radical, nada peor que otro radical

La interna en el centenario partido los muestra de la manera más natural posible, siempre peleando por algo

Por Javier Boher 

rjboher@gmail.com

En el submundo de Twitter hay una frase que resume más o menos bien cuál es la sensación de mucha gente respecto a las acciones del partido de las boinas blancas: “la gente no emigra por el peronismo, emigra por los radicales”. La idea supone que las malas gestiones del peronismo han sido posibles por la duda permanente de los radicales, que nunca parecen tener nada del todo claro.

Anteayer empezó la polémica por la suspensión de la afiliación a los diputados radicales que cambiaron su voto y apoyaron el veto del presidente Milei a la reforma jubilatoria. Las críticas llovieron desde sectores más afines al gobierno nacional, mientras que la pata filokirchnerista festejó la medida. Nadie pide purismo doctrinario, pero sí un mínimo de coherencia orgánica para poder sostener que todos esos que comparten un sello son realmente del mismo partido.

Cada nuevo cambio de era le presenta a los radicales el mismo dilema, si apoyan o no. Pasó con Néstor Kirchner y pasa ahora con Javier Milei. Nos podemos ir para atrás cien años y vamos a ver siempre las mismas internas. Si para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, para un radical no hay nada peor que otro radical.

La pelea que carcome el interior del centenario partido seguirá creciendo, habida cuenta de que las necesidades electorales de unos no coinciden con las de los otros. Seguramente el año que viene habrá algunos cerrando alianzas con los libertarios, otros con el Pro, algunos con el massismo residual y algunos otros con el kirchnerismo. El problema no sería ese pragmatismo, sino que algunos señalen a los otros como unos inmorales que no merecen ir por la lista 3, queriendo expulsarlos por una ambigua regla ideológica.

En los últimos años vimos al radicalismo santafesino con los socialistas, al cordobés con el Pro y al jujeño con Massa. Hace dos décadas llegaron a ponerle un vicepresidente al kirchnerismo y hoy le pusieron una vicegobernadora al peronismo cordobés. ¿Quién tiene suficiente autoridad como para señalar quién puede juntarse con quién?

El radicalismo va a sobrevivir a esto, pero la duda gira en torno a cuánto poder tienen los aparatos para mantener la potencia electoral. El partido llevaba más o menos 30 años sin tantos gobernadores e intendentes, lo que es visto por muchos como un resurgir de la gestión. El riesgo que corre es adoptar una línea nacional que el año que viene le haga perder diputados y senadores y lo exponga a una dilución de su lugar de “conciencia” legislativa, definiendo qué leyes salen y qué leyes no. Así, los que ejercen cargos ejecutivos serán fundamentales para traccionar las listas, que deberán reflejar el sentir popular sobre el momento en cuestión: si la gente anda con ganas de comer salado, tratar de venderle caramelitos significaría una derrota segura.

Quizás ese sea el temor de los que pidieron la suspensión de los diputados colaboracionistas. Solo tienen un sabor para ofrecer y pretenden que el electorado se ajuste a eso. Hay un cambio de época y algunos radicales son capaces de entender que la gente se cansó de la retórica del Estado presente y de la falta de libertad económica. Los otros siguen haciendo méritos para que la gente los considere cómplices, agarre el pasaporte y elija seguir su vida en otro lado.

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