Nuevos recortes de los días de papel Córdoba, 1894
Si la cotidianidad palpita en la vida social, no poco tenían que ver asuntos como el paisaje industrial discreto que brotaba en los años que recorremos, al pasar concretamente por 1894, en que los diarios señalaban nuevas fábricas en Córdoba.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Si había en Córdoba una fábrica de sombreros, era porque esa prenda se lucía de manera generalizada en las cabezas masculinas y también, con otros modelos, en las femeninas. La demanda de esa moda en la indumentaria -que era tan visible en aquella época como está prácticamente desaparecida en la nuestra- era lo que ponía en marcha la producción en serie de sombreros, tanto para el mercado interno como para el colindante. Además, era parte del paisaje social y diario la presencia de trabajadores y trabajadoras que, para una población de un poco menos de 55.000 habitantes, comenzaban a insertarse en las oportunidades laborales de la naciente industria. Claro, no es sorpresa saber que eran explotados y explotadas, que había trabajo infantil, que a las trabajadoras se les pagaba menos que a los varones.
Para pintar un esbozo de ese despunte de industria es útil citar del diario La Patria de febrero de 1894, algunos datos:
“Nuevas fábricas
Córdoba necesita más que nunca, ahora que cuenta con una administración honrada y progresista, fomentar las industrias establecidas y procurar se implanten otras nuevas.
Contando con las facilidades que el gobierno acuerda a los industriales, estos han empezado ya a afluir a Córdoba buscando campo en que utilizar su inteligencia y sus capitales.
Fábricas de calzado, de cerveza, de sombreros, etc., prueban bien lo que decimos, y a estas se agregarán muchas otras, que vendrán a aumentar nuestra naciente producción, haciendo ocupar a Córdoba el lugar que le corresponde entre las demás provincias.
Próximamente deben quedar instaladas en ésta una nueva fábrica de sombreros, una de chocolate, y dos de fósforos, pertenecientes una al señor Mariano Güell y otra a dos jóvenes cordobeses que comprenden el gran porvenir que encierra esa industria en nuestro país.”
La producción de cerveza había comenzado en 1884 en Río Segundo, con los empresarios ingleses Guillermo Colson y Guillermo Robinson. La fábrica de papel La Nueva Argentina, de Luis Gazzo, en Barrio General Paz, y otras industrias emergerían en los años siguientes del fin de siglo.
No era mucho, pero es parte de la historia de un desarrollo urbano del que se hacía eco la prensa local. Ahora, si se quiere contextualizar un poco mejor ese brote de fines del siglo XIX, no viene mal citar un párrafo firmado por el historiador Waldo Ansaldi: “La posibilidad de una Córdoba industrial se despliega en la década de 1880, es fuertemente erosionada por la crisis de 1890 y se recupera en la segunda mitad de esta década, La radicación fabril en la ciudad de Córdoba se produce simultáneamente con las primeras manifestaciones de las denominadas industrializaciones tardías –Alemania, Italia, Rusia, entre las principales-, de donde su condición temprana.”
Otro elemento para el contexto lo aporta el clásico libro -en inglés- del historiador argentino Fernando Rocchi: Chimneys In The Desert: Industrialization in Argentina During the Export Boom Years, 1870-1930, de donde traducimos: “En 1893 la legislatura exceptuó de
impuestos a varias fábricas. También se sumaron otros privilegios en los años siguientes, de los que varias industrias locales se beneficiaron. Pero, pese a estos esfuerzos, Córdoba no desarrolló una base industrial significativa. La competencia de Buenos Aires mató a las galletas cordobesas y a la industria sombrerera, y afectó seriamente la producción de muebles, carruajes, cuero, jabón, velas y cigarrillos.”
El panorama de la fuerte competencia porteña frenó el desarrollo, pero no logró cortar el proceso de industrialización cordobesa, lo sabemos con el “diario del siglo XX” ante los ojos.
Siguiendo el panorama provisto por el diario La Patria en 1894, ampliamos el vistazo a esas industrias pioneras del vapor, que era la fuerza motriz de la modernidad a esas alturas. En el caso de la fábrica de calzados El Águila, recién puesta a funcionar ese año, el reportero la visita y describe dicho establecimiento:
“Ocupa un espacioso y cómodo local en la calle 27 de Abril 129. Entrando, y en el primer zaguán, a la derecha, está la Dirección que comunica con todo el resto del edificio por medio de una serie de piezas, siendo la primera destinada a las hormas, luego otra para el cortador, una más para la preparación del calzado, o lo que se llama apronte y, por fin, para cuadrar un patio, despejado y amplio, un salón con capacidad para treinta o más personas que se ocupan en dar los últimos toques. Porque el calzado se confecciona casi en su totalidad en máquinas que, a no dudarlo, son de las más perfeccionadas que se han fabricado. Un motor de fuerza de seis caballos, mueve las instalaciones y allí, se desvira, se clava, se corta la suela y apenas si sale con defectos pequeños, que se encargan de subsanar los operarios que anteriormente hacíamos referencia, quienes a su vez lo pasan al departamento de las cajas hechas en el mismo establecimiento.”
Sus propietarios eran Granado y Hombrabella, y en ella “se fabrican actualmente 150 y hasta 200 pares de botines, pero esta cantidad puede elevarse en cualquier momento hasta 500 pares, que encuentran fácil salida en el Rosario y Provincias del interior, como así mismo en nuestros departamentos de campaña.” Más tarde vendría la fábrica de calzados de Farga Hnos., de cuyo perfil explotador daría cuenta una severa huelga que sobrevendría en los primeros años del siglo XX, imprimiendo un nuevo giro al cotidiano cordobés debido a la actitud de los obreros fortalecidos en sus derechos frente al capital. Y las mujeres serían buena parte de esas reivindicaciones.
En la fábrica de calzados El Águila se ocupaban “unos sesenta operarios que ganan por término medio, un jornal diario de $ 2.50. A más, trabajan varias mujeres, en el apronte, y en la costura, y puede calcularse que ganan 1.25 a 1.50 diarios, con un trabajo que no excede de ocho horas.” Aun sin conocer el valor relativo de esos salarios, se percibe la inequidad en el pago a las mujeres por su trabajo, lo que no es poco señalar.
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