Por Javier Boher
Siempre cuento cuál fue -a mi entender- el momento en el que se rompió la maldición que pesaba sobre la selección argentina. Final en Brasil y Ángel Di María corre una pelota hasta dentro del área. Cae cuando llega al final de la cancha y se levanta agarrándose el isquiotibial. Lo primero que se me vino a la mente fue que la historia estaba a punto de repetirse, pero hizo un gesto con la mano (del tipo “vayan, que no pasa nada”) y ahí me invadió la certeza de que íbamos a terminar ganando ese partido.
En política todavía no existe algo así, como si “el Fideo” estuviese condenado a seguir cayendo una y otra vez hasta el fin de los tiempos. Cada vez que pareciera que el partido va a salir adelante nos tropezamos de vuelta con discusiones que tienen 20, 30, 50 o 100 años. Enoja, pero más deprime.
Ayer fue uno de esos días en los que parece que todas las líneas del multiverso confluyen en un punto, con el pasado volviendo para recordarnos que estamos en Argentina y que no importa cuánto recordemos la historia, siempre estamos condenados a repetirla (no en los hechos, sino como a una empanada barata, con el mismo horrible sabor de boca).
En apenas un par de horas sucedieron tres cosas vinculadas con los ‘70, ese período de la historia argentina que uno creería gastado por el uso excesivo que hizo el kirchnerismo del mismo. Pero no… y ahí vamos de nuevo.
La primera noticia sobre esto fue que Mario Firmenich deberá declarar ante la Justicia por el atentado al comedor de la Policía Federal, hasta entonces (y por casi 20 años) el más sangriento de la historia. Ahora han decidido que el hecho fue un acto de lesa humanidad, un crimen imprescriptible que debe ser juzgado para que los familiares de las víctimas puedan darle un cierre a su trágica historia. No se puede objetar la decisión de la justicia, ya que para que se pueda hablar de que existe tal cosa no se puede excluir a nadie de los beneficios de que el Estado haga cumplir las leyes. Ley pareja no es rigurosa.
El problema, como tantas veces ha pasado hasta ahora, es que haya gente empeñada en discutir si la represión ilegal estuvo mal o si Montoneros y el ERP estaban defendiendo la libertad y la democracia. No debería ni existir tal debate: lo que hicieron los militares estuvo pésimo; Montoneros y el ERP hubiesen hecho lo mismo si estaban en el poder.
El segundo episodio del día fue un rezo colectivo convocado por un cura para repudiar un video humorístico realizado en un canal de streaming. La pieza audiovisual intenta recrear sarcásticamente el nacimiento de Jesús, pero falla bastante en su intento de hacer reír. Ofende más la mala calidad de la propuesta que la cuestión religiosa, o al menos es irrelevante el orden: la libertad de expresión es así. Incluso el diputado Bertie Benegas Lynch (católico practicante) se distanció de esa gente, a la que identificó con la derecha católica más atrasada. No le erró en nada, ya que el cura que convocó al acto fue el responsable de la visita de diputados a represores, como señaló Eduardo Belliboni.
Tercero, y último, el cruce tuitero entre la ministra Bullrich y la vicepresidenta Villarruel sobre el caso del gendarme secuestrado en Venezuela por la dictadura de Maduro. No se entiende por qué tanto mal gusto en exponer de esa manera la interna del gobierno. Lo peor es que llega de parte de las dos que dicen defender a las fuerzas armadas y de seguridad, cuando toda la familia del gendarme está preocupada por su vida. Tal cosa solamente se ve en gobiernos peronistas, que someten a toda la sociedad a sus internas usando todos los resortes que les da el ejercer el poder del Estado.
Fueron tres actos aislados a lo largo del día, pero los tres estuvieron unidos por ese pasado argentino que se resiste a soltarnos, como un lastre que nos impide despegar. Es insoportable que minorías ruidosas como la derecha nacionalista católica puedan seguir influyendo en el debate público. Parece como esos chistes en tres actos en los que se supone debe haber un remate ingenioso para unir a los tres. No se me ocurre nada por ahora. Aunque me gustaría saber cómo se llama esta obra, más me intriga saber cuándo se termina.