Caras y caretas cordobesas
Caras y Caretas ensayaba unos “tipos cordobeses” en base a fotografías tomadas en la capital o en las sierras. La publicación tomaba a la chacota las condiciones reales de personas de pueblo recortadas de su medio, en unas páginas de principios de siglo.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Reír de la infortunada vida de los otros
Escritores, cronistas y pintores del siglo XIX le dedicaron atención a los “tipos populares” de tal o cual lugar. La fotografía se sumó a esa temática en la que “popular” enunciaba una reacción al avance de la modernidad. Con el pretexto de llenar algunas páginas vacantes, el semanario de nuestra predilección proponía caracterizar a “tipos cordobeses” de comienzos del veinte, en base a un conjunto de fotografías disponibles. En un par de ocasiones durante un lustro de ediciones dominicales, Caras y Caretas intentaba articular mediante textos con pretensión de simpáticos, distendidos, bienhumorados, un conjunto de fotos. El 26 de marzo de 1907, bajo el título “Córdoba. Tipos populares”, publicaba fotografías y desplegaba un texto sin otra pretensión que la de ejercer el sano prejuicio para no decir gran cosa. No era en sí misma descartable la idea de retratar a personajes de la vida diaria cordobesa, lo que sí resultaba urticante es que se publicaran con el objeto de ofrecerlos a la sonrisa maliciosa de lectores capitalinos “tipos”. Se trataba, en la nota que citamos, del reír naturalizado que podía producir el paso del loco del pueblo, o de la mujer alcohólica de la otra cuadra, o del mudo que pedía para comer. Como si se tratase de un desfile de fenómenos, una de las fotos presentaba entre los “tipos” populares a un gallo nacido con dos cuernos.
Como tenemos nuestra propia página por llenar citaremos esos párrafos, bajo anacrónica protesta sobre el periodismo liviano, su concepción del “otro”, y su tono satírico para con personajes aislados de sus circunstancias y del dramatismo implícito en sus desdichadas vidas, o lo que fuese su propia mera realidad, mediante el dispositivo periodístico.
La firma del cronista se ocultaba bajo el seudónimo “Pepe Ascochinga”.
“¡Córdoba For ever! Hasta que le saquen la banda a Figueroa Alcorta, es un deber reaccionario hablar de Córdoba. ¡Siempre Córdoba! ¡Córdoba arriba, Córdoba abajo, Córdoba por todas partes y en todas partes!... ¡God save the Córdoba!
Todo lo cordobés está en el caso de que se lo divulgue, de que se le pregone, de que se le cante, de que se le escriba, de que se le escrache; así lo bueno como lo malo, lo docto como lo analfabeto, lo social como Io insociable, lo fúnebre como lo divertido, lo religioso como lo librepensador.
Además, lo merece, porque en Córdoba hay de todo: cunas para primeros mandatarios, locos de remate y gallos con cuernos, sin contar el dique San Roque, que es la pileta mayor del mundo. Ahí están, diciéndolo a grito pelado, Telmo Sánchez, «el mudo de la melena», Francisco Valera, «el loco de las sandías» y «la medio litro», famosos tipos populares. Y ahí está también el gallo de los cuernos, que, si no es un tipo popular, es un rico tipo.
¿Y quiénes son éstos? Podríamos contestar: «Doctores tiene la universidad de Córdoba, que os sabrán responder». Pero nos sentimos con fuerzas para responder por la nombrada provincia, y vamos a precisar mejor.
Telmo Sánchez. . . ¡Qué cabeza la de Telmo Sánchez! Ha resuelto el problema de la «aviación aérea», sin ayuda de nadie, él solo. Es un invento colosal el suyo, y sí no fuera lo del tornillo -pues dice Sánchez que le falta un tornillo para terminar el aparato—, ya le veríamos volar como una bomba explosiva.
¿Y el loco de las sandías? Ninguno de ustedes puede imaginarse lo sandio que es este hombre. Dice que le va a enviar una comunicación al doctor Piñero, llamándole colega y manifestándole que, según sus experimentos más recientes, hay que comer crudas las sandías. Y apoya su afirmación en la fórmula siguiente: A + B X 5 i = 46 pares de alpargatas.
Del «mudo de la melena», nada hay que decir de malo, aunque gasta melena. En Córdoba le quieren mucho y le dan comida gratis.
«La medio litro», es una buena mujer que discurre por las calles de la docta ciudad, y a quien llaman de aquel modo porque no le tienen respeto de ninguna clase.
Don Francisco Valera es un maniático religioso que propuso su candidatura para arzobispo de Cosquín. No le llevaron el apunte porque nadie es profeta en su tierra. Actualmente, para desquitarse, está escribiendo un libro de misa, dividido en tres partes: primera, segunda y tercera.
Pepe ASCOCHINGA.”
Unos años después, el 4 de marzo de 1911, Caras y Caretas volvía a detenerse en los “tipos populares” de Córdoba, bajo el título “Notas cordobesas – Tipos populares de las sierras”, y sin firma proponía una serie de cuadros, mezclando en la baraja de las fotos referencias costumbristas, a lo sumo curiosas por no ser urbanas, con un par de personajes desgraciados -el Mudo Romeo, un anciano, y su supuesta novia-, una mujer que compraba ropas y objetos usados en mula, unos turistas bañándose en el río, tres niños montados a lomo de mula, y una foto de la solitaria y pequeña estación de tren de Casa Grande. Aquí son más importantes los epígrafes que el breve texto, una generalidad que finalmente deja casi todas las fotos sin explicar.
“Las sierras de Córdoba siguen siendo el paraje más pintoresco de la república. Lástima que su misma belleza y sus aires benéficos, le impidan prosperar, pues mucha gente cree que sólo los enfermos pueden vivir allá. No deja de ser un error. Desde Cosquín hasta Cruz del Eje, todos los pueblos intermediarios poseen encantos especiales para sanos y enfermos. A falta de balnearios como Mar del Plata, hay cascadas de agua fresca entre las rocas; á falta de tranvías, hay mulas trotadoras; no hay cambalache, pero hay una cambalachera, y si faltan los teatros, no escasean los tipos populares que los suplen.
Entre éstos, figura en primer término un anciano mudo, a quien en Capilla del Monte se le conoce por el nombre de «Romeo».”
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