Passerini, ante la chance de certificar su adhesión al modelo Llaryora

Por Felipe Osman

El Suoem volvió a movilizarse ayer. Como lo hizo el martes pasado, y como lo hará el martes y el jueves de la semana próxima, en el marco de asambleas sectoriales. Además, desde el sábado, sostendrá asambleas de dos horas por turno en todas las reparticiones. Y promete extender y profundizar las medidas cuanto sea necesario, hasta la resolución del conflicto. 

Al anunciarlo, Rubén Daniele le dijo a Passerini “que se vaya preparando, porque vamos a un plan de lucha de los más fuertes y duros de los últimos años”. Algún graciosos dijo que no mintió, porque desde 2022 en adelante el gremio no ha hecho casi nada.

Es que hay dos lecturas, diametralmente opuestas, que subyacen al conflicto. La primera es que el gremio tiene una real intención de confrontar con el Palacio 6 de Julio para hacer una demostración de fuerza ante las bases, en los meses previos a las elecciones internas del sindicato.

La segunda, apócrifa, pero ampliamente difundida entre quienes forman parte de la gestión y quienes observan de cerca el actuar de la conducción gremial, es que se trata de una tensión negociada. Y que todo lo que sucede puertas afuera tiene muy poco que ver con el tenor y el contenido de las conversaciones que se dan puertas adentro, donde la relación entre la Comisión Paritaria del sindicato y los funcionarios del Ejecutivo es, según todos lo admiten, “muy buena”.

En teoría, lo que aquieta los ánimos en esas reuniones son unos 70 sumarios administrativos que el Ejecutivo pone arriba de la mesa al momento de negociar. Un activo que, la verdad sea dicha, fue legado de la gestión mestrista. Más allá de que el peronismo lo reconozca o no.

Ahora bien, más allá de esto, lo cierto es que Daniele ha decidido volver a movilizar al sindicato. Que reclama un atraso salarial de 17 puntos en lo que va del año. Y que,  al menos hasta ahora, ha demostrado capacidad para convocar a las distintas áreas que cohabitan en esa federación de reparticiones que se llama Suoem.

Desde la Municipalidad, por su parte, dicen que no pueden dar un aumento mayor al ofrecido -2 por ciento mensual hasta fin de año-, y recuerdan que los salarios municipales están muy por encima de la media (en promedio, dos millones de pesos), a pesar de contar con una jornada de seis horas (Llaryora, en 2020, la acortó una hora).

En ese marco, cabe preguntarse a qué se enfrenta la gestión municipal, que habría resuelto endurecer su posición después del viaje que el intendente y el gobernador compartieron en Chile, a principios de mes.

A diferencia de lo que sucede en la Provincia, donde el Centro Cívico debe negociar con docentes y médicos, en el Palacio 6 de Julio debe negociar con un sindicato que comprende a un sinfín de agrupamientos, pero que es asociado casi directamente con la administración central y, por ello, carece de la legitimación que pueden tener sindicatos como la UEPC o espacios como la Asamblea Coordinadora de Salud.

Daniele lo sabe bien, y por eso admite que la primera reacción de la gente será rechazar la propuesta del gremio, aunque apuesta a que, con el paso de las semanas, la ciudadanía empiece a señalar al Intendente como el responsable. Pero hay que ver.

Muchas cosas han cambiado en el último tiempo. Y no sólo por la impronta que Llaryora imprimió a sus años en la Municipalidad, sino también por la que hoy el presidente le imprime a la administración nacional.

Todo ese marco, hace pensar que el conflicto bien puede ser metabolizado como una oportunidad para el Palacio 6 de Julio.

En primer lugar, Passerini llegó a la Intendencia presentándose como el sucesor natural de Llaryora, y como su continuador. Pero sin el respaldo económico que Schiaretti ofreció a Llaryora, no puede forjar su gestión en el desarrollo de obra pública. Tiene que encontrar algo más que emular. Y bien puede ser la (parcial) reconquista de la administración. El declamado e inconcluso “fin del cogobierno” con el sindicato.

Y tiene con qué. Aunque la Provincia no pueda garantizar apoyo financiero, puede contar con su respaldo político. Y el Suoem no es el castillo impenetrable de otros tiempos.

El gremio tiene las próximas elecciones a la vuelta de la esquina. Y aunque la lista Verde no tenga rivales afuera, si los tiene adentro. Las agrupaciones de los caciques que Daniele aunó tres años atrás presionan, algunas quieren construir una lista propia, otras disputar prioridades, y dirigentes que son parte de la columna vertebral de la lista quieren suceder al incombustible Rubén Daniele, que lleva ya casi cuatro décadas al frente del gremio, contando la regencia de Beatriz Biolatto.

El peronismo tiene con qué trabajar. El tiempo dirá si elige avanzar o sí, después de una serie de fintas para la tribuna, termina firmando el empate.