Caras y caretas cordobesas
La mirada al Hospital de Santa María de Punilla en 1919 que ofrece la revista Caras y Caretas permite conocer parte de la rutina de ese importante establecimiento sanitario modelo de Córdoba.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Una visita al Hospital Santa María (Primera parte)
Entre varios puntos del país, la provincia de Córdoba tuvo una centralidad indiscutida en la lucha contra la tuberculosis desde fines del siglo XIX. Lo que las sierras cordobesas tenían para ofrecer al drama de esta enfermedad contagiosa era clima, sol y aire puro, las únicas herramientas disponibles en la era previa a los antibióticos para combatir un mal que desafiaba a la vez a tres grandes picos de la mentalidad de entonces: el higienismo, la llamada “cuestión social” y la misma moral. La tuberculosis fue un mal asociado a las condiciones humillantes que ofrecía en aquellos años la próspera Argentina al bacilo de Koch, para extenderse. Esas condiciones estaban naturalizadas. La inmigración masiva, la triplicación de los habitantes de las grandes ciudades, el hacinamiento, la pobreza y la desnutrición, asociadas a los efectos del alcohol, fueron terreno fértil para la enfermedad. El conventillo era uno de sus focos urbanos. El nombre del mal llevaba a cuestas una carga deshonrosa.
La reacción sanitaria del estado parecía tomar una cualidad poética: los enfermos del pecho debían abandonar la aglomeración urbana e ir a reconstituir su salud volviendo a la naturaleza. Claro que se trataba de un asunto serio y cuando la elite médica aconsejaba el camino de las sierras de Córdoba, espacio esperanzador, llamado la “Meca de los enfermos de pulmón”, también perseguía, sin nada de poesía, un medio de control para impedir el contagio. El aislamiento de los enfermos en espacios alejados de las urbes, inscriptos en paisajes como el que ofrecía el Valle de Punilla, era a la vez una forma de asilarlos.
Para esto eran necesarias grandes inversiones. En 1900, una iniciativa privada, debida al tisiólogo argentino Fermín Rodríguez, dio origen a los inicios de la construcción en Santa María de Punilla de una “estación” para sanar a los y a las enfermas de tuberculosis. El doctor Rodríguez se propuso levantar un “sanatorium” que contase con la infraestructura adecuada para el tratamiento de esa enfermedad. El Estado Nacional puso el capital, y logró también el apoyo de capitalistas extranjeros, según indicaba en 1899 el diario cordobés Los Principios. La iniciativa mostraba las huellas del trabajo del médico Enrique Tornú, quien había recorrido la provincia de Córdoba en busca de los lugares más apropiados en la sierra para tratar la tuberculosis, en su función de delegado honorario del Departamento Nacional de Higiene. El doctor Tornú, autor de la Climatología de las Sierras de Córdoba, falleció en 1901, a los treinta y seis años, víctima de ninguna otra cosa que tuberculosis.
El diario Los Principios de Córdoba, el 8 de enero de 1899, en una nota titulada “Sanatorium en las sierras”, recogía de labios del doctor Fermín Rodríguez un panorama del proyecto. El mismo “…comprende grandes instalaciones para dormitorios de los enfermos en pabellones aislados, galerías para la cura de aire, comedores, salas de recreo, instalaciones para desinfección, lavaderos, luz eléctrica, rodeando todas las construcciones parques y jardines para la recreación de los enfermos. Según me manifestaba el doctor Rodríguez, lo cual ha sido confirmado por el médico de esta ciudad, será el sanatorium el sitio más garantido del país contra las probabilidades de una infección.”
La Estación Climatérica y Hospital Colonia Santa María de Punilla, comenzó a funcionar en 1900. Su administrador hasta 1910 siguió siendo el doctor Rodríguez, quien decidió venderlo ese año al gobierno nacional, bajo el peso de las deudas. Con esto, el importante emprendimiento sanitario recibió nuevos aportes e inversiones y conoció diversas ampliaciones, mientras los índices que alcanzaba la tuberculosis en la provincia elevaban la preocupación a un punto máximo, ya que representaban el 50% de la mortalidad general. La institución recibió el nombre de Sanatorio Nacional de Tuberculosos Santa María.
Recién en la década de 1920 se iniciaría la especialidad en tisiología en el campo médico, y en 1930 se abriría en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba la cátedra correspondiente y el Instituto de Tisiología.
En enero de 1919, la revista Caras y Caretas publicaba “Una visita al Hospital Nacional Santa María”, artículo firmado por Luis Orlandini que ofrecía una mirada nueve años posterior al traspaso de la institución a la nación, y que permite conocer el estado las cosas a finales de la segunda década del siglo. El artículo ocupaba dos páginas del semanario y mostraba varias fotografías con sus notas al pie. Aquí transcribimos el texto de Orlandini:
“Al pie de las serranías cordobesas, en un paraje ideal sobre el valle de Cosquín, a 700 metros de altura sobre el nivel del mar y a 54 kilómetros de la ciudad de Córdoba, sobre la línea del Ferrocarril C. Norte Argentino, encuéntrase situado el Sanatorio Nacional «Santa María» para enfermos tuberculosos, de ambos sexos. Está ubicado en terrenos en que el doctor Fermín Rodríguez levantó un Sanatorio modelo que no pudo prosperar a pesar de la alta preparación de su fundador, por no estar el país en condiciones.
El Gobierno Nacional, aprovechando en la mejor forma estos terrenos, las bondades del clima que ofrece la región serrana y compenetrado de la necesidad de los beneficios que reportaría especialmente a los enfermos de clase humilde, quienes en la vida no han tenido aún su primavera, cuando se ven ya privados de ella, azotados por esta terrible enfermedad, tuvo la feliz idea de contratar en Suiza un ingeniero arquitecto, bajo cuya dirección se realizaron los trabajos de construcción de este nuevo y amplio Sanatorio, el cual, según decreto del P. E. Nacional, fué inaugurado, librando al servicio público sus secciones de enfermos indigentes el 5 de junio del año 1918.”