Por Javier Boher
El gobierno de Milei anunció una reducción de impuestos para autos y motos con el objetivo de hacer bajar los precios. No vamos a entrar en el detalle de la medida (abordada en esta misma edición) sino en lo insólito de que apunte exclusivamente a vehículos de alta gama.
Entre los argumentos oficiales estaba que buscan reactivar la demanda de dichos vehículos, algo de lo más insólito, atento a que la mayoría son vehículos importados. Uno no quiere parecerse a Kicillof, pero claramente se trata de bienes de lujo para un sector específico de la sociedad. Quizás el impacto fiscal no sea tan grande como si se eliminaran los impuestos a los vehículos de fabricación nacional que compiten en el segmento de los más económicos, pero es toda una señal respecto a las prioridades del gobierno.
Vivimos en un país extenso y con un marcado déficit de transporte público, por lo que en la mayor parte del territorio los vehículos son una herramienta fundamental para trabajar y vivir. Sin embargo, la medida apunta también a favorecer el ingreso de vehículos eléctricos de bajo costo, que sólo sirven en las ciudades, el único lugar donde se puede enchufar esas licuadoras tan de moda en los países del primer mundo. Acá parece que a Toto no le molesta que le digan que lo suyo es pura Agenda 2030.
La industria automotriz nacional tiene sectores competitivos, como la producción de camionetas, mientras que otros existen por las fuertes restricciones que existen para importar vehículos. En cualquier caso, si se busca actualizar el parque automotor (bastante obsoleto) la mejor estrategia sería abaratar los vehículos de la gama más baja, hacerlos accesibles para las personas con ingresos medios que conducen vehículos de más de 15 años. Ayudar a que el dueño o gerente de una empresa, un funcionario público o un futbolista se pueda comprar una nueva camioneta carrozada importada no parece ser una medida que pueda reactivar el sector y contribuir a la renovación de los autos y motos que circulan por las calles argentinas. Capaz el Toto está cansado de ver siempre los mismos autos estacionados al lado del suyo cuando anda de paseo por los barrios en los que andan los funcionarios.
Hay que tratar de poner en contexto las cosas, porque así a simple vista esta nota parece una queja excesiva ante una situación de rebaja de impuestos que efectivamente puede favorecer a algunas personas. Estamos hablando de que va a bajar el precio de vehículos que hoy cuestan lo mismo que un departamento o una casa, tres veces más de lo que cuesta un vehículo de gama baja. Si estamos en un país en el que se habían dejado de producir camionetas cabina simple porque pagaban impuestos extra como vehículo de carga (por obra y gracia de Hugo Moyano) preocuparse por autos de más de 50.000 dólares es una falta de respeto para los que necesitan adquirir o renovar vehículos que se usan como herramientas de trabajo.
Si el daño de los impuestos extra a estos bienes ya está hecho, ¿por qué eliminarlos ahora, antes de hacerlo con los de industria nacional, a los que hay que ayudarlos a ser competitivos antes de abrir la competencia? Algunas veces cuesta entender las motivaciones de esta gente, pero quizás la explicación más simple sea la correcta. La conclusión queda a cargo del lector.