Cultura Por: Víctor Ramés10 de febrero de 2025

Caras y caretas cordobesas

El siglo XX traía un ansia de renovar la organización de la masonería en Córdoba, algo desactivada tras la caída del juarismo. Se incluye unas menciones a novedades de 1901 y 1905, en Caras y Caretas.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

Escenas de masones, comienzos del siglo XX

La historia de la masonería cordobesa se remonta a la creación en 1868 de la logia masónica Piedad y Unión, que hasta hoy persiste, claro que ya sin las circunstancias políticas y sociales que le dieron origen, y sin la fobia a la masonería que emanaba la catoliquísima Córdoba del mil ochocientos, en la que ocurrían desde mediados de siglo, actos de persecución y criminalización de los masones, fuesen o no detectados como tales. La prensa se repartía sus posiciones tanto en la prédica, como en la crítica de esas salvajadas. Sobre un episodio ocurrido en 1871, reflexionaba ese mismo año Domingo Faustino Sarmiento, aproximándose la inauguración de la I Exposición Nacional de Córdoba: “Verdad es que para equivocarse de persona son mandados hacer por allá. Habíase anunciado desde el pulpito la llegada de un masón, que como todos los de su especie tenía cola, y los niños andaban a caza de un masón, cuando dieron con un italiano vendedor de imágenes, y rosarios y escapularios, y al verlo los traviesos (guaranguitos) le caen encima, y una lluvia de terrones y barro e injurias le muestran al cuitado el peligro de vender imágenes de la Virgen, donde el vulgo, si bien cree en masones y en brujas, no usa zapatos ni gasta jabón.” Y agrega más adelante: “No sería malo, sin embargo, tocarles a los de afuera en donde sospechen que llevan enroscada la cola. Si les palpan cola, masones son y ¡a ellos! (…) Pero cerciorarse bien, toquen bien” insistía Sarmiento, ya que “vendría a ser ridículo, a más de guarango, estropear a un mercachifle de santos y escapularios, tomándolo por un emisario del diablo, en lo que no andaban muy descaminados acaso, porque el demonio se vale de todas esas maulas para descarriar las almas. ¡Toquen bien! y después barro y lodo con ellos! que al fin es lo único que han dejado al alcance del pobre pueblo por allí.”

Esos eran los años en que se fundaba en la oscurantista Córdoba -siempre de forma solapada, y se comprende- la primera logia vernácula, once años después de la creación de la Gran Logia de la Argentina (1857). 

Si la mirada se aleja de la Iglesia escandalizada por la convicción liberal que encarnaban los masones, y se queda con la más pragmática política, se respira otro panorama en el que  la influencia masónica en la organización y formación nacional, cosechó desde Rivadavia hasta esa fecha 14 presidentes masones, además de muchos miembros del elenco político, periodístico y cultural. En Córdoba, dos miembros muy activos de la logia fueron los hermanos Marcos Juárez y Miguel Juárez Celman, autoridades roquistas de la provincia y primeras figuras en la provincia y en la nación. Otros miembros de la logia mediterránea fueron científicos, intendentes, gobernadores, vicepresidentes, escritores, personalidades como Florentino Ameghino, Carlos Casaffousth, José Figueroa Alcorta, Lazcano Colodrero, Manuel Lucero, Mateo Luque, Félix Olmedo, Luis Revol, Julito Roca, el médico Pedro Vella y José del Viso, entre otros. En algún momento llegaron a ser ocho las logias cordobesas. Sobrevino un apagón a la caída del juarismo, acompañando un proceso finisecular que olía a cambio de época.  

Se encuentran en la revista Caras y Caretas dos breves noticias relativas a la masonería cordobesa, que obviamos enmarcar más allá de estas solitarias menciones periodísticas porteñas. En 1901, el semanario informaba bajo el sencillo título “Instalación de una nueva logia masónica”, un fotografía de los participantes, con sus bandas distintivas y el siguiente texto: 

“La docta y severa Córdoba, que de lejos produce la impresión de un inmenso santuario consagrado a la piedad cristiana, muestra de cuando en cuando, fuera de los discreteos políticos y de la paz socarronamente plácida que exhibe entre nosotros el diputado Garzón alarmantes tendencias a un liberalismo arraigado que acusa inevitables trasformaciones en el concepto porteño, para juzgar a la vieja mediterránea.
Un espíritu veintisecular se cuela por las grietas del edificio, y sopla, por ejemplo, en esta fiesta de los francmasones, dedicada a festejar ampliamente la consagración del nuevo templo Logia Centro de la Paz. El 3 de septiembre tuvo lugar la ceremonia, bajo los auspicios de la Logia Simbólica española y del Gran Consejo General Ibérico de Madrid, representado por el señor César Pinter, subdelegado, 33 y Gran Pax Maister.
La tenida blanca se vio concurrida por numeroso público, en que no estaba excluido el elemento profano, ávido de presenciar un acto poco frecuente y de interés social.
Antes de terminarse, a ruego de la concurrencia pronunciaron discursos muy aplaudidos los hermanos Domingo Petri, grado 33 y venerable de la Logia; Pablo Pulmalit, grado 25; Argañarás, grado 3, y J. Drazile, 32.”
El artículo ironizaba sobre la Córdoba clerical, subrayando la fundación de la logia como signo de una alarmante tendencia al liberalismo.

La otra mención encontrada en Caras y Caretas es de septiembre de 1905 y refiere un hecho social: un casamiento, el cual, al ser masones los desposados, se lleva a cabo en el interior de un templo de esta sociedad. Como algo ineludible, toda mención a Córdoba comenzaba con un tono socarrón dirigido a su matriz católica. 

“Para la ciudad de Córdoba, la vieja ciudad de los templos, de las costumbres señoriales y de ejemplar austeridad religiosa, el casamiento masónico ha sido todo un acontecimiento novedoso. La ceremonia ante una concurrencia numerosísima, llevóse a cabo en la logia Voltaire, formada por elementos caracterizados de la sociedad cordobesa. Los jóvenes desposados, ambos extensamente vinculados a conocidas familias, fueron objeto de demostraciones de afecto y recibieron calurosas felicitaciones de los concurrentes que presenciaron el acto.” 

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