Cordobers. Caras y caretas Cordobesas
En 1912 el semanario porteño visitaba la escuela dirigida por Caraffa en Córdoba, y en las fotos prevalecen las jóvenes estudiantes. En el texto de la nota, sin embargo, la presencia de las mujeres no parecía un aspecto a destacar.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Pintoras cordobesas,
trazos desconocidos
(Segunda parte)
Con muy pocas menciones en Caras y Caretas entre 1907 a 1912, ya sea de la academia nacida como “Escuela de pintura, copia del natural”, como de su director, Caraffa, transcurrió un lustro digno de un estudio más próximo y sistematizado que el eje de nuestra fuente principal, el ostensible semanario porteño de esa época. En octubre de 1912 Caras y Caretas vuelve a ocuparse de ese centro de enseñanza artística, en un par de hojas de despliegue, con un texto que se cita más abajo, así como fotografías (algunas se compartieron en la nota anterior) que retratan al alumnado de los profesores Caraffa y Roig.
En el contexto de esta nota donde nos preguntamos por las mujeres pintoras cordobesas de la primera mitad del siglo veinte, resulta valiosa la documentación fotográfica que acompaña a la misma, que toma a las jóvenes ante sus caballetes pintando a una modelo, y otras dedicadas a sus trabajos en esculturas. Para una de las fotos las jóvenes de la escuela posan todas juntas, y su número supera a las sesenta estudiantes, que equivale a la mitad exacta del total de alumnos mencionados en la nota. Eso en lo que respecta a la cobertura visual de ese corte de la escuela provincial cordobesa en el año 1912. Lo atinente al texto que acompaña las fotos, si bien no carece de información interesante, pareciera haber sido escrito por un cronista ciego a lo que las fotos muestran: apenas si menciona en un momento a las estudiantes mujeres. No refleja nada de la presencia femenina que las fotografías no pueden más que revelar. No se menciona el nombre de una sola de las alumnas. Tampoco se tiene idea de que la escuela nació con doce alumnas que ya lo eran de Caraffa previo a la fundación. Esto se lee en la edición del semanario del 12 de octubre de 1912.
“No recordamos que ninguno de los panegiristas del doctor José Figueroa Alcorta le haya considerado por el aspecto de protector de las Bellas Artes.
Es un olvido inexcusable, tanto más cuanto que esa cualidad, puesta en la balanza de la justicia póstuma, en el platillo de los méritos, podría hacer subir siquiera un poquito el platillo contrario. Y es la provincia de Córdoba, naturalmente, la que más ha aprovechado de las aficiones artísticas del doctor Figueroa Alcorta, que, cuando fue gobernador de
ella, hace ya más de quince años, fundó en Córdoba la Academia Provincial, dirigida por el pintor nacional don Emilio A. Caraffa.
Como las de tantas otras instituciones útiles, los comienzos de la academia cordobesa fueron bastante difíciles. Los cursos se inauguraron únicamente con quince alumnos. La mayoría de la gente parecía desconfiar de los resultados de una iniciativa que quizá podría considerarse atrevida, si se piensa que hace diez y seis años aún no estaba suficientemente difundido, ni aún en Buenos Aires, el gusto por el aprendizaje de las artes plásticas.
Pero la constancia y la fe en el buen éxito final vencen todos los obstáculos; y la primitiva frialdad cordobesa ante la Academia de Pintura fue, poco a poco, cambiándose en interés; de tal suerte, que hoy el establecimiento tiene una matrícula de ciento veinte alumnos y alumnas, pues, tanto los hombres como las mujeres son admitidos en sus aulas. Esos alumnos aprenden no sólo pintura –paisaje del natural, modelo vivo, modelo en yeso—, sino también escultura y otras artes anexas.
No sólo la provincia de Córdoba provee alumnos a la Academia; de las provincias del interior, de Jujuy, de la Rioja, de Catamarca, de Salta, acuden también numerosos estudiantes, de aquellos que, por una u otra causa, no pueden dirigirse a la capital federal a estudiar.
Sería aventurado afirmar que la Academia Cordobesa ha producido ya uno de aquellos artistas que inmortalizan la escuela en que aprendieron; pero ya vendrá, no hay motivo alguno que permita suponer que no vendrá. Entretanto, de la Academia han salido, en los últimos años, numerosos maestros de dibujo para la provincia de Córdoba y otras, algunos de los cuales han obtenido premios en concursos celebrados en Buenos Aires. Y además de esos maestros, la Academia ha formado, en pintura y escultura, artistas estimables que han encontrado en sus enseñanzas un medio honesto y elevado de ganar su subsistencia. A eso hay que agregar, para apreciar debidamente la acción de ese establecimiento, la difusión, que necesariamente origina, de las aficiones por las cosas de arte, del interés por la belleza, que afina los espíritus y eleva el nivel general de la cultura.
Ya dijimos que es director de la Academia, puesto que desempeña desde su fundación, el conocido artista don Emilio A. Caraffa, con quien comparte las tarcas docentes, en el ramo de escultura, el señor Roig. El señor Caraffa no es un pintor prerrafaelista, ni impresionista, ni otros istas modernísimos. Sus opiniones son clásicas; tiene el culto de Velázquez, a quien estudió mucho cuando fue a Europa, pensionado por el gobierno nacional.
En vista de los buenos frutos que ha dado hasta ahora la Academia Cordobesa, se ha resuelto ampliarla, a fin de que pueda satisfacer las exigencias y deseos de muchos jóvenes que desean adquirir una educación artística, y que hoy no pueden hacerlo en ella por no ser ésta capaz de recibir a todos en sus aulas.
El gobierno de la provincia ha comisionado al señor Caraffa para que, en compañía del director del Museo, forme la galería de pintura y escultura en la sección de Bellas Artes, y tiene el propósito de dedicar una sala especialmente a las obras de los alumnos de la Academia.”
Lo cierto es que dieciséis años después de fundada la academia provincial, ya se estaba mucho más cerca de que surgiera una generación de mujeres pintoras que se destacarían y se incorporarían definitivamente a la historia del arte de Córdoba.
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