Por Javier Boher
Es curioso cómo funcionan algunas cosas. Hace dos días fue noticia que el intendente de Ensenada, Mario Secco, declaró algo que ya muchos sabían: “la gente votó a Milei porque nosotros [por el kirchnerismo] somos un mamarracho”. Fue noticia, pero no sorpresa, porque el espacio referenciado en la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner hace rato vive completamente escindido de las necesidades de la gente común.
El “mamarracho” se debe a múltiples cosas, como puede ser un intendente diciendo que permitía la venta de drogas en las ambulancias del municipio, la licitación para comprar penes de madera para las escuelas, la payasa Filomena en conferencia de prensa por el COVID, la fiesta de Olivos, los videos del expresidente Fernández baboso por una mediática, las cartitas de indignación de Cristina y toda una extensa lista imposible de desarrollar en este espacio.
Pero, como es muy difícil dejar de meter la pata cuando ya se está trastabillando, otra vez el kirchnerismo hizo de las suyas y dejó en claro por qué perdió las elecciones. Una legisladora bonaerense, Viviana Guzzo, presentó un proyecto para declarar al inodoro como un lugar para la paz. Es increíble que alguien sea capaz de presentar algo así en serio y no porque perdió una apuesta o pasó de largo después de una noche de drogas y alcohol. Es una falta de respeto al resto de los legisladores (que con mucho tino no van a tratar el tema) y a los ciudadanos del distrito para el que legisla. La mujer está totalmente desubicada.
Más allá de todo esto, la afirmación debe servir para algo más constructivo que solamente quedarse en la queja. Tampoco sirve regodearse con cierto sentido de superioridad moral, porque ese tipo de ejemplares están en todos lados (vale recordar a aquel legislador cordobés que hace tres años propuso homenajear al creador de la Pantera Rosa).
Tras las elecciones presidenciales de 2019 a la frase “el cemento no se come” con la que el kirchnerismo buscaba bajarle el precio a la obra pública del gobierno de Macri, los derrotados y dolidos cambiemitas respondían con un clasista “ojalá les guste volver a cagar en baldes”.
Más allá de lo escatológico de la frase, algo de cierto había, por lo que el proyecto de la legisladora me mandó a buscar los datos del censo sobre la existencia de baño con descarga de agua en el hogar, una de las preguntas clásicas para definir el nivel de estatus socioeconómico y las necesidades básicas insatisfechas. Lo que encontré me impactó, porque hay algún tipo de relación entre tener inodoro y el voto.
Lo primero que fui a buscar fue el conurbano bonaerense, suponiendo que allí iba a haber menos inodoros que en el resto de la provincia de Buenos Aires. No me equivoqué: salvo por algunos partidos de la zona norte, en general la coincidencia entre voto a Massa y distritos con menos inodoros con descarga de agua fue absoluta.
Luego lo llevé más allá, ampliando el foco hacia el resto del país. La línea es bastante clara: corta por en norte de Entre Ríos, el centro de Santa Fe, el arco noroeste de Córdoba, norte de San Luis y norte de Mendoza. De ahí para arriba, con algunas excepciones, se registran menos inodoros. Las zonas más bajas estuvieron en Jujuy, Salta, Formosa y Santiago del Estero. De estas últimas Massa ganó dos. A las otras dos las ganó Milei que, a diferencia del voto urbano o de zona núcleo, allí fue el voto conservador que se alejó del peronismo: nacionalismo católico villarruelista.
La legisladora es de Los Toldos, en la zona de la provincia de Buenos Aires donde los baños con descarga de agua no son una rareza, sino todo lo contrario. Tal vez por eso le parece tan normal que el baño sea un lugar para la paz.
Hace unos meses estaba viendo un programa especial de LN+ en el que hablaba un responsable de la Fundación La Nación para contar que estaban trabajando con una ONG llamada Módulo Sanitario que se dedica a construir baños con descarga de agua en el conurbano. Todo el programa estaba acompañado de imágenes y testimonios de gente que no tiene “un lugar para la paz” en su hogar, incluso una chica que era la primera universitaria de la familia y nunca había tenido baño en la casa. Es increíble que los representantes del partido que dice ser el defensor de los genuinos intereses del pueblo no sepan en qué condiciones viven sus votantes.
Quizás esta reflexión no tenga sentido y sea apenas un rejunte forzado de datos, pero los indicadores están ahí, esperando a ver quién puede decir otra cosa con ellos. Es muy loco pensar que el kirchnerismo terminó siendo un espacio conducido por los que usan inodoro para cultivar la paz, pero sostenido por los votos de los que usan los baños de las estaciones de servicios o de las terminales de colectivos porque cuando llegan a su casa no tienen a dónde ir a hacer sus necesidades. Al final no es más que otra forma de ver aquello de que los políticos ricos existen porque sostienen a sus votantes en la pobreza.