Cultura Por: J.C. Maraddón28 de enero de 2025

Un mensaje incomprendido

Si tanto su abordaje de la psicología trans como su rescate de lo hispano no han sido todo lo acertados que debían ser de acuerdo a los comentarios recibidos, entonces los méritos de la película “Emilia Pérez” tal vez se hayan circunscripto a sus canciones. Pero tampoco allí se encuentra su fuerte.

J.C. Maraddón

Los premios Oscar suelen estar teñidos de las implicancias sociales que corresponden a su época, de la misma manera que la industria cinematográfica se adecua a los tiempos que corren y se desplaza en su recorrido según las ideas que reinan en la opinión pública a medida que pasan los años. Con más razón ahora esa ceremonia va a verse envuelta en las controversias que se han disparado con la asunción de Donald Trump como presidente por segunda vez, recargado en sus ataques contra esa “cultura woke” de la que Hollywood se reivindica como un defensor acérrimo, tanto en sus discursos como en sus obras.

Tal como sucedió hace algunas semanas en la entrega de los Golden Globes, donde se llevó las estatuillas correspondientes a Mejor Comedia o Musical, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Película de Habla No Inglesa y Mejor Canción, el largometraje “Emilia Pérez” (proyectado en salas por estos días) se ha visto privilegiado en las nominaciones dadas a conocer por la Academia.  Trece han sido las categorías en que fue seleccionado para competir el próximo 2 de marzo este filme dirigido por el francés Denis Audiard y hablado mayormente en español, con un elenco protagónico de actores y actrices de España, Estados Unidos y México.

Tal vez los jurados valoren que en su argumento esta obra se centra en los bemoles que afectan a quienes deciden practicar una transición de género en la que se incluye una cirugía, problemática de esa comunidad LGBT a la que Trump empieza a restar derechos desde el comienzo de su nuevo mandato. Sin embargo, han sido las propias asociaciones que nuclean entre otras a personas transgénero, las que han criticado sin piedad el enfoque que se le da a la cuestión en “Emilia Pérez”, al que le endilgan una perspectiva retrógrada y maniqueísta que de ninguna forma contribuye a la causa.

 Otra explicación para la desmesurada presencia de esta película en las premiaciones podría provenir de su reivindicación del idioma español y de lo que en Estados Unidos se unifica bajo el rótulo de “población latina”, sobre cuya colonia de inmigrantes ilegales Donald Trump agita el fantasma de las deportaciones masivas. Pero la realización de Audiard se explaya en el tratamiento del flagelo de la violencia narco en México, lo que ha provocado reacciones negativas del público y la crítica de ese país, donde se han pronunciado contra la imagen simplista que se despliega y contra la escasa participación de mexicanos en el cast.

Si tanto su abordaje de la psicología trans como su rescate de lo hispano no han sido todo lo acertados que debían ser de acuerdo a los comentarios recibidos, entonces los méritos tal vez se hayan circunscripto a las fortalezas de la trama, de las interpretaciones y en especial de la banda sonora, que es un elemento clave en cualquier musical. De hecho, dos de los temas que allí se escuchan aspiran a un Oscar en el rubro Mejor Canción Original: “El Mal” (que ya ganó un Golden Globe) y “Mi Camino”, este último cantado por Selena Gomez.

No obstante, ni esas ni las otras piezas sonoras de esta comedia poseen el encanto suficiente para emocionar al espectador y perdurar en su memoria una vez que las luces de la sala se han vuelto a encender. El esfuerzo que representa para dos autores franceses componer música con letra en castellano que, además, funcione en el entorno mexicano donde transcurre la mayor parte de la historia, se ha tornado un obstáculo que incomoda. Apenas si el talento escénico de Karla Sofía Gascón y Zoe Saldaña consigue revertir esa poco confortante sensación que dejan los tramos en que música y coreografía defeccionan a la par.

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