Nacional Por: Javier Boher14 de febrero de 2025

A la escuela para dudar

El nuevo reglamento docente de CABA prohíbe discutir algunos temas en el aula, una solución absurda a un problema inexistente

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com 
Estamos a días del reintegro de los docentes a sus tareas y ya empiezan las noticias sobre educación. Si bien todavía no están todos los lineamientos claros (el ministerio siempre espera a último momento para informar cómo va a ser el ciclo lectivo) en algunos lugares ya se va perfilando la cosa. Así es que ayer se conocieron algunas modificaciones al reglamento docente para la ciudad de Buenos Aires. Si bien se trata de un único distrito en todo el país, siempre sirve como parámetro respecto a qué se puede esperar en otros lugares.
El cambio más polémico tiene que ver con la posibilidad de expresar preferencias u opiniones políticas dentro de las aulas, en cualquiera de las dos direcciones en la relación docente-alumno. Ni el profesor ni los estudiantes podrán usar el ámbito del aula para argumentar a favor o en contra de lo que creen, algo por demás extraño.
Lo primero, como siempre, es hacer una aclaración: no es lo mismo un aula de primaria que una de secundaria, porque la madurez de los niños y los adolescentes es muy diferente. Incluso dentro del secundario, también hay diferencias entre los que recién empiezan el nivel con 12 años y los que ya están en la segunda mitad, que pueden votar en elecciones nacionales. Queda claro que no se puede generalizar, así que vamos a tratar de llevar esto de la manera más delicada posible.
La filosofía me es algo esquiva (en rigor de verdad, prefiero cosas más concretas) así que mi conocimiento en el área es algo limitado. Sin embargo, una de esas cosas que recuerdo siempre es la duda metódica, de Descartes. El hecho de que podamos poner en duda todo lo que nos rodea es lo que nos hace humanos y es una condición necesaria para producir conocimiento. Si se toman las cosas que se creen como una verdad absoluta es imposible crecer, tanto de manera intelectual como personal. Solo si nos hacemos preguntas sobre el mundo y sobre nosotros vamos a terminar conociendo y sabiendo.
La escuela es el lugar para aprender eso. Si bien todos los alumnos se pasan casi una década incorporando hábitos y contenidos que se repiten de memoria, es el último tramo (el del desarrollo del pensamiento abstracto) en el que la duda se convierte en parte fundamental del aprendizaje. Es allí donde los alumnos se hacen preguntas sobre el mundo, su vida, su familia y ellos mismos. Es cuando se separan de ese grupo primario fundamental que lo acompaña desde el nacimiento para empezar a funcionar solos. Nada de eso puede ocurrir si no dudan ni preguntan.
La escuela sigue siendo el mejor lugar para aprender sobre las cosas, y funciona muchísimo mejor cuando los chicos llegan con ganas de hablar, de opinar y de cuestionar. Por eso se pedía que abran las escuelas en pandemia, porque la virtualidad había matado ese aspecto tan positivo del aula.
Cuando los alumnos definen una postura sobre la política, la sexualidad, la religión, la economía y cualquiera de esas cosas que quieren prohibir en los colegios de la capital del país, ahí es cuando más se puede aprender. No se trata de bajar línea ni de censurar la opinión de los alumnos, sino de aprovechar la oportunidad para discutir y aprender todos juntos, ¿o acaso la gente cría a sus hijos sin hablar cuando se sienta a la mesa o cuando anda en el auto? 
La duda y la palabra son herramientas fundamentales. Hace un tiempo leí que no existen preguntas tontas, sino preguntas que algunos subestimamos y consideramos tontas. Cada vez que alguien duda y hace una pregunta, por más tonta que nos parezca, es porque hay algo que no sabe y quiere aprender. ¿A quién se le puede ocurrir prohibir un acto tan sano como la discusión en el aula? Seguramente a alguien que no tiene dudas de que se las sabe a todas.

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