Cultura Por: Víctor Ramés18 de diciembre de 2024

Caras y caretas cordobesas

A la par del interés del ejército italiano por la compra de caballos cordobeses, el Reino Unido, que luchaba en el frente africano contra los Boers, adquirió también un buen número de caballos de guerra argentinos, considerados poseedores de grandes cualidades.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

Caballos criollos para las guerras europeas (Segunda parte)
La remonta caballar estaba ubicada en el sudeste cordobés, en tierras donde antiguamente se levantó la Estancia Los Perros; luego pasaron a manos de Marcos N. Juárez, quien las vendió a otro particular, siendo más tarde adquiridas por el estado y destinadas a campos de pastoreo para caballos del ejército. La producción de equinos en la remonta cordobesa equivalía en sus inicios al 10 % del parque caballar del ejército, y en esa misma medida se apostaba a crear una menor dependencia de la industria ganadera privada. Durante la gestión del Coronel Victoriano Rodríguez, se lee en un informe suyo de 1898 que el ejército contaba con un total de “10.812 caballos, 764 potros y 96 yeguas en servicio”, y que en la remonta próxima a Bell Ville había “1309 caballos, 353 potros, 26 yeguas y 522 mulas”. Estos datos históricos, y los del párrafo anterior, corresponden a una publicación de la localidad de Marcos Juárez, Sendas, de julio de 2011. Por su parte, la nota de Caras y Caretas del año 1900, referida a la compra de caballos por parte del ejército italiano (más bien un obsequio argentino de 200 caballos de muestra) confirmaba esas cifras, al afirmar que en el establecimiento de remonta de Bell Ville existían “alrededor de 300 caballos, 500 potros y 400 mulas”, y que el Haras, “en el cual se está formando el caballo de guerra tipo argentino, tiene como plantel 400 yeguas elegidas y 10 padrillos de las mejores razas de tiro y de silla.” 

En informes sobre el establecimiento figura el paso del general Volpini, un jefe de remonta del ejército italiano a quien le fueron entregados 22 caballos de muestra. Asimismo, se destacan los beneficios obtenidos anteriormente, en el mismo bienio 1898-1900, por la “venta de 200 caballos a la Comisión de Remonta del Ejército inglés”. Según informes de la prensa londinense, “Los caballos y mulas procedentes de Argentina reúnen condiciones excepcionales de sobriedad y resistencia”.
El Ministerio de Guerra argentino enfatizaba, por su parte, que "dentro de la mestización se debe procurar que la producción nacional equina reúna un tipo de potro de buena presencia y resistencia a las fatigas del servicio militar".

Para ampliar el cuadro, resulta útil conocer la situación internacional que aconsejaba a los países compradores proveerse, en este caso, de caballos cordobeses. Viene en ayuda una publicación madrileña, La España Moderna, que en su edición de enero de 1900 revelaba interesantes detalles sobre el marco de ambos países compradores:

“La guerra anglo-boer ha puesto sobre los mercados militares del mundo la nueva mercancía del caballo argentino, que nosotros transportamos a sus pampas. No es solamente Inglaterra la que ha enviado a buscarlos al mayor Aspinwall, que los ha hallado excelentes, de cinco a diez años, gordos, sanos, mansos, fáciles para ser montados, entre los 145 y los 165 centímetros de alzada y en número ilimitado, aun desechando los de pelo claro, overo o muy blanco; sino Italia, que preparándose militarmente para alguna aventura, aún no divulgada, en que indudablemente tendrá que intervenir España, además de la actividad que está imprimiendo a sus construcciones navales, y además de la adquisición cuantiosa que acaba de hacer a la casa Krupp, de Alemania, de armamento de artillería de tiro rápido, ha comisionado en la  Argentina al general Volpini y al caballero Victorio Musso para la adquisición de dos a tres mil caballos con destino a la remonta de su ejército. No son luchas ideales de la política lo que la Argentina necesita para superar ninguna de las cuestiones que la asedian, comenzando por la económica y siguiendo por la internacional de ambos mundos, sino temperamentos de concordia y la fuerza que dan las voluntades unidas.”

La situación italiana al comenzar el siglo veinte era compleja. Su inversión armamentista, de algún modo acabaría por meter a Italia en la Primera Guerra Mundial, en 1915, en contra del Imperio austriaco. Y a mediados de 1900, la nación se había visto sacudida por el asesinato del Rey Humberto Primo en Monza, en el mes de julio. 

La mención a la guerra anglo-boer, por su parte, refería a un conflicto que dominaba buena parte de las noticias internacionales, e incluso en Córdoba tuvo ecos “modernos”, ya que se proyectaban en las salas de Biógrafo de la ciudad rollos de película que mostraban cuadros de esa guerra aquel primer año del siglo veinte. Según comentaba la publicación española citada arriba, dicho conflicto había determinado el aumento de la demanda de caballos argentinos por parte del Reino Unido, un país destacado en la cría de equinos y creador del pura sangre, arquetipo del caballo veloz en el mundo. Como informaba La España Moderna, el Reino Unido se había interesado por la compra de caballos argentinos, y a cargo de la negociación la revista española señalaba al mayor Aspinwall. Las compras por parte de Inglaterra se habían iniciado en 1897, según el texto de un debate parlamentario de 1902, en Londres, donde se enumeraban las misiones enviadas a la Argentina por aquel país: en 1897 fueron enviados tres oficiales del Departamento de Remonta a la Argentina a comprar caballos, quienes adquirieron 1.361 cabezas. Otras operaciones se realizaron en 1898, y “en 1899, por no estar disponible ningún oficial de ese Departamento, se encomendó la tarea a los mayores Aspinwall y Kennedy.” Los contratos de esos años alcanzaron a un total de 27.258 animales, de los cuales 15.000 fueron adquiridos por el mayor Aspinwall. Este fue ascendido a teniente coronel en 1900, y asignado al mando de la tercera Guardia de Dragones, con la que partió al frente en Sudáfrica. Hacia finales de la guerra anglo-boer, en 1902, se informaba que Aspinwall, considerado como la última baja del conflicto, fue gravemente herido ese año y embarcado a casa donde, sin nunca recuperarse de las heridas, fallecería en enero de 1904, a la edad de 47 años.

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